Al Son de la Pasión

TRECE

 

El sábado a las siete en punto, Mel escuchó el timbre de su casa y la recorrió una descarga eléctrica en parte emoción, en parte nervios. No había duda de que se trataba de Matthew, ya que habían acordado que él pasaría a buscarla justo a esa hora. Al menos se había aparecido antes de tiempo, como la otra vez.

Ella aún no estaba lista. La estilista se había demorado más de lo que pensaban con su moño y apenas acababa de marcharse. Mel ni siquiera había sacado su vestido de la bolsa, porque los últimos dos minutos había estado demasiado ocupada mirándose al espejo y apreciando su conjunto de lencería color champan. Pasara lo que pasara, tenía planes para ella y Matthew esa noche, así que se cubrió con un albornoz y salió a recibirlo; y no pudo evitar sonreír mientras bajaba las escaleras y tuvo un deja vu.

Durante los últimos días desde que se atrevió a invitar a Matt a la inauguración, Mel se había estado debatiendo entre dejarle claro que el evento era de gala o simplemente fingir demencia y regalarle un traje y le había costado mucho no hacer ninguna de las dos porque lo conocía lo suficiente y había visto bastante de él en las últimas semanas como para saber que eso tal vez lo ofendería.

Entonces se dedicó a rezar para que eso no supusiera un problema y al abrir la puerta de su casa en lo único que pudo pensar fue en que sus oraciones claramente fueron escuchadas.

Decir que al verlo se había quedado sin habla era quedarse corta. Matt vestía un traje azul oscuro que, como tremenda coincidencia, combinaba con el vestido de Mel y sin duda hecho a la medida. Además, hacía un excelente trabajo resaltando el color de sus ojos y, por supuesto, paralizándole la respiración.

Era la primera vez que Mel lo veía con algo más que jeans, chándal o camisetas y el cambio era... Decir “favorable” era quedarse corta.

—Vaya —murmuró ella haciéndose a un lado para que él pudiera pasar.

Matt le sonrió y extendió los brazos. Parecía divertido con su reacción.

—¿Sorprendida?

—No tienes idea —contestó devolviéndole la sonrisa— ¿Me esperas cinco minutos mientras termino de prepararme?

—Por supuesto.

Mel lo miró a los ojos y vio como le brillaban con picardía. Recordó la última vez que le había pedido que la esperara ahí abajo, así que se vio en la obligación de amenazarlo para que se quedara ahí abajo, justo donde estaba, porque no estaba segura de lo que podía pasar si Matt con ese traje, ella y una cama estaban encerrados solos entre las mismas paredes por más de diez segundos.

Subió las escaleras escuchando el sonido melodioso de su risa e intentó no pensar en su aspecto mientras sacaba su vestido de la bolsa en la que había estado durante los últimos diez días. Sabía que colocárselo requeriría de mucha destreza, pero prefería intentarlo sola que pedirle ayuda a Matt.

La mirada que había recibido de él solo inspiraba cosas que terminaría destrozando el peinado que tanto tiempo le había costado.

Quince minutos después, estaba lista, pero algo nerviosa. Había elegido el vestido con la ayuda de Abby, que era la persona a la que siempre le pedía consejos de moda y su amiga inexplicablemente logró convencerla de que el traje era la mejor opción, sin embargo, ahora, que se miraba al espejo, no estaba muy segura.

El escote en su pecho, en forma de diamante, mostraba más de sus pechos de lo que Mel estaba acostumbrada y ni siquiera quería pensar en su espalda que daba la ilusión de estar del todo descubierta. No iba a mentir y decir que no estaba hermosa, sin embargo, empezaba a creer que era demasiado para un evento del trabajo.

El tono de su celular la hizo dejar de mirarse al espejo y prestar atención al aparato. Se trataba de un mensaje de Abby, ¿Cómo no? Y Mel sonrió al ver el: Deja verte, Melinda.

Sin pensarlo dos veces y aun con la sonrisa en la cara, Mel se tomó una selfíe y la envió a su amiga. En lugar de recibir otro mensaje, en un par de segundos tenía una llamada entrante de Abby.

—¡Solo quería que me oyeras decir que estás despampanante!

Mel dejó escapar una carcajada.

—Pues gracias.

—Y sería estupendo que la noche termine contigo encontrando a algún tipo sexy en esa fiesta y revolcándote con el hasta la mañana. 

—Bueno… —Mel carraspeó— La verdad es que ya tengo compañía para esta noche.

No estaba segura de que contarle a Abby fuera una buena idea, pero lo cierto era que se moría de ganas por hablarlo con alguien.

» Invité a Matt.

—¿Matt? ¿Te refieres a Matthew Foley? —su amiga sonó desconcertada— Ay por Dios, pensé que lo odiabas.

—Si… Las cosas han cambiado un poco y…

—Melinda, te lo estás tirando.

Aquello no fue una pregunta, fue más bien una acusación, pero cuando Mel se estaba preparando para responder, su amiga estalló en carcajadas.

—Respira, Mel, no te culpo. Yo también me lo tiraría si no fuera tuyo.

—él no es…

—Si, sí —la interrumpió— ¿Donde está él ahora?




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