Al Ritmo de la Química

CAPÍTULO 38. Reencuentros Inesperados

El estruendo proveniente de la cocina me despertó, solía tener el sueño bastante ligero y era una de las cosas que más odiaba, porque por cualquier ruido me despabilaba. Tomé mi celular y me fijé en la hora, eran las seis y media de la mañana del 2 de septiembre. ¿Qué significaba aquello? Si, mi cumpleaños número 18, a muchos les emocionaba la llegada de ese día, básicamente significaba "la legalidad", aunque para mi seguía siendo un cumpleaños normal, como también lo habían sido mis 15 años, donde no había querido hacer fiesta, ni viaje. 
Malhumorada porque no podía lograr volver a dormirme, — aunque fueran por unos minutos más — me levanté de la cama y me dirigí al baño. Al salir de la ducha cepillé mi cabello y me vestí. 
Cuando estaba terminando de aplicarme bálsamo labial, ya que tenía un poco resecos los labios por el frío, mi celular comenzó a sonar, lo agarré y miré, era una videollamada de Pili y Nick.
Finalmente habíamos vuelto a ser los mejores amigos de siempre, no podíamos hablar todos los días, por culpa de las tareas del colegio, pero siempre que había un espacio libre hablábamos durante horas, reíamos y hacíamos cualquier tipo de cosas que los amigos solían hacer, la diferencia, lo hacíamos a través de una pantalla. 
Atendí y esperé a que se conectara. 
— ¡¡Buen día cumpleañera!! — gritaron al unísono y reí. Nicolás se encontraba en su cama, aún acostado, como siempre y Pili estaba en la cocina de su casa ya cambiada.
— Hola chicos. — respondí.
— ¿Que se siente ser la mayor de los tres? — me preguntó Pili.
— Mira que solo me quedan unos meses. — dijo Nick.
— Cállate Nicolas, igual sigues siendo menor que Emma. 
— No peleen el día de mi cumpleaños. — los acusé. 
— Perdón. — dijeron ambos.
— ¿Que planes tienes para hoy? — me preguntó Nick y ambos se entusiasmaron por oírme.
— Bajar a desayunar, ir al colegio, volver a casa, evitar los llamados telefónicos primordialmente, ver alguna serie o película en Netflix, o tal vez dormir y esperar a que llegue mi papá y mi hermano para cenar juntos y en familia como siempre. — declaré y mis dos mejores amigos se quedaron con la boca abierta.
— Típico de Emma Martínez, ¿cuando vas a cambiar? — declaró Pili y Nick rio.
— Jamás. — dije encogiéndome de hombros.
— ¿Ya te mandaron mensajes? — preguntó Pilar curiosa.
— Sinceramente ni mire el celular, solo cuando me desperté, que quise ver la hora que era y cuando los atendí. — respondí mientras comenzaba a descender la escalera. 
— Bueno, después míralo y me cuentas... — dijo con cierto tono de voz que me hizo sospechar pero no la seguí. 
— Esta bien. — le contesté. Antes de dirigirme a la cocina encontré a mi padre, Romina y mi hermano terminando de pegar la decoración. Me aclaré mi voz para que se dieran cuenta de que ya estaba aquí. Papá se sorprendió y maldijo por lo bajo, yo reí.
— ¡Sorpresa! — dijeron los tres y reí. — Bajaste antes, íbamos a despertarte. — dijo papá.
— Lamentablemente lo que sea que se les cayó hizo que me despertara. Sueño ligero. — dije.
— Es verdad, maldita sea. — dijo papá y reí. También se escucharon risas provenientes de mi celular y los tres me miraron con temor. 
— Son Nick y Pili. — les dije mostrándoselos a mi familia.
— Hola. — saludaron todos y ellos también respondieron. 
— Emma, hablamos luego, te dejamos con tu familia. — me dijo Pili.
— Esta bien. — respondí. 
— Adiós. — gritó Nick y cortó la videollamada.
Los tres se me acercaron a saludarme y me regalaron un hermoso desayuno con muchas de mis golosinas favoritas. Mi hermano preparó unos panqueques con dulce de leche y nos sentamos a desayunar. 
Cuando la bocina del auto de Lucas sonó, me despedí de mi familia y salí. 
— Hola cumpleañera. — dijo dándome un beso en la mejilla y buscó algo detrás de su asiento. — Esto es para vos. — dijo con una sonrisa mientras me tendía un paquete envuelto. — Feliz cumpleaños. 
— No hacia falta. — le dije pero a él no le importó.
— Ábrelo. — me incentivó y eso hice. Era un hermoso kit de resaltadores pasteles, lápices, cuadernos, post-its y lapiceras. Amaba las cosas de librería y Lucas siempre me molestaba por ello. Tenía una cartuchera llena de lápices de colores, resaltadores, lapiceras y muchas cosas más, siempre que necesitaban algo venían a pedirme a mi, porque ellos con suerte, tenían cartuchera.
