Al Son de la Pasión

VEINTE Y DOS

 

Mel respiró profundo y sus pulmones se llenaron del olor de Matthew de la misma forma en que se inundó la oficina tan pronto él entró. Sus ojos se encontraron un par de segundos antes de que le fallaran los nervios y los apartara de los de Matt. De repente volvía a sentir que le temblaban las piernas.

Era consciente de que debía decir algo, después de todo, había volado hasta allí para hablar con Matthew, pero su cerebro no respondía.

Fijó la vista en el pecho de Matt porque a pesar de que se aseguró de ponerse tacones bastante altos para poder mirarlo a la cara, ahora no tenía tantas ganas. Si había pensado que hace un momento estaba fría y sudorosa, de seguro que ahora también estaba pálida.

—Mel… esto es… me sorprende verte.

Una parte de ella se alegró de que Matthew tampoco supiera qué decir.

—Lo siento por aparecerme así.

Él dio un paso hacia ella, pero Mel retrocedió automáticamente y Matt se detuvo. Era evidente que estaba confundido sobre las razones que la llevaron hasta allí, así que ella se obligó a hablar.

—Lo sé todo Matthew y venir hasta aquí tal vez sea demasiado estúpido, pero necesitaba que me explicaras en mi cara por qué lo hiciste.

—Mel, pensé que estaba claro que yo…

—No entiendo por qué no viste la necesidad de decirme nunca que te atreviste a cobrarle a mi madre para alejarte de mí —escupió. De repente, tenerlo frente a ella era como echarle leña al incendio mal disimulado que era su enojo.

La expresión de espanto de Matthew y la repentina palidez de su rostro fue como un valde de agua helada directo a su cabeza. Ella se quedó esperando que lo negara y por unos segundos, incluso lo deseó y se avergonzó al darse cuenta de qué, de él haberse negado, ella le habría creído, porque claramente era estúpida.  

Entre ellos se hizo un silencio que pareció eterno, hasta que Melinda volvió a hablar.

—¿Entonces es cierto? —murmuró intentando contener la rabia en su voz— ¿Acepaste dinero de mi madre, le cobraste por dejarme?

Él se apretó el puente de la nariz y se movió en círculos por la oficina, como si no tuviera idea de que decir. Mel estaba a punto de perder la paciencia, cuando él decidió responder.

—Necesito un trago. ¿Quieres algo?

Mel respiró profundo.

—Quiero la verdad.

Matt frunció el ceño y caminó hasta el mueble bar en una esquina, en el que ella ni siquiera había reparado. Se sirvió una bebida ambarina de una botella y lo tomó todo de un trago.

—¿Decías?

Ella volvió a inspirar un par de veces antes de hablar porque lo que menos quería era hacer una escena gritándole todos los insultos que tenía en la cabeza.

—De como le cobraste a mi madre para irte lejos dejándome como una idiota preocupada por ti.

—Yo nunca le cobré a Yvonne —murmuró él, masticando las palabras

Esta vez fue el turno de Melinda de recorrer la oficina en círculos, cuidando no acercarse a él.

—No mientas, ella misma me lo contó todo, de como tú y tu madre pidieron dinero a cambio de irse para siempre.

El rostro de Matthew se puso tan rojo que, por un segundo, ella se sintió genuinamente preocupada por él.

—Claramente mintió. Nosotros nunca pedimos nada, no cobramos. Simplemente no tuvimos opción —escupió él, sirviéndose un segundo vaso de que lo que fuera que estaba tomando—. Yvonne solo llegó un día y me acusó de haberme propasado contigo, dijo que fuiste llorando hasta ella porque yo te ataqué, así que despidió a mamá y nos echó de la casa. Yo no supe del dinero hasta que mucho después, mamá lo aceptó porque no teníamos nada más.

—Eso no es cierto, yo… estás mintiendo —la voz de Mel tembló—. Mamá dijo…

—¡Melinda, por favor! Yvonne es una arpía parada en dos patas, ¡qué no lo ves! Yo sé ahora que todo lo que dijo es mentira, pero ese maldito talento que tiene para meterse en tu cabeza y envenenarlo todo...

Mel giró en el mismo sitio, sin saber qué decir. Algo en su interior sentía deseos de defender a su madre, pero incluso ella sabía que las palabras de Matthew eran ciertas.

 » Por años creí lo que dijo —continuó—. Pensé que habías dicho esas cosas porque era más fácil que nos echaran a decirme que ya no querías nada conmigo y tener que verme cada día. Pensé que me apartaste de tu vida porque no era un tipo de tu clase.

—A mi nunca me importaron esas cosas —murmuró, conteniendo las ganas de llorar—. Si me hubieras prestado atención, si hubieras hablado conmigo… Es claro que no me conoces. ¿Esto… era tu venganza, Matt?

Él apartó la vista y Mel sintió que algo en su interior se rompía. Había viajado hasta allá por respuestas, pero nunca se imaginó que dolerían tanto.

—Mi mamá usó el dinero de Yvonne para mi universidad, y todo el tiempo estuve pensando en ti y mi resentimiento se fue haciendo más fuerte —confesó—. No me siento orgulloso ahora, pero era lo único que lo que pensaba. Y entonces conocí a Ben. Tampoco estoy orgulloso, pero él estaba ahí; yo tenía el cerebro y él los millones de su familia y en un principio fue la única razón por la que me interesó ser su amigo…




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