Cosas que solo le pasan a Lizzy.
—Y así descubrí que nuestro vecino me ha escuchado roncar.
Vanessa me observa entretenida mientras mastica su rebanada de pizza lentamente. Mía, por otro lado, se parte de risa en mi propia cara.
Que linda es la amistad ¿Cierto?
—No puedo creer que siempre te sucedan estas cosas.— Ni yo— murmuro resignada, mordisqueando lo que me queda de pizza en la mano.
El lado bueno es que es guapo, ¿No es así, Vanessa? — murmura con picardía, codeándola. Ella sonríe, negando con la cabeza, como si Mía no tuviera remedio alguno.
—¡Eso es aún peor! ¡Un chico guapo me escuchó roncar!
Ojalá ser una avestruz y enterrar mi cabeza hasta lo más profundo de la tierra y no salir de ahí nunca más.
Vanessa suelta una risa baja, de esas inocentes, mientras aparta los mechones castaños de su rostro.
—No creo que sea tan malo, al menos no fué su primera impresión.— dice con voz tranquila y una sonrisa amable, aunque parece no estar muy segura de que decir.
—No, su primera impresión fué de mí cayendo hacia atrás. Seguro hasta se me vió la papadota.
—Eso ya lo estás imaginando tú, linda. No seas paranoica — señala Mía, con la vista en el teléfono.
Tal vez tengan razón y esté exagerado un poco pero es que de solo recordarlo me entran unas ganas enormes de no volver a mí habitación.
la sala es un buen lugar para dormir ¿No?
—¿A quien llamas?— pregunta Vanessa, intrigada. Giro la cabeza hacia la pelirroja, que nos muestra la pantalla con una sonrisa deslumbrante.
Llamando a Dean<3
Ya puedo escuchar sus carcajadas burlonas.
—¿Qué pasa, Brown?
Vaya, no tardó ni un minuto en contestar. Sí, esto también va a la libreta de anotaciones.
—A que no adivinas lo que le pasó a Lizzy.
—Muy difícil de adivinar, porque a ella le sucede hasta lo impensable.
—Ja, Ja, qué gracioso, Didi— Farfullo sarcástica, recalcando su odiado apodo.
—¿Recuerdas al chico Guapo del otro día?— Pregunta Mía, cortando de raíz el inicio de nuestra guerra verbal.
—¿A quién? ¿A mí?
—¿Esa es tu definición de guapo?— Pregunta la pelirroja con sorna y una sonrisa petulante.
Dean resopla sonoramente. Vanessa observa con curiosidad, sin entender del todo la dinámica, aunque parece divertida por el intercambio.
—Mejor cuéntale tú, Zizi
Aparte de que viví la humillación, ¿También tengo que narrarla? ¿No una, sino dos veces?
—Bueno, ya sabes, lo normal. Nuestro cuarto lo divide una pared bastante delgada, a mi parecer y según sus propias palabras se dió cuenta porque me escucho roncar. Y no solo eso, también me escuchó hacer el ridículo.
—¿Te escuchó cantar?— Pregunta el. Puedo notar la burla en su voz. Solo tengo una palabra que lo define: imbécil.
—Ajá— Contesto, ya harta de ser su payasito de gratis.
—Ahora creo que el que más sufrió fué el.
Abro la boca, indignada, y escucho la risa suave de Vanessa y la muy escándalosa de ese par diabólico. A ver, estoy conciente de que canto horrible, pero tampoco para tanto... ¿No?
—¿Quieras hablar de humillaciones? Porque tengo muchas anécdotas tuyas, querido Didi— Amenazo con los ojos entrecerrados, fulminando el celular por dónde escucho su risa.
—Y yo tengo unas fotos muy desagradables de tu pubertad... esas, de cuando estabas enamorada de tu profesor de literatura.
Cruzo los brazos, con el ceño fruncido y la cara totalmente roja.
—Me gustaría seguir riéndome de todas las tragedias de Lizzy, pero tengo una fiesta que no me puedo perder.
¿Dean de fiesta? Raro.
—¿Ahora eres un chico malo al que le gustan las fiestas, Didi ?— Pregunta Mía en un tono juguetón que haría tragar saliva a cualquiera.
Arrugo la nariz, extrañada.
—Tal vez. — responde el.
¿Qué? ¿Se están coqueteando? ¿Ahora? ¿En qué momento pasaron de burlarse el uno del otro a esto? Vanessa levanta las cejas y sonríe con incomodidad (créanme, la entiendo) toma los restos de pizza, y se marcha a la cocina casi como si huyera de la escena. Me gustaría hacer lo mismo pero yo si soy muy chismosa.
Tomo el teléfono y finjo no prestarles atención, pero estoy con la oreja parada como la buena recolectora de información que soy.
—Eres un idiota— murmura ella con una sonrisa, la risa de el se escucha más bajita; en pocas palabras ella quitó el altavoz.
—Adios, duende pelirrojo
Aún logro escuchar bajito, pero entendible. Por nada Dios me mandó estás orejas de Dumbo.
—Adios, troll rubio— Se despide ella con una sonrisa más grande que la del Guasón.
—¿Qué fue eso?— Cuestiono alzando ambas cejas con sospecha.
—¿Que cosa?
Ajá, respondiendo una pregunta con otra.
Tomo un mechón de mi cabello jugando con el y me coloco el teléfono en la oreja.
—Oh, Dean, ahora eres un chico malo, debo castigarte.— hago una extraña y chillona dramatizacion de su voz.
—Yo no dije eso, y tampoco hablo así.
la observo con una cara de "sí, claro", apenas conteniendo la risa.
—Si no lo dijiste, así se escuchó.
—Por supuesto que no, ¿Verdad, Vanessa?
—Yo no sé nada — Murmura ella dejándose caer en el sofá nuevamente, con una sonrisa prudente
—Mimi y Didi, debajo de un árbol, dándose besitos y muchos abracitos. — Canturreo como si estuviéramos devuelta en la primaria.
Mía me lanza un cojín y, por primera vez en mi vida puede esquivar algo con rapidez. Gritando como si me estuviera persiguiendo un ente demoníaco (y no una chica de metro y medio) corro hacia mí habitación, trancando la puerta lo más rápido posible.
Definitivamente debo hacer cardio; ya no siento aire en los pulmones y ni siquiera fuí tan lejos.
Siempre hay algo bueno en todo, y hoy puedo decir que mi sexto sentido tiene razón y algo ahí se está cocinando.