Primera parte
1.
La regadera dejó de esparcir el agua por el patio.
Era un 23 de diciembre, y la familia tomó por decidido quedarse en aquella casa lejos de la ciudad, por un bosque. Los únicos vecinos que había era un leñador, que tenía una pequeña cabaña de madera, y algunos animales que rondaban por el lugar.
La casa daba con la carretera Lunthen, y a su alrededor solo había un gran campo poblado de gigantescos pinos y otra especie de árboles.
Esta vez agarró la regadera y la llevó al garaje, la colgó junto con las demás herramientas y salió, cerró la puerta y se sentó sobre el tronco de algún árbol que debieron talar para la chimenea.
Miro a través de sus lentes un venado que corría al otro lado de la carretera, empezó a reducir el paso y paró, posó su cabeza sobre el suelo y luego lo levanto en dirección a Billie. Los dos permanecieron mirarse en un trance casi infinito.
Un camión pasó a velocidad haciendo temblar el suelo. Bill parpadeó perplejo y vio que aquel venado ya no se encontraba en el mismo lugar, o mejor dicho, había desaparecido. Tal vez si en su niñez, la tranquilidad hubiera sido algo que él hubiera disfrutado, no estaría en aquella situación. Pero, ¿Qué era eso a lo que tanto temían la gente de donde él nació?, su madre siempre le impedía salir más allá de su pueblo, y aparte era muy sobreprotectora.
En 1987, cuando él tenía cuatro años de edad, sus hermanos mayores, Lean y Martha, intentaron acercarse al bosque.
—Hey, no pueden ir por allí—Exclamó Bill.
—No me importa, estoy aburrido, quiero salir de este lugar.
—Pero pueden ir por la otra colina y llegar a la carretera.
—Bill, podrías callarte por favor—dijo Martha en tono afable.
Los dos caminaron hacía los árboles y Bill los contemplaba a unos cuantos metros.
Desde la oscuridad que habitaba dentro, escuchaba un leve susurro combinado con el aire espectral que corría en aquel invierno.
Cuando la pareja de hermanos eran ocultados ya por los grandes troncos y ramas, Bill sintió un escalofrío en el cuerpo, era como si alguien agarrara sus brazos contra él y lo apretara evitando que se moviera.
A lo lejos oyó el grito de su hermana, y este se estremeció aún más.
La gente del pueblo por suerte no los había escuchado, de ser así, ellos ahora estarían muertos, siempre actuaban de esa manera.
El sonido de las ramas quebrándose en el suelo mientras sus hermanos corrían para regresar, se hacía más sonoro, luego los vio llegar, con los rostros totalmente asustados y los ojos desorbitados.
Siguieron la marcha y Lean gritó: — ¡Bill, corre!
Billie no reaccionaba, su cuerpo seguía frente a la arboleda. Martha se dio cuenta e hizo que los dos pararan.
—Bill no se mueve, Lean…, ve a traerlo…RAPIDO.
Lean volvió la mirada a Bill y regresó dando pequeños tropezones y equilibrándose con las manos. Llegó y lo cargó entre sus brazos mientras su rostro se apoyaba contra el hombro de Lean. Cerró los ojos para no ver de qué huían, prefería no saber eso. Solo escuchaba que muchas ramas se quebraban a lo lejos, y las hojas se movían de un lado a otro mostrándose agresivas.
2.
—Como está señor Vencent—escucha Bill, dejando atrás sus recuerdos y se voltea para ver quién es.
El leñador, Larry como lo conocían, se acercaba con un hacha colgando de su mano, llevaba una camisa a cuadros vieja y degastada, con unos vaqueros ya descoloridos y un sombrero de paja.
No era necesario que llevara sombrero, ese rato el sol demostraba que su poder era muy superior. Sin embargo no se sabía con que se vendría esta vez el clima, hace dos días llovió todo el día entero, y ahora hacía un calor de mil infiernos.
—Nada mal, supongo—dice Bill moviéndose un poco a su derecha dejándole espacio para Larry.
—Sí, ¿cómo están tu esposa y tus hijos?— preguntó Larry.
—Tranquilos, y algo emocionados por las fiestas.
— ¿Navidad?—pregunta algo sorprendido
—Sí, porque, ¿sucede algo?— dijo Bill.
—Bueno, es que nunca viví la navidad con mi familia, no tengo hijos y mi esposa falleció hace dos años. Desde ese momento, la navidad no se me hace algo emocionante, solo lo veo como una forma de ganar dinero con la madera. — explicó Larry, frotándose las manos, y mirando de un lado a otro de la carretera.
—Lo lamento, si quiere puede pasar a mi casa esos días, no tendría ningún problema.
—Prefiero no incomodar a nadie, además, a tus hijos les molesta mi presencia.
Veía en su rostro algo de tristeza, sus arrugas mostraban que había estado mucho tiempo solo, y no quería que alguien más sufriera de esa manera, Bill lo había vivido, y es para nada agradable.