Al rescate por amor

Al rescate por amor

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Había una vez un cachorro, estaba abandonado en medio de la gran ciudad, indefenso y tímido, solía ser despreciado porque no pertenecía a una fina raza y el color de su pelaje era opaco, para muchas personas tenía fea apariencia, lo pateaban algunos para desquitarse de haber tenido un mal día y otros porque no lo querían cerca, así el perrito fue creciendo en edad, pero no en tamaño, pues era pequeño; continuaba abrumado por su triste soledad, deseando ser amado, mientras seguía siendo rechazado.

Un día fue a un local de comida, se atrevió a entrar porque tenía mucha hambre y ese día no había encontrado algo para comer en las calles, intentando alimentarse de las sobras de los humanos que ahí comían, se aventuró a entrar entre las piernas de los comensales, era extraño… esta vez ninguno lo pateaba ni lo echaba del local, el perrito notó que era porque estaban sumamente atentos y embelesados viendo en la televisión la presentación de un perro fornido, grande, con un pelaje asombrosamente brillante, sedoso y bien cuidado, de una raza fina e imponente, un humano le estaba colgando varias medallas de oro en su cuello, la mirada de ese perro era soberbia, llena de gozo e inmensa egolatría, mientras simultáneamente mostraban todo su equipamiento especialmente diseñado para su labor.

¿Por qué habían hecho una ceremonia para ese perro? ¿por qué le aplaudían, admiraban, elogiaban y lo llenaban de medallas? Se preguntaba el perrito, hasta que escuchó a un comensal decir que ese perro de la televisión no es como cualquier otro, es un perro rescatista, ha tenido a los mejores entrenadores y es el perro que ha rescatado a más personas en toda su trayectoria por lo que es considerado como un héroe internacional. El perrito quedó también impresionado, desearía también poder salvar vidas, pero se sentía sumamente limitado, él no tenía entrenadores ni equipamiento y lo que era peor, ante los ojos de los demás, tampoco tenía porte, no era descendiente de una reconocida familia y carecía de medallas, sus circunstancias eran muy diferentes a las de ese perro rescatista, así que sintió que su sueño jamás podría realizarse. Una de las personas que estaba tan enajenada por el programa, dejó caer sin querer parte de su comida, el perrito estaba hambriento, así que corrió a comer lo que se había caído y en ese momento esta persona desvió su atención del programa, miró al perro y lo pateó, lo miró con asco e hizo un enorme espaviento del que todos se percataron y apoyaron, exigiendo al dueño del negocio que sacara al perrito, el cual no pudo soportar más y comenzó a llorar; el dueño, dispuesto a defender a su cliente, empezó a regañar al perrito, estaba por sacarlo cuando un joven comensal del mismo lugar se apresuró para impedirlo, lo defendió, lo recogió y se lo llevó a su casa. El perrito estaba desconcertado, nunca antes alguien lo había tratado con amor, se preguntaba por qué aquel joven lo había hecho.  El joven y el perro forjaron una relación de amistad fuerte, llena de cariño, respeto, una compañía sana, divertida, apartada de apariencias, falsedades, egos e intereses frívolos, el perrito nunca había sido tan feliz, se sentía vivo y muy agradecido, el joven no lo juzgó por su raza, ni le importó el hecho de que tampoco tuviera medallas, había sentido su noble corazón, su sana energía y lo había hecho su fiel amigo.

Una mañana, el joven salió a su trabajo como siempre, el perrito se quedó en el patio de su casa para aguardarlo, habían pasado ya un par de horas cuando repentinamente comenzó a sentirse un fuerte terremoto, el perrito tenía desesperación y mucha angustia por saber de su amo, en medio del terremoto saltó la cerca, corrió como pudo, se tropezó una vez, se volvió a poner en sus cuatro patas inmediatamente y siguió corriendo, oía gritos de muchas personas, su corazón se aceleraba al percibir miedo y caos. Él se dirigió al edificio en donde se encontraba el trabajo de su dueño, en el trayecto el suelo dejó de temblar, aunque sentía que el temblor había sido terriblemente largo. Al llegar al edificio su corazón se compungió al verlo derrumbado, temió mucho por la vida del joven, pero no podía darse por vencido, quería encontrarlo vivo, así que su primer impulso fue meterse entre el derrumbe y sin pensarlo dos veces, comenzó a olfatear en la esperanza de hallarlo con vida. Llegaron a la ciudad personas rescatistas y sus perros especialmente entrenados para enfrentarse a esas situaciones, listos para el rescate de personas; al perro rescatista prodigio que hace un par de meses todos admiraban por televisión, le tocó hacer su labor en el edificio donde trabajaba el joven, pero se percató de que su entrenador no traía su juguete que lo estimulaba a obedecer para ir al rescate, estaba enfadado y debido a su ego elevado que había crecido debido a sus medallas y múltiples elogios a su trayectoria y raza, ya se creía indispensable, lejos de ver la crisis de la que estaba rodeado, sólo se limitaba a pensar en que de no tener su recompensa material, jamás haría ni el intento por rescatar. El entrenador estaba angustiado, desesperado, porque sería gravemente reprendido por olvidar el juguete del perro, lo cual representaba que muchas vidas justo en ese momento se encontraran en grave peligro de morir en ese edificio.

Su desesperación se desbordaba porque cada segundo contaba y el perro rescatista seguía negándose a hacer su labor, hasta que el entrenador vio entre los escombros algo que no podía creer; el perrito del joven se encontraba apresurado buscándolo, sin equipo especial, sin botitas que protegieran sus patitas, sin entrenamiento, sin el físico esperado, movido por su única motivación, el amor.

Así que ese entrenador prestó atención a cada uno de sus movimientos, el perrito no encontraba a su dueño, pero sí halló a diez personas con vida, ladraba fuertemente cuando iba encontrando a cada una, como si estuviera pidiendo ayuda para poder salvarlas, mientras que analizaba lo que él podía hacer para rescatarlas, con su hocico y patitas retiraba ladrillos, cascajo y las varillas que eran posibles para despejar el área, jalaba con su mismo hocico la ropa de las personas para intentar empujarlas hacia el exterior y cuando una de esas personas estaba sepultada a mayor profundidad, el perrito aprovechaba su pequeño tamaño para meterse entre los agujeros que lograba hacer y así desde el fondo poder retirar lo que estorbaba para hacer posible que la persona viera la luz.



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En el texto hay: mascotas, cuentos, perros

Editado: 11.07.2021

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