Levantarse con el pie izquierdo.
El despertador suena por tercera vez en la mañana. Gruño y maldigo todo y a todos mientras busco el teléfono a tientas en la mesilla. El sonido agudo del tono de gatitos se mezcla con el bullicio de la calle que entra por la ventana.
—Buenos días, vecina.
Pego un salto, abriendo los ojos de golpe. Su voz suena tan clara que casi puedo sentirla vibrar desde el otro lado de la pared.
—Aparte de roncar, tienes un sueño muy pesado. Esa alarma de gatitos despertó a todo el edificio, exepto a ti.
Parpadeo, aún medio dormida.
—¿Acaso piensas matarme de un susto?— gruño estrujandome los ojos. Digamos que mi humor por las mañanas no es el mejor.
—¿Asi de fea es mi voz?
—Asi y más.
Su risa ronca resuena. Haciendo que una sensación rara se me instale en el estómago. Debe ser hambre. Sí, eso debe ser.
—Acabas de romperme el corazón.
—ohh, qué pena.
—A alguien no le gusta madrugar— murmura en un tonito cantarín.
—¿Qué comes que adivinas?
Cuando saco el pie de la cama para poner el día en marcha, me enredo con la sábana cayendo con un golpe seco contra el suelo. El impacto retumba en la habitación, y un dolor agudo me sube por la pierna. Ahogo un gemido de dolor. Genial, me levanté con el pie izquierdo... Literalmente.
—Te encuentras bien?— pregunta con un tono de genuina preocupación.
—Sí,solo estoy... ya sabes. Buscando algo en el piso.
—Por supuesto...
Responde divertido. Es más que obvio que no se lo creyó. Bueno, al menos intenté no dejar mi dignidad en el subsuelo porque, en el suelo ya está.
—¿No deberías hacer lo que sea que hagas en tu vida, en vez de estar escuchando como tu vecina casi se saca los dientes?
Me levanto sobándome la pierna. De verdad dolió. Ya puedo imaginarme el moretón que me saldrá.
—No, esto es más divertido.
Ah, mira, nos salió comediante.
Tomo la toalla colgada en la puerta del closet y el neceser con los productos de higiene.
—Eres taaan gracioso— dejo que la ironía se note en mi voz, alargando las palabras.
Camino hacia la puerta y lo último que escucho es su risa ronca filtrándose por la pared antes de cerrarla.
El pasillo está poco iluminado, apenas una pequeña luz se cuela por una pequeña ventana. Arrastro los pies, con toda la flojera matutina pegada al cuerpo. Doy dos toques a la madera por si acaso, pero no hay nadie. Bastante extraño, el baño siempre me lo ganan Vanessa o Mía.
Restándole importancia, entro cierro la puerta con pestillo. Primero me cepillo los dientes. Me observo en el espejo y arrugo la nariz. Tengo las ojeras más grandes que las de un mapache. Necesitare mucho corrector.
Al terminar, me siento en el inodoro haciendo lo que todo el mundo hace ahí. No tengo que explicarlo, ¿O sí?
Me recojo el cabello en un moño desordenado e ingreso a la ducha. El agua tibia recorre la piel mientras me enjabono.
Cuando estoy completamente limpia, vuelvo a la habitación. El aire fresco que ingresa por la ventana me eriza la piel. Rápidamente la cierro y comienzo a rebuscar un atuendo en el closet. Me detengo un momento, esperando escuchar algun ruido del otro lado de la pared. Nada.
Prosigo buscando algo que no me haga lucir como una vagabunda. Tomo una blusa blanca con escote en v y me la coloco rápidamente. Luego, un pantalón de mezclilla acapanado que subo por los muslos hasta las caderas. Encima me pongo un cárdigan verde de mangas amplias y mis sandalias preferidas.
Reviso la hora en el teléfono seis y quince aún es temprano.
Agarro un peine y un par de ligas para el cabello. Y, frente al mini espejo de mi habitación, hago una división a la mitad comenzando a trenzarlo cada movimiento me deja los brazos agotados. Mamá me ha dicho muchas veces que debería cortarlo un poco pero sigo aferrada al largo.
Hablando de mamá, me tomo una fotografía en el espejo y se la envío.
No espero respuesta; a esta hora ella ya está en su floristería. Es la única del pueblo y los vecinos la adoran sobre todo en días como San Valentín. Aún recuerdo el olor a jazmín mezclado con algunos otros aromas como a orquídeas y tulipanes. Ese siempre ha sido mi lugar favorito.
Corrijo las ojeras con bastante corrector, sello con polvo suelto, me coloco mascara de pestañas y un poco de rubor. Por lo menos ya no tengo cara de moribunda.
Tomo la mochila que alisté la noche anterior con todo lo necesario salgo por el pasillo, yendo directo hacia la cocina.
Pensé que encontraría a las chicas aquí, pero tampoco están. Quizás salieron más temprano.
Paseo la vista por todo el lugar buscando algo decente para prepararme, y justo en el mesón hay un plato tapado junto a una nota. Me acerco y la tomo.
“Sé que se te da pésimo la cocina, así que te preparé algo antes de irme. Besitos, Mía”
Sonrió y, sosteniendo aún la nota, destapo el plato. Dentro hay fresas frescas treceadas, una rebanada de pan integral con mermelada, rodajas de aguacate y un omelette de espinaca. La nota junto al delicioso aroma me hace sonreír.
Es cierto la cocina y yo nunca nos hemos llevado bien. He tenido tantos accidentes en ella que hasta me causa pavor.
Saboreo las fresas, están en su punto. Dulces y jugosas ¿Cómo una fruta puede ser tan deliciosa?
Al terminar de comer, lavo los platos con calma dejan todo ordenado nuevamente. Mía es tan estricta con el orden que prefiero mantener todo en su lugar antes que le dé un colapso.
Paso por el baño cepillandome nuevamente los dientes, cuando he terminado tomo el teléfono.
Yo: Muchas graciasssss, TKM
Mimi: De nada, corazón de melón <3
Sonrió, tomo las llaves colgadas a lado de la puerta y, — por favor— le ruego al universo o cualquier ser astral que se encuentre allá arriba— que el día sea normal, sin ningún contratiempo. Solo eso pido.