— Me encanta, es el mejor regalo que me pudieron dar. Nunca me habían regalado cosas de librería para mi cumpleaños porque estamos en septiembre, pero siempre me hizo ilusión. Gracias Luke. — dije y le deposité un beso en su mejilla cuando el semáforo estuvo en rojo.
Al llegar al colegio, nos dirigimos rápidamente a clases, ya que estábamos llegando un poco tarde. Abrí la puerta del salón y descubrí a todos mis amigos juntos en mi banco.
¡Que los cumplas feliz.. — Sara comenzó a acercarse hacia mí con una chocotorta que tenía una velita clavada arriba de la misma. — Que los cumplas feliz.. que los cumplas Emmita, que los cumplas feliz! — cantaron todos juntos, inclusive la mayoría del curso. Pedí tres deseos y soplé, luego empezaron a aplaudir, silbar, gritar y golpear las mesas, mientras me iba acercando a saludar a cada uno de mis hermosos amigos. 
Hicimos abrazo grupal y vi que faltaba alguien, cuando dirigí la mirada hacia aquel banco del fondo vi a Cameron observando la escena, nuestros ojos se encontraron y le hice seña con la cabeza para que se acercara. Cam era parte del grupo, no iba a ser quien lo excluyera. Una vez que nos separamos el morocho se me acercó.
Este último tiempo había hablado con los chicos acerca de lo del concurso, ellos sabían que Cameron no lo había hecho con mala intención, él solamente quería ayudarme a enfrentar uno de los miedos más grandes que tenía, que era el pánico escénico. Y aunque no me gustó que me lo ocultara por mucho tiempo, no lo odiaba por ello.
— Feliz cumpleaños Emma. — dijo mientras atinaba a abrazarme o no. Finalmente me le adelanté y lo hice. Inmediatamente respondió mi abrazo, se sentía tan bien estar entre sus brazos, lo extrañaba y extrañaba aquel sentimiento que lograba hacerme sentir él solo. Cuando nos separamos sentí ese vacío con el que vivía últimamente. 
— Tenemos algo para vos, de todos. — dijo Simón y sonreí. Me acerqué a la caja y la abrí, estaba hecha por ellos y tenía un montón de fotografías que nos habíamos sacado a lo largo de este año, la mayoría eran en grupo, pero algunas eran individuales, con cada uno, hasta incluso estaba nuestra última antes de que ellos se fueran a Bariloche. Era simplemente hermoso, dentro había más golosinas y en el fondo una pequeña bolsa, la agarré, dentro de ella había una cajita miniatura. La abrí y mis ojos se me llenaron de lágrimas, era un collar de plata con un dije de las orejitas de Mickey Mouse, era precioso. 
— Para nuestra Disney fan. — dijo Sara y reí. Algo que nunca les había admitido era que desde muy chica había crecido con la magia de las películas Disney, pero aún a esta edad no me cansaba de verlas, las amaba y amaba todo lo relacionado con Disney. Nunca había podido conocer ningún parque, pero esperaba que en un par de años eso cambiara.
— Gracias chicos. — les dije con lágrimas en mis ojos, ellos sonrieron y me abrazaron.
— Tomi. — Sara llamó a un compañero nuestro que se sentaba atrás mío. — ¿Nos podes sacar una foto? — él asintió, se dirigió a agarrar el celular de Sara y nos tomó un par de fotos. Le agradecí, él me sonrió, me deseó feliz cumpleaños y se sentó de nuevo en su banco. 
La profesora entró y todos volvimos a nuestros asientos, guardé las cosas en mi mochila y Simón me ayudó a ponerme el collar, realmente me encantaba.
— Cameron lo consiguió por su familia. — me dijo Simón cerca de mi oído y me sorprendí, volteé a verlo y por segunda vez en el día, nuestras miradas se encontraron, él me sonrió y yo lo imité. Antes de guardar la bolsa y la caja en mi mochila me fijé en algo que no me había percatado hasta ahora, la bolsa del regalo era de la Disney Store, era original y temía saber lo que les había salido aquel regalo. No merecía a aquellos increíbles amigos que tenía.
******
Al llegar a casa, rápidamente subí a mi habitación para descambiarme y ponerme mi pijama, pero al entrar me detuve completamente. Había una caja redonda, celeste y rayada, al igual que la que Lara Jean tenía en la película de "A todos los chicos de los que me enamoré" encima de mi cama. Me acerqué y vi que tenía una tarjeta, la quite y la leí.
¡Felices 18 rubia! Sos una persona maravillosa que en tan pocos meses me enseñó muchas cosas sobre el amor y la amistad. Nunca cambies. Te deseo lo mejor hoy y siempre, estando juntos o no.
