Déjà vu.
Camino por los pasillos atestados de estudiantes que se mueven como peces en el mar. El aire huele a tierra mojada, y café recién hecho.
Falling Behind suena en mis auriculares; su ritmo tranquilo me hace sentir, de alguna manera, segura. Sonrío al recordar lo mucho que deprimen a Mía mis gustos musicales.
Me dirijo hacia el club de medios audiovisuales, la última clase del día. Entro al salón, ya casi lleno. En las paredes hay carteles de antiguos proyectos, cámaras viejas en estanterías y una pizarra llena de restos de marcadores borrados a medias. Algunos compañeros revisan laptops o hablan entre ellos.
Paseo la vista por todo el lugar y, al no encontrar al profesor, avanzo y me siento con rapidez en el primer asiento vacío que veo. Pauso la música y guardo los audífonos con pesadez. Lamentablemente, no funciono sin música.
Acuesto la cabeza sobre la mesa, bostezando. Esto es lo malo de las clases: siempre termino exhausta.
Un perfume amaderado, con un toque cítrico, me hace saber que alguien ha ocupado el asiento vacío a mi costado.
Giro la cabeza y me encuentro con una cabellera corta, negra como el ébano, que roza apenas el cuello. Su perfil es recto, casi elegante, y hay algo en él que me resulta extrañamente familiar.
Con la cabeza ladeada y sin disimulo, la observo con atención, buscando en lo más recóndito de mi memoria por qué me resulta tan conocida.
—¿Sucede algo? —pregunta, girando la cabeza hacia mí con una mueca en los labios.
Nuestros ojos se encuentran y siento un déjà vu. El verde de sus iris me hace parpadear, impactada. Vaya, nunca había conocido a una persona con ojos verdes… y ahora he visto a dos. Muy raro.
—No, lo siento, no quería incomodar. Solo… creo que te me hiciste familiar.
—¿Familiar?
—Sí, perdona. — Respondo apenada, jugando con la pulsera en mi muñeca. Tonta, tonta, me repito una y otra vez. ¿Cuándo se me quitará lo imprudente?
—No te preocupes, me ha pasado más seguido de lo que piensas —dice, estirando sus labios en una mini sonrisa, frunciendo ligeramente la nariz.
El profesor llega, arrastrando su maletín, y damos por finalizada la “conversación”.
En lo que va de clase no vuelvo a dirigirle la mirada, ni por accidente, más por vergüenza que por otra cosa.
—Tendrán que realizar un proyecto periodístico–audiovisual que combine distintos lenguajes: texto, imagen, diseño, etcétera. Deberán abordar una temática social, cultural o juvenil —explica el profesor, escribiendo con marcadores de colores en la pizarra.
Anoto todo lo que dice con rapidez.
—El formato del trabajo es un reportaje o mini documental audiovisual, con una duración de entre cinco y ocho minutos. Es un trabajo grupal: máximo cinco integrantes, mínimo tres —añade mientras completa la pizarra con los criterios de evaluación y la fecha de entrega.
Paseo la vista por el aula. Los que están más cerca se agrupan entre ellos y los otros buscan con la mirada al igual que yo, el rostro más amable y que no se vea como alguien vago.
—No pienso quedarme sin grupo otra vez —murmura la pelinegra, girándose hacia mí.
—¿Tú y yo, va?
Asiento, aliviada de tener aunque sea a alguien con quien trabajar. Ahora solo nos falta una o dos personas más.
—Perfecto —dice, paseando la vista por el salón.
Detiene la mirada en una chica y un chico al fondo. Sonríe y les hace un par de señas. Ellos miran hacia los lados, confundidos, y la chica del fondo señala a ambos en una pregunta silenciosa. La pelinegra —que aún no sé cómo se llama— gira los ojos y asiente con obviedad. La otra chica levanta el pulgar y, entre susurros, le dice algo a su compañero.
—Soy Virginia —se presenta—. Y esos de allá atrás serán parte de nuestro equipo.
Al finalizar la clase, recojo mis cosas y las guardo en la mochila.
—¡Holi! —exclama una voz aguda y emocionada a mi lado. Giro la cabeza hacia una chica de sonrisa deslumbrante y unos ojos oscuros y brillantes. A su lado está la ya conocida Virginia, con su expresión serena, y un chico de cabello largo y cara de tener mucho sueño.
—Soy Amanda. ¡Es un verdadero placer conocerte! Oh, me encantan tus trenzas, ¿quién te las hizo?
—Yo… —murmuro, viéndola mientras se pasea a mi alrededor dando pequeños saltos.
Al parecer alguien tomó demasiado café en el desayuno.
Creo que el chico nota mi sonrisa de incomodidad, porque toma a la chica del brazo y la coloca a su lado. Ella le hace un puchero y él le pellizca la nariz.
¿Serán pareja? Si lo son, serían muy lindos juntos.
Okey, Lizzy, tienes que dejar de querer que todos sean novios.
—Hablemos del trabajo, que es lo importante —Interrumpe Virginia, sacando una hoja de su cuaderno y un bolígrafo.
Al finalizar, Virginia guarda la hoja en su mochila.
—Como dirían en mi tierra: arrivederci —dice con humor y una despedida elegante.
Increíble, hasta ese momento no había notado el ligero acento en su voz. Con un gesto de la mano se marcha sin esperar respuesta.
Amanda se encoge de hombros.
—Fue un verdadero plaaacer conocerte —dice alargando la última palabra. Me toma por sorpresa con un abrazo de despedida. El chico niega con la cabeza y, con un gesto, también se despide. Ambos se marchan tomados de la mano.
Bueno… creo que el día no fue tan raro, después de todo.