Al Ritmo de la Química

CAPÍTULO 17. Un abrazo vale más que mil palabras

Estos últimos días estuve viendo a Cameron más de lo normal, ¿por qué?, bueno les explicaré. Si se acuerdan a comienzo de clases la profesora de química nos había pedido que presentemos un trabajo antes de que terminara el trimestre, el problema fue que ambos olvidamos hacer ese trabajo por lo que nos encontrábamos viendo más a menudo para poder terminarlo. Y lo peor de todo era que mañana teníamos que entregarlo.
A diferencia del trabajo anterior, este incluía todos los temas que habíamos visto en el trimestre, por lo que aún era más largo. Además súmenle que como estábamos a nada de que el cierre del primer trimestre llegara, los profesores se habían empecinado en tomarnos todas las evaluaciones juntas y la realidad era que con suerte tenía tiempo para respirar.
Así que aquí nos encontramos, a punto de que fueran las 12 del mediodía, pero aún nos esperaban unas dos horas más en Starbucks de puros libros y elementos de la tabla periódica. Que diversión.
Después de que terminamos de pasar todo el trabajo a Word y lo imprimimos, pudimos descansar en paz. Nos encontrábamos con Cameron en casa estudiando para la prueba de economía política que teníamos el viernes. Habíamos decidido suspender la cita y pasarla para el siguiente viernes ya que ambos estaríamos más desocupados. Además Cameron jugaba este sábado, por lo que seguramente el viernes tendría que entrenar y no iba a poder.
Cuando papá llegó aún seguíamos estudiando en el living, él lo había invitado a que se quedara comer pero Cam dijo que su mamá le había mandado un mensaje para que volviese a su casa. Se despidió de mi papá y lo acompañé hasta la puerta, nos despedimos, vi como subía a su auto y se alejaba por el final de la calle.
El jueves habíamos entregado el trabajo de química y nos dijo que para el jueves de la semana que siguiente ya los tendría corregidos. 
Les había hablado a la noche a Pili y a Nick, para ver cómo andaban, hacía mucho tiempo que no había recibido ningún mensaje de ellos y siempre solía ser yo la que los llamaba o mandaba un mensaje. La última vez que habíamos hablado por videollamada habían estado muy extraños, como si me estuvieran ocultando algo.
El viernes fue bastante tranquilo, en la evaluación me había ido bien y Cam me había dicho lo mismo.
Nos dieron las notas del trabajo de matemática, Cameron se había sacado nueve al igual que yo. Estaba tan feliz que no paraba de agradecerme y de decirme que me lo iba a compensar. 
A la tarde estaba en casa de Simón merendando, Cameron finalmente había ido a entrenar, después de salir de clases, el entrenador los había citado a todos.
Simón y yo estábamos aburridos por lo que se le ocurrió ir a ver a los chicos entrenar. Nos subimos a su auto y partimos hacia el colegio, en el camino le había preguntado miles de veces si esto era legal, si no nos iban a echar y él me había asegurado que me quedara tranquila y que no iba a pasar absolutamente nada.
Cuando llegamos estacionamos en un lugar bastante cerca de la cancha y fuimos hacía allí. A diferencia de siempre, el estacionamiento se encontraba mucho más vacío, sólo estaban los autos de los chicos que entrenaban. Llegando a las gradas vimos varias personas sentadas en grupo observando el entrenamiento y tomando mate. Cuando miré un poco más hacia el fondo me sorprendió ver una cabellera colorada sentada sola en un rincón más apartado, le dije a Simón y ambos nos acercamos hacia donde ella estaba. Giró su vista, la fijó en mí y una sonrisa se extendió de sus labios.
— Hola Em, hola Simón. — dijo.
—Hola Sara, ¿qué haces aquí?. — pregunté.
— Hola Sara. — dijo Simón.