PD: Espero que el regalo te guste y espero haber recordado bien tus gustos literarios. Te quiero❤️
- Cameron.

Quité el lazo turquesa y abrí la caja, me quedé allí con la boca abierta de par en par, eran los tres libros de la trilogía de Jenny Han, "A todos los chicos de los que me enamoré". Hacia unas semanas había pensado en comprarme aunque sea alguno pero me resultaron un poco caros y la realidad era que debía ahorrar plata para otras cosas. Esto no terminaba aquí, abrí uno de los libros para observarlo por dentro y me sorprendió ver una escritura en una de las primeras páginas, antes de que comenzara la historia, cuando fui a revisar bien de que se trataba casi caigo desmayada al piso. ESTABA FIRMADO POR LA PROPIA AUTORA Y ME HABÍA DEJADO UNA DEDICATORIA. Cuando decidí abrir los otros dos estaban también firmados por ella, no podía creerlo, realmente había sido el mejor cumpleaños de mi vida. 
Una noche que Cameron se había quedado en casa hasta tarde lo obligué a ver aquella película conmigo, era mi película favorita y era obligatorio que mi novio la viera, igual que yo vi su película favorita con él. No creí que recordara aquello, siempre de los chicos que conocía les parecía medio tonto que me gustara leer o que prefería los libros antes que las películas, por eso me sorprendía que él hubiera decidido regalarme no uno, sino la trilogía completa y encima firmados por Jenny Han. Sentía que estaba viviendo un sueño del cual, no quería despertar, jamás.
************
Terminé de vestirme justo cuando mi papá me llamó desde el piso de abajo. 
— ¡Emma! — gritó.
— Ya voy papá! — le respondí mientras agarraba mi celular y salía de mi habitación. 
Bajé las escaleras, me dirigí hacia la puerta de casa, entre al auto y saludé a Gabriela que ya estaba adentro.
— ¿Y Romina? — pregunté una vez que papá había arrancado el coche.
— Nos espera allá me dijo. — respondió papá mientras me miraba por el espejo retrovisor.
— Estas muy linda Em. — me dijo Gaby y le sonreí. 
— Gracias. — le respondí y me sonrojé.
Era un día particular, porque a pesar de que seguía siendo invierno hacia bastante calor. Mi hermano y mi papá habían decidido ir a almorzar el domingo a un lugar que no conocía, ya que no quise festejar mi cumpleaños, les permití que me invitaran a comer y que además vinieran Romi y Gaby, ya que para nosotros eran parte de la familia. 
Opté por un look más fresco, por lo que me puse una falda y un top con tiras que había decidido atar al costado de mis brazos, como si estuvieran caídas, ambas prendas eran de color rosa pálido. Y en mis pies me decidí por unas sandalias blancas.
En medio del camino, papá recibió una llamada de un conocido pidiéndole si no le pasaba buscar unas cosas que había dejado en su quinta. Él aceptó y nos desviamos hacia allí. Al llegar nos pidió que bajásemos a ayudarlo, finalmente un poco molesta lo hice, la verdad era que tenía hambre y no había desayunado nada.
Santiago abrió la reja de la quinta y entré.
— ¡Sorpresa! — Fue lo primero que escuché antes de reaccionar. Mi familia, amigos y compañeros se encontraban allí. No podía creerlo.
Me llevé las manos a la boca, mientras comenzaba a acercarme hacia ellos. Abracé y saludé a un par de familiares y compañeros antes de ir hacia donde mis amigos estaban.
Lucas, Nacho, Simón y Sara me recibieron con un fuerte abrazo grupal, cuando volteé para seguir saludando a los demás invitados, dos personas que cada día había extrañado más desde que había dejado Puerto Madryn, aparecieron delante de mí. No podía creer que ambos estuvieran allí. Los abrace con fuerza, no me quería despegar de ellos.
— Los extrañé tanto. — hablé mientras algunas lágrimas se me escaparon.
— Nosotros a vos. — dijo Pili. Secó mis lágrimas, me sonrió y me volvió a abrazar.
— Por eso no contestaban mis mensajes ni llamadas, desde ayer que me tienen preocupada. — los golpeé y ambos rieron.
— Se me iba a escapar algo, ya sabes como soy. — dijo Nacho encogiéndose de hombros. Por eso Pili no me permitió hablarte, para nada. — terminó de contar y los tres reímos.
— Tiene razón. — señalé a mi amiga y ella asintió sonriendo.
— Hay alguien atrás de nosotros que quiere saludarte. — dijo mi amiga con esa sonrisa pícara, que tanto conocía, al principio no había entendido pero después de levantar mi vista y ver un poco más atrás, me di cuenta de a quién se refería. La volví a mirar con seriedad, ella se encogió de hombros, tomó a Nacho de la mano y se apartaron, dejándome frente a él. El morocho se acercó unos pasos hacia mí y habló.
