Al Son de la Pasión

EPÍLOGO

Siete meses después.

 

Abby entró en la habitación de hotel que Mel estaba usando para arreglarse y le lanzó una mirada emocionada.

—¡Estás hermosa! —exclamó y luego se giró a Charlie, a quien todavía estaban maquillando— ¿Debería aprovechar este momento para llorar ahora que no tengo nada que arruinar en mi rostro?

Mel puso los ojos en blanco.

—Agradecería que no lloraras, eso le corresponde a la novia.

—Pero la novia parece salida de una historia de princesas y no puede destrozar la obra de arte. Mejor llora en la fiesta, a nadie le importará.

Ella prefirió no replicar a eso. Por el momento no sentía ganas de llorar. Nervios, sí; nauseas, tal vez, pero eso era todo. Abby se acercó a Charlie y comenzaron a murmurar entre ellas mientras Mel fijaba la vista en su teléfono. Tenía un mensaje de Matt diciéndole que en pocos minutos estaría frente al altar y le respondió con un breve “van a maquillar a Abby”.

El día era precioso, y aunque el miedo a que el clima de junio pudiera arruinar una boda al aire libre los detuvo por un momento, al final se decidieron por ello y Mel no se arrepentía. La ceremonia sería simple y privada y luego de casarse estarían un par de semanas en una isla polinesia antes de tener que volver al trabajo. Matt tenía negocios que le obligaban a permanecer pendiente y disponible casi todo el tiempo, así que era una suerte poder robarse dos semanas solo para ellos.

Mel, por otro lado, había comenzado a trabajar con Matt después de que él lograra convencerla de que sí necesitaba a alguien para relaciones públicas en su empresa. Hasta ella, la compañía de Matt no había tomado la molestia de tener un departamento de RR. PP. Y preferían contratar agencias externas. Matthew necesitó varias semanas de esfuerzo constante, pero al final, hacía más o menos cinco meses, Mel comenzó a hacerse cargo del recién creado departamento.

Volvió a mirar su teléfono y contuvo el suspiro de desanimo que amenazó con brotar de sus labios. Podían llamarla masoquista, pero ella aun esperaba una llamada de su madre o al menos un mensaje de texto.

Le había enviado la invitación, incluso cuando Yvonne dejó muy claro que no la quería y estuvo esperando alguna respuesta por casi un mes, pero no obtuvo nada más que silencio de su parte. Y aunque era de esperar, le provocaba un apretujón en el pecho cada vez que pensaba en que se casaría sin que su madre estuviera allí.

—Mel.

Abby la sacó de sus pensamientos y cuando Mel se giró hacia ella, Charlie estaba levantándose del sillón de maquillaje y le cedía el puesto a su amiga. Faltaban menos de cuarenta minutos para la ceremonia.

—Hmm…

—Tenemos que hablar. ¿Recuerdas cuando dijiste que si invitábamos a alguien más haríamos un desastre con la organización de las mesas?

Mel gruño para sus adentros, imaginándose lo que se venía.

—Si…

—Bueno, es que invité una cita, no te avisé porque fue de último momento. ¿Lo siento, pero podrías lograr que pongan otra silla en nuestra mesa?

—Sé que quieres matarla —intervino Charlie sin parar de mirarse al espejo—, yo la mataría, pero invitó a Joey Betts, ¿puedes creerlo?

Mel dejó su frustración de lado y miró a su amiga enarcando ambas cejas. Después de pasar meses negando que salía con Joey Betts, que lo invitara a la boda era tan impactante que incluso estaba dispuesta a dejarlo pasar.

Estaba a punto de molestar un poco a Abby para lograr deshacerse de sus nervios, pero entonces sonaron un par de toques en la puerta y todas se quedaron en silencio. Charlie fue quien caminó hasta la entrada para ver de quién se trataba.

El grito de su amiga la espanto.

—No puedes estar aquí, es de mala suerte que…

 La puerta se abrió antes de que Charlotte pudiera continuar y la cabeza de Matt apareció por la ranura.

—Estamos en pleno siglo XXI, Charlie, estaremos bien —se burló y dirigió la vista hacia Mel— ¿Podemos hablar un segundo, a solas?

—¿Vienes para decirme que te arrepentiste y que pretendes escaparte a Monte Carlo con una desnudista?

Matt sonrió.

—Vengo a darte mi regalo de bodas.

—Eso puede esperar hasta después de la ceremonia, Matt —Charlie se estaba tomando en serio su papel de dama de honor, pero nadie hizo caso a lo que dijo.

Mel se puso de pie y caminó a la puerta tan rápido como le permitían sus espantosamente altos tacones, le dedicó a su amiga una mirada de disculpas y luego giró hacia la maquillista.

 —Vuelvo en dos minutos, prometo no sudar.

Salió de la habitación antes de escuchar todos los comentarios fuera de lugar de sus amigas. Antes de que pudiera decir algo o preguntarle a Matthew por qué estaba allí, este la rodeó con sus brazos y la besó. Mel se dejó arrastrar porque nadie más que ella necesitaba aquello y le respondió con la misma intensidad. Cuando se separaron para respirar, se llevó la mano a los labios y gruñó.

—¿Este es mi regalo de bodas? Porque voy a tener que explicarle a esa maquillista por qué debe retocarme el labial.




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