— Ámbar se fue hace unos días a Punta Cana, siempre me llevaba a casa después de clases, hoy Nacho se había ofrecido pero se olvidó que tenía entrenamiento hasta las siete, y como no tenía con quien irme decidí quedarme. — dijo.
— Nos hubieras dicho, Simón no creo que hubiese tenido problema en llevarte. — él negó. — Bueno, ahora nos quedamos a hacerte compañía. — Ella nos sonrió y aceptó. Nos quedamos las dos horas que faltaban hablando de distintas cosas. Cuando los chicos salieron de los vestuarios bañados y cambiados se acercaron a saludarnos.
— ¿Que hacen aquí? — preguntó Lucas.
— Estábamos aburridos y quisimos venir a verlos. —dije.
— Espero que también vayan mañana a alentarnos. — dijo Nacho.
— Obvio que sí. — dijeron Sara y Simón.
— ¿Y vos Em? — preguntó Nacho, mientras Cameron no apartaba su vista de mí. 
— No lo sé. — dije. — Tendré que ver si papá me deja ir. 
— Pero no nos falles, sino, no nos irá bien.
— Trataré de convencerlo. — les dije y se tranquilizaron, pero Cameron no creía mucho mi falso discurso, sabía que algo me pasaba, pero en ese momento no dijo nada.
— Bueno... Sara y yo nos tenemos que irnos. — dijo Nacho y comenzó a saludarnos, al igual que Sara. — ¿Luke vas con Simón?
— Si, si Simón no tiene problema voy con él. — dijo Lucas.
— Por mí no. — declaró Simón.
— Genial. — dijo Nacho y se marchó junto a Sara.
— ¿Em vienes con nosotros? — preguntó Simón.
— Yo la llevo, quédense tranquilos. — dijo Cameron.
— Está bien, avísame cuando llegues, te quiero. — me dijo Simón.
— Yo más. — respondí. — Adiós Lucas.
— Nos vemos Em. — Ambos se fueron y otra vez Cameron y yo quedamos solos, como siempre. 
— ¿Vamos? — preguntó.
— Claro. — respondí. Caminamos de vuelta al estacionamiento, el único auto que quedaba era el de él. Subimos y emprendimos viaje de vuelta a casa.
— ¿Que hiciste hoy? — me preguntó. 
— Después de clase fuimos con Simón a su casa y como nos aburríamos se le ocurrió a él la idea de venir a verlos.
— ¿Y... no pasó algo como para que estés así? — Lo miré con cara extrañada y siguió hablando. — Digo... Porque sé que tu papá si te va a dejar ir mañana al partido, ¿Qué pasa rubia? Dime, confía en mí. — Un par de lágrimas comenzaron a caer pero me contuve.
— Anoche, les hablé a Pilar y a Nicolas para ver cómo estaban porque hacía mucho que no hablamos y ninguno de los dos me contestó aún.
— Tranquila, seguro ya te van a contestar. Por ahí están igual de ocupados en el colegio como nosotros, o peor.
— Es que no entiendes, ya la última vez que hablamos por videollamada ambos estaban raros. No puedo entender que fue lo que les hice para que actúen así.
— Mira, a veces es difícil mantener una amistad a distancia, siempre hay alguno de los dos, o en este caso tres que se siente más alejado, porque no podemos saber las novedades en la vida de cada uno todo el tiempo. Además hiciste nuevos amigos, nadie los mantiene a todos por siempre. — Dijo y calló. La verdad era que tenía razón en eso. Además yo no era una persona de muchos amigos, algún día los iba perder aunque sabía que me dolería un montón. El resto del viaje no hablé y él tampoco insistió en que lo hiciera. Llegamos a casa, ya me había despedido y le había agradecido por haberme traído cuando me detuvo de nuevo.
— ¿Mañana vendrás? — me preguntó.
— Si me vienes a buscar, tal vez. — Dije sonriéndole.
 — Tomo eso como un sí. — declaró.
— Dije que tal vez.
