Al Son de la Pasión

ONCE

Unas horas después, ambos estaban tumbados en la cama. Mel acurrucada en los brazos de Matt, dándole una mordida a su trozo de pizza, se sentía estar en el paraíso y, no se atrevería a decirlo en voz alta, pero protegida de una forma de que no podía explicar. Los recuerdos de su juventud, cuando ella pasaba con Matt todo su tiempo. Le encantaba escaparse para pasear con el por la playa o esconderse en rincones de la casa para abrazarse y besuquearse donde nadie pudiera verlos.

Claro que su madre se había enterado eventualmente y claro que enloqueció al saberlo. Su renuencia a aceptar cualquier relación que Mel creía tener con Matthew desencadenó en un millón de discusiones, en semanas sin hablarse y en general, un desastre familiar que por suerte no llegó muy lejos, porque un día Matt y su madre solo se marcharon y no volvió a saber de ellos.

Mel se removió incómoda al recordar los días que pasó pululando junto a los teléfonos, esperando alguna llamada, que él apareciera de alguna forma y le dijera que no había querido dejarla, que le mintiera si era necesario, pero eso nunca pasó.

Al menos no hasta que apareció frente a ella en el club hacia apenas un par de semanas.

Pero eso importaba ahora, se dijo. No tenía que pensar en ello, no quería arruinar lo que sea que estuviera pasando ahora. Era una mujer adulta, así que solo tenía que entender que ella y Matt se revolcarían un poco y eso estaba bien, y debía ser consciente de que era muy posible que él volviera a desaparecer en cualquier momento, después de todo se maestro de danza no le parecía algo con lo que se pudiera plantar raíces.

Mel sacudió la cabeza y devolvió su concentración a lo que era realmente en importante: la pizza. Después de ponerse demasiado juguetones en la bañera, ambos habían vuelto a la habitación para darse cuenta de que la comida estaba casi fría, pero no les importaba. Habían comido sobre la cama aun envueltos en las toallas y decidieron entregarse a la decadencia.

Siendo casi la media noche, el sueño amenazaba con vencerla, pero ella se resistía porque se sentía demasiado bien estar así, la parte de su cerebro que continuaba perteneciendo a una adolescente no paraba de darle vueltas a lo que había pasado si él simplemente no se hubiera marchado. Un noviazgo formal ¿tal vez? Le gustaba fantasear con la posibilidad de que su madre lo hubiera aceptado en algún momento, Matthew dejando de ser tan problemático y todo terminaban bien, como cuento de hadas.

—¿Quieres ver algo en la televisión? —murmuró, pero un bostezo escapó de sus labios, poniendo su agotamiento en evidencia.

Matt bajó la vista hacia ella y le sonrió con ternura. Mel se sentía en la obligación de mantener los pies sobre la tierra, así que se dijo que era solo una sonrisa y que no debería sentir tantas ganas de besarlo.

—Se nota a kilómetros que estás hecha papilla, tal vez deberíamos dormir un poco —replicó, tomando una servilleta de papel para limpiarse los dedos—, supongo que debes trabajar mañana.

Mel se contuvo para no hacer una mueca, otra gran razón por la que no quería irse a dormir era porque no le apetecía despertar sola en la mañana, al menos no si se quedaba dormida con alguien más. Matt no le había explicado cual fue ese compromiso de la mañana y estaba bien, no tenía que darle explicaciones, ella nunca se atrevería a preguntarle nada tampoco, pero no podía negar que la curiosidad la estaba carcomiendo.

Como tampoco podía negar que estaba a pocos minutos de caer en coma del cansancio y sus únicas dos opciones eran aceptar la posibilidad de que Matt no estuviera allí en la mañana o echarlo de su casa en ese momento.

Ninguna de las opciones le gustaba. Pero otro bostezo impertinente la obligó a aceptar que Matt tenía razón.

—En estas últimas semanas he sentido las verdaderas implicaciones de mi puesto —se quejó, poniéndose de pie, para ir por algo cómodo para dormir— he trabajado más de dieciséis horas casi todos los días, ni loco me esperes en las clases para el viernes.

Eso le recordó que debía llamar a sus amigas, tal vez invitarlas a comer, o tal vez esperar al lunes e ir por unos tragos. Ya lo pensaría en la mañana.

Matt ladeó la cabeza, aun en la misma posición sobre la cama. Mel se negó a pensar en lo íntimo que parecía aquello.

—¿Algo importante? —cuestionó.

Mel estaba hurgando en un cajón, pero se detuvo para poder responderle y sonrió. Aún con lo abrumador y absorbente que estaba siendo la organización de la fiesta, le emocionaba demasiado como para no contarle.

—Estoy organizando la inauguración de un nuevo restaurante, he estado de cabeza en todo y ha sido tremendo porque es la primera vez que estoy a cargo de algo tan grande, es la primera inauguración en lo que tengo en la empresa y sabes como es mamá así que tiene que quedar perfecto…

Ella aun continuaba balbuceando, el no hacerlo todo lo bien posible en la fiesta era algo que le quitaba el sueño más de lo que estaba dispuesta a admitir. Matt se levantó de la cama, por suerte tuvo la consideración de atarse la toalla a la cadera mientas se acercaba a ella y la tomaba por los hombros.

—Seguro que será perfecto, nunca te he visto hacer nada mal —murmuró él antes de inclinarse y depositar un casto beso en sus labios.

Aquel siempre gesto le dio un gesto de confianza y Mel se dio cuenta de cuanto necesitaba aquello, aunque nunca lo hubiera pensado. Su madre y ella nunca habían sido personas de palabras, así que, por lo general, si algo estaba bien Yvonne solo asentía y a Mel le quedaba claro que estaba satisfecha; si no, arrugaba un poco el entrecejo y se comportaba de forma condescendiente y ella odiaba eso.




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