Al Ritmo de la Química

CAPÍTULO 23. Mi historia

CAMERON.

Siempre había soñado una relación como la de mis abuelos o la de mis padres. Me parecían tan increíbles. Cuando era pequeño me encantaba escucharlas una y otra vez, y actualmente ya me las sabía de memoria.
Mi padre era estadounidense por parte de mi abuelo y argentino por mi abuela. Ella se había mudado cuando era joven y había conocido a mi abuelo a los 21 años de edad, en uno de esos tantos pubs que había en la ciudad, todo había sido amor a primera vista y desde ese momento nunca se separaron. 
Actualmente ellos vivían en un barrio lleno de latinos en la ciudad de Nueva Jersey y yo me había criado allí, hasta que mi papá decidió vivir en la Argentina permanentemente.
La historia de mamá y papá fue un poco más distinta. Mamá cuando cumplió sus 15 años no fue de las típicas chicas que prefería la fiesta o como actualmente se hace el viaje a Disney. Ella quería desarrollar aún más su inglés, ya que estudiaba en un instituto desde pequeña. Por eso, les había pedido a mis abuelos maternos que le pagasen alguno de esos programas de intercambios y así fue, tiempo después, como mi mamá vivió durante un año con una familia en Washington DC. 
Por esos tiempos mi papá, con 18 años fue de viaje con el colegio a visitar la capital de los Estados Unidos de America. Y en la excursión hacia la Casa Blanca se topó con mi madre que estaba visitando el lugar junto a dos amigos que había hecho del secundario. 
Mi papá, con ayuda de sus amigos se separó del grupo y fue a encarar a mi mamá quien no le dio la más mínima atención. 
Durante todo ese año papá viajó varias veces a Washington para ver si podía volver a encontrar a esa morocha que tanto lo había enloquecido. El tiempo pasó y papá no la encontró, dándose finamente por vencido.
Años más tarde, papá viajó con mis abuelos a Argentina, para que conociera su otro país de origen y un día de esos en los que decidió salir a pasear solo y perderse por las hermosas calles que tanto lo habían cautivado, una mujer morocha lo terminó cautivando con la misma intensidad que esa ciudad. 
Cuando se acercó a hablarle se dio cuenta que era la misma chica que años atrás había visto en la Casa Blanca. Y/o casualidad que en ese momento ambos se encontraban frente a la Casa Rosada, algo que nunca sabremos cómo fue que sucedió.
Finalmente intercambiaron números y comenzaron a hablar, papá les pidió a sus padres quedarse a vivir por un tiempo en Argentina y unos años más tarde ambos se mudaron a Estados Unidos, donde comenzaron sus carreras universitarias. Mamá como psicóloga y papá como ingeniero civil. Años más tarde se recibieron, se casaron y por último llegué yo al mundo. 
Hasta que papá decidió que prefería vivir en Argentina y eso fue lo que hicimos, con tres añitos vine a vivir a este increíble país y no me arrepiento por nada en el mundo.
******
El viernes había sido la mejor noche de mi vida y eso me había dado esperanzas de que también podría vivir una historia como ellos.
Aunque la cita no salió como quería, fue increíble. Nos les iba a negar que temí cuando entré en mi habitación después de ducharme y me encontré con Emma que tenía mi guitarra en sus manos.
Ella había confiado en mi para contarme su historia, por lo que yo decidí hacer lo mismo. 
El momento más mágico fue cuando cantamos juntos y cuando la miré mientras cantaba me di cuenta que era la chica con la que siempre había soñado vivir y ahí fue cuando ambos callamos y solo pasó.
Desde el primer momento en el que la conocí había deseado besarla. En cuanto nuestros labios comenzaron a tener contacto sabía que no había marcha atrás. Esa chica era una adicción, mi adicción.
Cuando mamá nos interrumpió lo lamenté, tuve que ir a guardar mi auto porque habían anunciado que caería granizo y la realidad era que no quería arriesgarme.
Cuando le ofrecí quedarse a comer en casa temí por lo que pensara, pero ella pareció no tener ningún problema. De hecho todo salió de maravilla, papá, mamá e incluso Emily quedaron enamorados de ella y ya estaban al otro día preguntándome cuando volvería a venir a casa, pero no la quería presionar.
******
La semana había comenzado tranquila, después de ese fin de semana un poco alocado. Hacía mucho tiempo que no bebía así, por lo que la resaca con la que me levanté el domingo fue inexplicable.
Básicamente pasé toda la tarde en cama durmiendo, ni siquiera recordaba que cosas había dicho y eso era lo que más temía.
El miércoles había comenzado muy tranquilo, aunque ya comenzaba a faltar menos para las vacaciones de invierno los profesores aún estaban un poco relajados.
Me encontraba sentado junto a Lucas, porque Nacho se había ido el lunes de viaje con su familia por su cumpleaños. Habían decidido ir a Europa y la verdad era que lo envidiaba, nunca habíamos ido allí con mi familia, pero esperaba que algún día surgiera ese plan.
Emma estaba igual de hermosa que siempre, hoy tenía el pelo recogido en dos trenzas cocidas que Sara le había hecho en uno de los recreos. La verdad era que no se le daba nada mal.
Cuando el timbre del segundo recreo sonó todos nos dirigimos al patio interno del colegio a sentarnos en el piso, estos días había estado haciendo bastante frío por lo que preferíamos no salir.