— Lo siento mis oídos escucharon hasta "si me vienes a buscar". — dijo y reí.
— Está bien, iré. — acepté.
— Nos vemos rubia.
— Adiós morocho. — Salí el auto y me dirigí hacia casa, oí una risa que provenía de detrás de mi y sonreí.

************
Estábamos a media hora de que comenzara el partido, Sara, Simón y yo nos encontrábamos en las gradas. Hoy jugábamos de visitante. Eran las cinco y media de la tarde, papá me había dejado venir sin problema. Hacía un poco de frío por lo que me había puesto unos leggings negros, una remera blanca manga larga y una campera de jean.
El partido había comenzado no muy bien, el equipo contrario nos había hecho dos goles. En el segundo tiempo, Nacho con la ayuda de Cameron logró hacer un gol. 
La tensión se notaba a simple vista, a minutos de que el partido terminara el arco contrario se encontraba libre, Cam aprovechó su velocidad y sacó ventaja, pasándosela a Lucas quién fue él que provocó el empate del partido. El silbato del árbitro sonó y la tribuna festejó el empate, mejor eso que perder, no? Teníamos la ventaja de dos partidos ganados, por lo que estábamos bien, aunque por ahora.
Cameron y yo cruzamos miradas, una triste sonrisa apareció en su rostro, le dije que no pasaba nada, esperaba que me hubiese entendido.
De repente mi celular vibró, lo saqué del bolsillo de mi campera, era un mensaje de Priscila Benítez, una ex compañera del colegio, era una chica que con Pili odiábamos, más que nada porque era igual que Ámbar. 
Abrí el mensaje, era una foto, la abrí y me paralicé, no podía creer lo que estaba viendo. Era una foto de Nicolás sentado en un sillón y había alguien encima de su regazo besándolo, alguien que conocía de pies a cabeza, alguien que era en quien confiaba siempre, era Pilar.
Además la foto tenía un pie y decía: "que hermosa pareja que hacen tus amigos".
Lo primero que hice fue bloquear mi celular y guardarlo en mi bolsillo. Las lágrimas nublaron mi vista. Me lo habían ocultado, a mí, a su mejor amiga, esas personas que durante años les había confiado mi vida entera, sin ocultarles nada de nada. 
Seguramente estarían pensando ¿Por qué te preocupaba aquello?, ¿ellos son felices así, por qué no los dejas? Obvio que los dejaba. Siempre los había molestado diciéndoles que ellos iban a terminar juntos, porque eran hermosos juntos. Lo que no podía creer era que me lo hubieran ocultado, se suponía que era su mejor amiga, pero no, me enteré por otra persona y por la que menos prefería haberme enterado.
No pregunten cuándo ni cómo, pero me encontraba en el estacionamiento sin que las lágrimas dejarán de caer. Quería salir de allí, lo antes posible, el problema era que había venido con Cameron. 
No quería que nadie me quiera, por lo que me dirigí hacia donde el auto de Cam se encontraba, no sabía a que otra parte ir. Me senté en el pasto delante del auto y así me quedé. 
Mi celular no paraba de sonar con mensajes de Sara y Simón preguntándose donde estaba pero no iba a responder. Unos minutos después comencé a escuchar gritos que provenían del lado de la cancha.
— ¡Rubia! ¡Rubia ¿dónde estas?! —La voz de Cameron soñaba con desesperación, quería decirle que estaba aquí, al lado de su auto, pero mi voz no salía.
— Voy a ir a buscarla con el auto. No se pudo haber ido muy lejos, los llamo cuando la encuentro. — dijo más cerca de donde estaba.
— Está bien, gracias Cam. —dijeron Simón y Sara. Vi que Cameron entró al auto con rapidez y no me notó. Lo encendió, comenzó a dar marcha atrás y cuando volvió poner su vista hacia el frente me vio y bajó corriendo.
Ahí, en ese momento, supe cuánto lo necesitaba y lo bien que me hacía tenerlo cerca.