— Feliz cumple Em. — dijo Cameron un poco nervioso.
— Gracias Cameron. — le respondí.
— Espero que te haya gustado la sorpresa.
— Sí, aunque no me lo esperaba para nada me encantó. — dije con una sonrisa. — Debo irme. — él asintió, le sonreí, me alejé y me dirigí hacia mi familia, que estaba mirando todo desde un costado.
— Los odio. — dije con una sonrisa.
— Y nosotros te amamos. — respondió mi hermano, mientras me abrazaba fuertemente.
— Gracias, por esto. — les dije finalmente.
— Lo mejor para vos, hija. — dijo papá con una sonrisa.
La quinta era preciosa, tenía una piscina, un quincho y una casa en medio. Todo estaba armado en el parque, con mesas y puf de color blanco, además de globos y guirnaldas de oro rosa. Salvo la torta y la mesa dulce que las habían puesto adentro. 
Traté de dividir el tiempo para poder pasar un rato con cada invitado, o mejor dicho su mayoría, pero principalmente pasé el tiempo con mis mejores amigos y mis nuevos amigos.
— ¿Hasta cuando se quedan? — les pregunté mientras me sentaba al lado de ellos, hasta hacía minutos antes había estado deambulando por todas las mesas.
— Hasta el sábado, una semana. — dijo Pili.
— Genial. — admití. — .¿Y dónde se quedaron ayer?
— En lo de Cameron. — dijo Nacho, con total naturalidad, como si hubiese sido lo más normal del mundo.
— Cameron, Cameron. ¿Ese Cameron? — pregunté señalando bastante sorprendida.
— Sí, él fue quien nos convenció de venir, y nos consiguió los pasajes. — habló Pilar.
—¡¿Es en serio?! — no dejaba de estar sorprendida con lo que mis amigos me decían.
— Si, porque te mentiríamos. — agregó Pili.
En cierta oportunidad en la que todo el mundo estuvo centrado en algo del cual no tenía ni la más pálida idea, decidí hablar con Cameron, e ir a sacarme aquella duda de la cabeza, lo antes posible.
— Cameron... Podemos hablar.
— Sí, claro. — dijo él con naturalidad, mientras me hacía un espacio para que me sentara.
— En privado... Si no te molesta. — dije un tanto nerviosa, no entendía porque actuaba así, era Cameron. Sabía que mis amigos no podían apartar la vista de nosotros dos, pero enfoqué mis ojos en él. 
— No, obvio. — se levantó y ambos fuimos a un lugar más apartado de todos. — ¿Qué pasó? — preguntó.
— ¿Por qué invitaste a mis amigos, les pagaste sus pasajes y los hospedaste?
— Sólo pensé que sería lindo que ellos estuvieran acá, con vos. — dijo y volvió a aclararse la voz para continuar. — Sé que no es un momento fácil, porque tampoco lo es para mí, pero quería obsequiarte esto como regalo de cumpleaños. El día que tu papá me comentó sobre lo de la fiesta sorpresa y que quería que le ayudara a armar la lista de invitados, se me ocurrió esta idea un poco loca, se la comenté y a él le convenció, por lo que seguí adelante.
— Pero tú me regalaste los tres libros autografiados por mi autora favorita, eso era más que suficiente.
— En realidad... Ese regalo era para nuestro primer cumplemes de novios, pero cuando los compré me dijeron que se iba a retrasar el pedido y decidí no cancelarlo. Además con todo lo de Bariloche se nos pasó celebrar aquella fecha. — dijo y era cierto, el 3 de agosto habíamos cumplido un mes de novios y ninguno de los dos lo había recordado. Reímos a recordar aquello. — Cuando estés lista para saber mi versión, solo avísame y te diré todo lo que necesites, si es lo que queres. Lo único que voy a contarte es que me enteré lo que sucedió aquel día con Ámbar y vos. Ya hablé con ella y le dejé en claro lo que pienso. Y con respecto a aquel sábado, fue mentira, si vino a casa con comida pero no le permití pasar. — me quedé pensando en ello y como vio que no contestaría siguió. — No quiero que interpretes que quiero que me perdones, sólo quería decírtelo para que supieras que lo que hayas escuchado de ella era todo mentira.
— Está bien, gracias, gracias por todo.
— De nada. ¿Estamos bien?
— Estamos bien. — Respondí con una sonrisa, él también esbozó una y se marchó.
Estaba feliz por eso, aunque aún no estaba lista para escuchar la verdad, sabía que estábamos avanzando, paso a paso, aunque llevara algo más de tiempo.
 




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