Al Son de la Pasión

UNO

Dos semanas después, Mel miró en todas las direcciones mientras entraba en el gimnasio del club, y aunque muchas de las personas que había allí eran conocidas, no vio a quienes andaba buscando: Charlie y Abby. Caminó un poco más entre el gentío que esperaban ansiosos que comenzaran las clases. Algunos conversaban, otros, como todos unos profesionales, estaban calentando, contuvo una risita burlona y volvió a barrer el lugar con la mirada para ver si se encontraba con esas dos. Nada.

Frustrada, dejó escapar un suspiro y miró la tarjeta que tenía en las manos. La recepcionista se la había entregado, era la llave de un casillero para guardar sus pertenencias y prefirió ir allí en lugar de quedarse vagando entre montones de gente con las que no tenía ganas de hablar.

Por suerte, al entrar en el cuarto, se encontró con sus amigas; estaban muy juntas en una esquina y Mel supo de inmediato que estaban chismeando. Esas cosas se sentían en el aire.

—Llevo rato buscándolas —se quejó Mel, llegando hasta ellas— ¿Por qué se esconden?

—No nos estamos escondiendo –Refutó Abby—, Charlie me da información sobre Matt, todas están hablando de él.

Abby selló sus palabras con una sonrisa.

Mel enarcó una ceja. Podía ver ese brillo de cazador tras una presa en la mirada de su amiga.

—¿Quién es Matt?

—Es el instructor de baile —Esta vez fue Charlie quien habló—, papá me lo presentó hace unos días, Abby estaba jugando al tenis, ya sabes como es.

—Si con eso te refieres a que no te voy a dejar en paz hasta que no me lo presentes, pues sí —sonrió Abby.

Mel abrió la boca para burlarse un poco, pero en ese momento escucharon una voz masculina sobre todas las demás y supieron que la clase estaba por empezar. Charlie y Abby se pusieron de pie inmediatamente, pero Mel se vio momentáneamente frisada por esa voz... Era una voz profunda, pero a la vez suave y aterciopelada. Mel se atrevía a decir que sensual y muy... extrañamente conocida.

Ella aun no guardaba sus cosas así que se detuvo frente a su casillero mientras Abby empujaba a Charlie hacia afuera. Sonrió, pero sin poder explicarlo, se sintió un poco nerviosa. Tal vez debería comentar con su terapeuta por qué una voz le hacía sentir nerviosa.

Salió de los vestidores un par de minutos después de sus amigas, pero las clases aún no iniciaban. Las personas se habían organizado por todo el salón y sus amigas estaban hablando con el hombre que asumía era el maestro o lo que fuera. Mel quiso pasar desapercibida e ir junto a los demás, pero Abby le hizo gestos para que se acercara, alertando a los demás de su presencia.

Cuando se acercó, Charlie estaba presentándole a Abby al pobre tipo, que no tenía idea de que acababa de convertirse en una presa.

—Esta que está a mi lado es Abigail Cooper —decía y luego le lanzó una mirada a Mel, que se acercaba lo más lento posible— y aquella amiga de allá es Melinda Dawson.

El hombre se giró a mirarla demasiado rápido y cuando sus ojos se encontraron Mel sintió una descarga que le hizo temblar las manos. Ninguno de los dos se movió. Él terminó de estrechar la mano de Abby en silencio y luego, con demasiada calma como para creer que no la había reconocido, tomó la mano de Mel. Ella sintió que algo se volvía loco en su estómago, un estúpido cosquilleo que intentó controlar, pero no lo logró.

 Por un solo roce “Como antes” pensó. Trató de apartar la mano, pero él se lo impidió.

—Melinda Dawson —murmuró él, dedicándole una breve sonrisa—, es un placer volver a verte.

Charlie les clavó los ojos, pero a diferencia de Abby fue muy buena escondiendo su sorpresa.

—¿Ustedes se conocen?

Matthew por fin soltó su mano.

—Un poco —contesto el y Mel agradeció que pareciera tan dispuesto como ella a dar explicaciones—. Bueno, vamos a empezar. Mi nombre es Matthew Foley... -dijo girándose hacia toda la clase y dándole la espalda.

De repente, Mel se sintió furiosa. Como si él tuviera derecho a darle la espalda. Siguió a sus amigas hasta un rincón del salón mientras Matthew, o Matt, como parecía que todos lo llamaban, iniciaba su ridícula clase.

—¿Por qué no nos dijiste que lo conocías? —Le acorraló Charlie, tan pronto tuvieron un descanso.

Mel ganó tiempo dando un largo trago a su botella de agua.

—Porque no sabía que hablaban de él.

—Te dijimos su nombre.

—¿Matt? Eso ni siquiera es un nombre —susurró molesta— Créeme, si me hubieras dicho que se trataba del maldito Matthew Foley jamás me habría acercado por aquí.

Entre las tres se hizo un profundo silencio antes de que Abby abriera los ojos como si acabara de ver el fantasma de Michael Jackson haciendo el moon walking en medio de aquel maldito lugar.

—¡Ay por Dios! Es ese Matthew.

Charlie miró de una a la otra y de repente las dos parecían haberlo entendido todo.

—¿El Matthew?

Mel se llevó la mano a la cara. Deseaba no haberles contado nada. Pero no había mucho que poder decir en su defensa, para una adolescente con un enamoramiento de verano que se había ido a pique, la mejor solución había sido contarles a sus mejores amigas de la vida porque estaba todo el tiempo llorosa y ya no quería ir a fiestas. Ni loca se había imaginado que alguna vez Matthew coincidiría con las chicas en algún lugar en el mundo.




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