— Rubia, ¿que pasó? — Se acercó hasta donde estaba. Su voz lo hacía notar realmente preocupado. Cuando se agachó mis lágrimas se multiplicaron. — Tranquila Em. Todo va a estar bien, ¿si? — dijo mientras me abrazaba, era la primera vez que lo hacía y se sintió tan bien que quería que el tiempo se detuviera en ese instante.
Había subido al auto y les avisó a Simón y Sara que ya me encontraba con él.
No hablé en todo el recorrido hasta casa y él tampoco me insistió en que le contara. 
Cuando el auto se detuvo en casa, era la primera vez que quería quedarme ahí, con él. El auto de papá no estaba y él también se percató de eso.
— Em, ¿estas bien? — me preguntó y asentí. No quería que se preocupara más. — ¿quieres que me quede un rato? ¿Hasta que te duermas? — lo pensé. La realidad era que necesitaba estar con alguien, porque estar sola solo provocaría que mi cabeza comenzara a imaginar cualquier tipo de cosa, por lo que decidí volver a asentir con la cabeza.
Bajamos del auto, me dirigí a mi habitación y Cameron fue a la cocina para ver si encontraba algo. Minutos después subió junto a un paquete de papas fritas, si sabía cómo cambiarle el humor una chica, pensé.
— ¿Quieres contarme lo que sucedió? — preguntó.
— Está bien. — Me levanté y me senté en mi cama. Él se sentó al lado mío y abrió el paquete de papas. Tomé dos y comencé. — Cuando terminó el partido me llegó un mensaje de una compañera que detestaba, de mi colegio anterior. — tomé mi celular y se lo mostré. — Son Nicolás y Pilar. — dije y la boca de Cameron se formó en una gran "O". — Y además tenía este pie. — se lo mostré y lo leyó. —Básicamente eso. Sé que suena tonto porque son mis mejores amigos o lo eran, ya no lo sé, pero eso no es lo importante. Me pone muy feliz por ellos, pero como su amiga me hubiese gustado formar parte de esto, no que me lo ocultaran. La última vez que habíamos hablado por videollamada estaban juntos en casa de Pili y se comportaban muy extraños, yo me di cuenta, pero creí que más adelante me iban a decir lo que sucedía y no creí que iba a enterarme por otra persona, que lo único que sabe hacer es saber molestar a los demás. 
—Primero que todo, nunca pero nunca consideres que algo que digas es tonto y menos conmigo.
— Está bien, lo siento... — me disculpé 
— No lo sientas... — dijo. — Me siento un psicólogo estos últimos días. — ambos reímos. — Me encanta ver esa sonrisa ahí. — me sonrojé. — Obviamente está bien que te enfades porque te lo ocultaron y te enteraste por otra persona que no era ninguno de ellos. Yo creo que lo que deberías hacer es llamarlos mañana y si no contestan darles un tiempo hasta que decidan hacerlo ¿Te contestaron el mensaje del otro día? — preguntó y negué con la cabeza. — Okey, eso es extraño. Pero bueno, no sé cómo son ellos, así que mucho no puedo hacer pero te aconsejo que mañana intentes llamarlos y si no contestan pues... Se pierden a la mejor amiga que podrían tener. — sonreí y algunas lágrimas cayeron de nuevo. — No, por favor no llores. — soltó las bolsa de snack y me volvió a abrazar. — Si quieres mañana voy a estar con vos cuando los llames.
— Esta bien, gracias Cam. Gracias por todo.
— De nada rubia. Gracias a vos por aparecer en mi vida. — dijo y sonreí.
Decidí recostarme de nuevo en mi cama y le pedí a Cameron que se acostara conmigo. Dejó la bolsa en la mesa de luz, se quitó las zapatillas y se acostó. Me quedé dormida segundos después, abrazada a la persona por la que en este último tiempo había comenzado a sentir cosas muy fuertes.
 




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