Al Son de la Pasión

VEINTE Y TRES

Melinda miró la comida en su plato y, después de mucho remover lo que estaba en él, se obligó a llevarse un poco a la boca. Eso de morir de hambre y al mismo tiempo no, era demasiado complicado. Podía sentir la mirada de Matthew sobre ella, pero ninguno había intercambiado ni una sola palabra desde que ordenaron.

Intentó controlar las nauseas nerviosas y, tras tragar, dio un largo trago a su copa de vino. Su lado racional le dijo que era una mala idea, pero necesitaba algo que calmara sus nervios antes de que él notara que sus manos temblaban ligeramente.

Ahora que estaba un poco más calmada, sabía que la conversación de una hora atrás no estaba ni cerca de ser suficiente.

—Mel…

Ella levantó la vista desde su plato y fijó los ojos en el rostro de Matt, y las palabras salieron de su boca sin poder controlarlo.

—La casa a la que me llevaste… ¿Es...?

Matthew pareció entender lo que pretendía preguntar y se adelantó.

—No te mentí, sí es la casa de mi abuela y no estaba quedándome en ella, pero supuse que tendría demasiadas preguntas que responder si te invitaba a mi hotel.

Mel sacudió la cabeza.

—¿Entonces por qué me invitaste a salir?

—Honestamente no lo sé. Pensé en cancelarlo a los cinco minutos, pero al mismo tiempo no quería hacerlo y sé que ese día terminó en desastre, pero fue divertido mientras duró y sabía que te gustaría el lugar.

 Melinda no pudo controlar la media sonrisa que se formó en sus labios. Miró la copa de vino, pero al último momento decidió darse un trago de agua. ¿Por qué estaba su garganta tan seca?

—¿Y por qué seguiste viéndome? Sabías que no te quedarías, sabías que tendrías que marcharte y que me dejarías de nuevo y nunca dijiste nada —su voz se alzó ligeramente y ella se acomodó en su asiento, rindiéndose a darle otro trago a su vino.

—Yo… —Matt resopló— Mel, no lo sé. Quería estar cerca de ti hasta el punto de que no pensé en nada más, luego creí que podría decírtelo más tarde y ese después se fue posponiendo. En realidad, no sé qué pensaba hacer, ni siquiera tenía un plan.

Ella lo observó removerse incómodo en su asiento, pero no sintió pena, al contrario, con cada palabra de Matthew lo único que sentía era mucha más curiosidad.

—¿Y por qué aceptaste ir a la fiesta si sabías que la gente podría reconocerte?

Matt apartó la vista.

—¿Qué? —insistió Mel.

—Sabía… o al menos creía saber que no me encontraría con nadie conocido —murmuró. Levantó los ojos y los fijó en los de ella y Mel entendió que se sentía avergonzado de lo que sea que estuviera a punto de decirle—. Hablé con tu madre la mañaba después de que me invitaras, le dije que te acompañaría y… digamos que la convencí de no decirte la verdad.

—¿Cómo que la convenciste? —exclamó. De repente se sentía tanto o más incómoda que él— ¿Cómo la convenciste, Matthew? —insistió.

Vio como él se tomaba su copa de vino de un solo trago antes de responder.

—Bueno… a ella no le convenía ponerme en evidencia y pensé que podía salirme con la mía —gruñó—. Claro que no fui capaz de calcular que tu madre es diabólica e invitó a Ben a la fiesta, supongo que le salió todo tal como esperaba.

Mel lo miró fijamente a los ojos mientras él tomaba la copa que ella dejó a la mitad y también se la tomaba de un solo trago. No le sorprendió escucharlo, porque eso sonaba como algo que su madre haría, porque no le gustaba perder y sentir que estaba en las manos de Matthew no la dejaría vivir en paz. Eso además explicaba por qué parecía tan calmada cuando la vio aparecer con Matt en la fiesta; ella ya sabía que estaría allí.

Volvió a fijarse en el gesto de incomodidad de Matthew justo cuando el camarero volvió para llenarles las copas. Cuando se marchó, Mel ladeó la cabeza

—La odias, ¿verdad?

—No te imaginas cuanto… Y sé que es tu madre así que lo siento, pero…

—Renuncié —le interrumpió.

 Matt enarcó una ceja y la miró en silencio unos segundos.

—¿A ser su hija?

Ella se contuvo para no poner los ojos en blanco.

—Renuncié al trabajo. No sé por qué pensé que debía mencionarlo.

Matt no dijo nada, pero ella pudo ver un breve brillo en sus ojos.

Volvió a fijar la atención en su plato mientras Mel se preguntaba qué diablos había dicho para provocar aquel silencio. Se tomó su nueva copa de vino mientras lo miraba comer, sin atreverse a tocar el desastre que era su propio plato. Cuando terminó, Matt le lanzó un vistazo y luego llamó al camarero.

Lo observó mientras se encargaba de la cuenta. Suponía que en cuanto saliera de aquel restaurant todo estaría dicho entre ambos y solo le quedaría volver a su hotel antes de tener que volar a casa al día siguiente. Y cuando estuviera de vuelta, no tendría de otra que comenzar a organizar su vida nuevamente. Y olvidarse de Matthew Foley y del desastre que siempre dejaba a su paso.

Ya lo había hecho una vez, no podía ser tan difícil ahora.




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