Al otro lado de Mendatempum

8.

 

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“Qué… qué era eso” pensó Bill. Su cuerpo aún temblaba por lo que vio, recordó que también tenía ojos, eran sus ojos lo que más resaltaba de su forma oscura, eran como dos luces encendidas en cuarto que nunca vería la verdadera iluminación del sol, sentir el caluroso resplandor y natural de aquel astro indispensable en la vida humana, empero aquello no era humano.

Tragó un poco de saliva y se mojó los labios con la lengua, caminó hacia las escaleras y al levantar la vista, observó que su esposa yacía parada en la parte superior.

—Bill, que sucede.

No sabía que responder, sentía que era la primera vez que debía mentir a su mujer. Nunca lo había hecho, siempre hubo confianza en su relación.

—Cyntia, lleva a los niños al cuarto y espérame.

Ella iba preguntar algo, pero se detuvo al ver lo serio y asustado que estaba, asintió con la cabeza y se dirigió al cuarto de Nicole, Diego y Ricardo.

Billie buscó el hacha y una escopeta que guardaban en el garaje, los agarró con una mano mientras que con la izquierda buscaba las municiones. Mientras lo hacía, evocó nuevamente aquel día.

Sus hermanos gritando, y en el bosque algo que se levantaba. Había algo que no tenía sentido en sus experiencias vividas, la cosa de hace un momento no era la misma que la de su infancia, era más colosal y gigantesca, y aunque tenía los ojos cerrados y tapados con sus manos, podía escuchar y sentir su presencia.

Al salir del garaje, un fuerte estruendo se escuchó afuera. Bill corrió por las escaleras y entró a su cuarto.

—Bill, que fue eso— pregunta Cyntia muy consternada.

Él mira la mira respirando con agitación, y luego a sus hijos, quienes estaban asustados sobre la cama.

—No sé… parece que hubo un accidente.

—No eso—miró inquisitivamente a Bill—hay alguien más en esta casa, hace un momento se asomó por la ventana.

—Si, por eso quiero que no salgan de aquí—dijo Bill mientras agarraba el hacha con las dos manos y colocaba la escopeta a un costado—Cyntia, si corren peligro. Por favor, agarra el arma.

Bill salió del cuarto y bajó las escaleras a velocidad, al llegar abajo casi tropieza pero se reconfortó con ayuda de la barandilla.

Se dirigió a la puerta de salida y se extrañó que Cyntia ignorara el gran estruendo, entendió que estaban pasando por un momento de miedo y angustia pero, si hubo un accidente, había personas que también estaban en peligro.

Caminó unos cuantos pasos hasta llegar afuera, todo permanecía oscuro reflejado por unos cuantos postes de luz en la carretera, entonces, a lo lejos y cerca de la cabaña había un auto volcado.

“Larry “pensó y corrió presuroso, esperaba que no le haya sucedido algo, no quería eso. Veía una imagen paternal en él, en especial porqué se parecía mucho a su padre, antes de haber sido llevado al psiquiátrico. 

Unas lágrimas de desesperación empezaron a brotar de sus ojos, pero se calmó a poco tiempo de darse cuenta que el auto volcado en realidad era un coche patrulla de Lunterke.

—Carajo—gimió y se acercó por los matorrales.

El viento corría aquella noche y Bill tuvo que sacar su teléfono para alumbrar el camino, pronto hallaría dos cuerpos tirados en el suelo. Revisó si aún estaban vivos e intentó despertarlos.

Solo uno de ellos logró abrir los ojos, según lo que decía en su identificación, era Richard.

Este se levantó absorto y observó todo.

—Donde estoy y…

A su lado encontró a su compañero.

—Me..Merlín—dijo y se levantó cojeando, cayó sobre aquel joven policía e intentó despertarlo con notable desesperación.



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En el texto hay: criaturas, muerte, terror

Editado: 09.05.2020

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