Aquí nos encontrábamos Sara, Emma, Lucas, Simón y yo hablando y recordando aún cosas sobre la fiesta, cuando de pronto la profesora de música se acercó al patio y pidió un poco de silencio.
— Buenos días. Disculpen la interrupción, pero necesito darles un anuncio importante. — declaró con unos papeles en su mano. — Ya se encuentran disponibles las planillas para inscribirse en el concurso del colegio de todos los años. Recuerden que pueden participar en las áreas de baile, canto o si saben tocar algún instrumento. — miré de reojo hacia Emma quien tomó su celular para hacerse la despistada mientras todos los demás prestaban atención a lo que la profesora decía. — y recuerden que pueden anotarse tanto individualmente como hasta en grupos de cinco personas, nada más. Bueno, es eso solo, gracias por escucharme. — se retiró y todo el mundo volvió a hablar y a enfocarse en sus cosas.
— Wow, que increíble podría ser anotarme para canto, pero soy un queso. — admitió Sara y todos reímos, en cierto punto, era verdad.
— Pero ¿podrías anotarte en baile? — dijo Lucas y todos asintieron.
— Si, pero no quiero hacerlo sola. — admitió Sara y miró hacia Emma quien seguía muy enfocada en su celular. — ¿Em que me dices? — le planteó ella.
— Perdona Sara pero yo no bailo. — dijo levantando su rostro del celular por un mini segundo.
— Em ¿estas bien? — preguntó Simón.
— Si, es solo que... — pensó su respuesta. — Me duele un poco la cabeza. Perdonen, voy al baño. — se disculpó y se fue.
— Oigan está muy rara. — admitió Sara y luego todos fijaron su vista en mi. — ¿Tienes algo que decirnos? — preguntó.
— Lo juro, yo no hice nada. — dije y era verdad. Yo sabía porque se había puesto así, pero no iba a decírselos, no iba a romper mi promesa.
— Sara, tranquila, Cameron no tiene nada que ver. Cuando estábamos juntos hace unas horas estaba lo más bien. Se puso así de rara cuando la profesora vino a hablar sobre el concurso. 
— Tienes razón. — concordó Lucas. Yo decidí que era momento de marcharme, ya veía que comenzaban a sacar propias conclusiones, por mis gestos terminaban enterándose y no quería ser partícipe de esto.
— Iré a buscarla, nos vemos en un rato. — dije levantándome.
— Está bien. — dijeron y comencé a alejarme.
Unos minutos después me encontraba en la puerta del baño esperando a Emma, sabía que la iba a poder encontrar aquí. 
— Cam, ¿qué haces acá? — dijo ella segundos después de haber salido del baño.
— Perdona, quería asegurarme de que estuvieras bien. — me acerqué a ella y la abracé.
— Si, estoy bien, tranquilo. — se separó de mi abrazo, pero sin alejarse demasiado. — Es solo que ya sabes, me incomodó lo de recién, no quería que supieran.
— Está bien, no hay problema. — dije depositando un beso rápido en sus labios, no quería que las cámaras nos captasen y nos llamasen de dirección. — Hay algo que tengo que decirte.
— Escucho. — respondió ella.
— El viernes después del partido iremos a cenar, tú y yo. Esta vez como una cita oficial, nada de interrupciones. ¿Aceptas? 
— Por supuesto que si. — dijo ella con esa sonrisa tan maravillosa. La besé y ella me regañó por eso, tampoco quería ser citada por dirección.
El timbre sonó y comenzamos a caminar hacia el salón tomados de la mano. Cuando estábamos por llegar divisé el salón de música y se me ocurrió algo, pero no le dije nada. 
— ¿Quieres algo para comer? — le pregunté y asintió. — Espérame en el salón, ya voy. — dije dándole un beso en la frente y apartándome de ella. 
Cuando vi que dobló en la esquina comencé a caminar con velocidad hasta el salón de música.
— Thompson, que sorpresa verlo por aquí. — dijo la profesora sentada en su pequeño escritorio.
— Hola profesora Giménez. ¿Tiene las planillas de inscripción? — pregunté acercándome.
— Sisi, aquí las tengo. ¿Acaso se va a inscribir usted? — preguntó con cierta curiosidad.
— En realidad, no. Vengo a inscribir a una amiga. ¿Puedo hacerlo? — pregunté.
— Por supuesto. Llené estos datos y listo. — dijo tendiéndome la planilla. La completé, se la entregué y salí con rapidez. Antes de volver al salón recordé que debía comprar algo en la máquina, me acerqué, compré dos alfajores y dos jugos y me dirigí de nuevo al curso.
La profesora de matemáticas ya estaba allí y me miró con cara de desaprobación, me disculpé, me dirigí al banco de Emma, le dejé el alfajor y el jugo, me agradeció y seguí mi camino hasta mi banco.
— ¿Donde estabas? — preguntó Lucas.
— Fui al baño y a comprar esto. — dije levantando las dos cosas.
— Está bien. — dijo y volvió a hablar. — Por cierto, tendremos prueba la semana que viene de matemática.
— No jodas. — dije y todo el aula justo se quedó en silencio provocando que mis palabras fuesen escuchadas por todo el mundo.
— ¿Hay algún problema Thompson? — inquirió la profesora.
— Para nada. Disculpe. — volvió a darse vuelta y siguió copiando lo que estaba escribiendo en el pizarrón. Pude observar una cabellera rubia sobresalir de los demás, Emma tenía su celular en su mano y me estaba sonriendo, le había causado gracia lo de recién. Mi celular vibró y lo tomé.
Emma: No hagas más quilombos. Ya sabes que vamos a estudiar juntos.
Cameron: Eres la mejor😍
Emma: lo sé💁🏼‍♀️
Reí ante su último mensaje y guardé mi celular.
Esta vez iba a hacer las cosas mucho mejor, por ella.
 




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