Cuando abrió los ojos, Mel no pudo estar segura de qué horas eran. No creía haber dormido demasiado, aunque ya había anochecido y podía verlo a través de las cortinas en las ventanas de Matt.
Giró la cabeza hacia él, que la rodeaba con su brazo mientras dormía. Parecía intentar que ella no se escapara durante su sueño y Mel lo confirmó cuando se acomodó un poco y el agarre de Matt sobre su cadera se afianzó.
Respiró profundo.
Los latidos de su corazón iban a toda máquina y todavía no tenia idea de lo que debía hacer. Desesperada, se movió tan lento como pudo hasta lograr librarse del agarre de Matt y entonces salió de la cama. No tenía tiempo para recoger toda su ropa así que tomó solo su ropa interior y caminó en puntillas hasta la sala.
Su bolso continuaba sobre el sofá y el vaso de agua que le pidió a Matt seguía donde mismo lo había dejado unas horas antes. Mel se lo tomó de un trago antes de agarrar la cartera y sacar su celular. Ni siquiera se fijó en la hora mientras verificaba que tenía seis llamadas perdidas de Abby y cuatro de Charlie.
Sin perder el tiempo, caminó hasta la esquina más lejana, para que su voz no llegara hasta la habitación, y se dejó caer contra el vidrio frío, mientras le marcaba a sus amigas por video llamada. Abby no tardó en contestar.
—¡Mel! Te he llamado un millón de veces, pensamos que te habías perdido en la ciudad.
—Lo siento, yo… Lamento no haber contestado. ¿Dónde está Charlie? Necesito hablarles, no tengo mucho tiempo.
Abby hizo una mueca.
—No lo sé, seguro está en el trabajo. Ayer se quedó hasta tarde para recuperar el papeleo amontonado.
Mel se sintió culpable. Sabía que la razón por la que Charlie estaba atareada era por los días libres que había tomado para estar con ella.
» Pero no importa, puedes contarme a mi y yo le reproduzco. ¿Cómo te fue con Matt?
Ella dudó antes de responder, necesitaba hablar con sus dos amigas, sin embargo, le tocaba conformarse con lo que tenía.
Abrió la boca, pero justo en ese momento el teléfono pitó y de repente, el rostro de Charlotte ocupo la mitad de su pantalla.
—¡Melinda, hasta que al fin…! —murmuró y se detuvo— Espera un momento, ¿estás desnuda? ¿Y despeinada? Oh, por Dios, ¿volvieron? —el chillido de su amiga retumbó en el salón y Mel tuvo que chistarle.
—¿Pueden dejar de gritar? —murmuró, sosteniendo su teléfono para que las chicas solo pudieran ver su cara—. No tengo mucho tiempo, necesito un consejo.
—Bueno, aquí estamos, pide ese consejo y luego cuéntanos como te fue.
Mel contuvo una mueca.
—Estoy en casa de Matt…
Charlie chilló.
—¡Lo sabía!
—¿Van a volver? —inquirió Abby con una amplia sonrisa.
Mel se tomó un segundo para responder.
—No estoy segura de lo que estoy haciendo, chicas. Tengo miedo; una parte de mi quiere salir huyendo hasta el aeropuerto en ropa interior y otra me grita que seré miserable toda mi vida si lo hago. Y Matthew dijo cosas tan bonitas hace un rato…
—¿Y entonces cual es el problema? —la interrumpió Charlotte.
Ella resopló.
—No quiero darle la oportunidad de volver a lastimarme o mentirme. No lo soportaría una tercera vez.
—Mel…
—Técnicamente solo te ha mentido una vez, hace siete años solo te abandonó —señaló Abby, provocando que Mel y Charlie se quedaran en silencio por unos segundos— ¿Qué? Es cierto.
—Lo que Abby quiere decir es que no puedes pasar toda la vida presa del miedo —intervino Charlie—. Y sí, lo que Matthew hizo fue espantoso, pero también se ha disculpado, ¿o no?
Mel asintió.
»Y parece sincero, ¿o me equivoco?
Ella volvió a asentir.
»Y lo amas ¿o estoy percibiendo mal las cosas?
Esta vez, Mel habló.
—Lo amo, pero…
—Pero nada, Melinda, dale al hombre una oportunidad. Esa tontería de “nunca lo sabrás si no lo intentas” aplica justo ahora.
—O la frase de “es mejor hacerlo y arrepentirse que no hacerlo y arrepentirse” —agregó Abby.
—Eso, pero estamos seguras de que no te arrepentirás. Solo... tómalo con calma. No te estamos hablando de que vueles a Las vegas en la mañana, solo disfrútalo, cariño. Te lo mereces.
—No quiero terminar vomitando y comiendo pollo frito otra vez —se burló. De repente sus ojos estaban húmedos.
—No lo harás, lo juro. Si Matthew Foley te lastima una vez más, yo misma llegaré a su casa para castrarlo mientras duerme —sonrió Charlie—. Hazle saber que fui yo quien te dio sus datos.
Mel no pudo evitar reír mientras un par de lágrimas se deslizaban por su rostro.
—Lo haré. Gracias por todo, chicas. Las amo —murmuró.
—Nosotras también te amamos, pásala bien —aulló Abby.