Al terminar el otoño

Capítulo |2|

Maximiliam Snyder
 


A la primera hora de la mañana siguiente la psicóloga Hoffman regresó encontrándose con la paciente más irritable de todas casi atacando al enfermero que nos encubre por también intentar hacerle creer que solo me ve ella mientras encuentran otra habitación libre para mí. 

Asombrada toca el moretón que muy probablemente tengo cerca de la sien izquierda. Pues ahí tengo un extraño ardor.

—¿Y por qué te golpeó en la cara? —indaga.

—Quise hacerle creer que es esquizofrénica y que soy producto de su imaginación para que no me delatara con los otros enfermeros que desconocen que me refugio aquí.

—¿Y bien? 

—Me dijo que no le gusta estar pensando pendejadas e intentó borrarme de su mente con el codo. Usó otras palabras, pero eso quiso decir.

La psicóloga Hoffman se echa a reír mirándome fijamente.

»Gracias por acceder a ayudarme Anne. Creí que no lo haría.

—No lo iba a hacer, pero cuando tu hermana Hannah me dijo tu nombre… 

—¿Mi nombre? ¿Qué hay con mi nombre? ¿Así se llama algún ex que sí amó?

—Mi hermanito, así se llamaba, Max.

—Llamaba, lo siento. 

—¡Pero claro, Max! 

Por un segundo la alegría que cursa su cara me recuerda a Hannah cuando le soy de utilidad y su mirada brilla con amor genuino al abrazarme. 

—¿Todo bien? —pregunto ya que permanece ida.  

—Más que bien. 

—¿Mmm….?

—Hola Maxim Hoffman. 

—Soy Maximilian… —le recuerdo. 

—Maxim Hoffman fue mi hermano mayor, él murió aquí incluso antes de que yo terminara la escuela de psicología. Tú tomarás su lugar en los registros de la clínica. Casi todo el personal ha ido cambiando con los años. Reactivare el historial clínico de mi hermano y te daré un lugar seguro aquí dentro bajo su nombre. Ya nos veremos en el infierno después por torturar a esa pobre muchacha. 

—No, el infierno es tenerla cerca, créame. 

—Sé cuidadoso con ella ¿Sí? Su familia nos haría añicos si algo le pasa. Gánate su amistad antes de que tenga derecho a su primera visita y nos boicotee con ellos.

—¿Quién es su familia?

—La familia Livingstone, unos productores muy afamados… Quizá en tu pueblo no se…

Jamás me habían dicho pueblerino de una manera tan directa. Arias tiene lo suyo, no solo calor infernal.

—Los conozco o por lo menos los ubico. Sabe, mi padre, mi hermana y yo también somos productores, pero pertenecemos a la agencia de la familia Simmore. Mi hermana es la mejor guionista…. 

—¿La extrañas mucho, no? La has mencionado unas…

—Me tomó más de veinte años asimilar que ya no es una niña siendo mayor que yo, me cuesta confiar en que él la tratará como merece conmigo encerrado aquí y acusado por desfalco en las producciones de Alaska. 

—Me pasó igual con… —resopla y sus ojos comienzan a humedecerse—. He perdido a dos personas importantes, la más reciente me dejó el alma fracturada. La primera es mi hermano Max y la segunda mi pequeña Abi. 

—Lo lamento tanto. 

—Tú te pareces a Max, solo que sus ojos eran tan azules como los de Abi. 

Acaricia mi cabello de forma maternal, creo que es eso. ¿De verdad nos parecemos? Mis ojos son castaños y ella es tan blanca que dudo que su hermano comparta al menos mi tono de piel.

—Miranda es como un encargo directo de Alessandro, él hizo feliz a lo que más he amado, ahora es mi turno y le estoy pagando mal.

—Bien, yo distraigo a la loca mientras usted hace su papeleo para trasladarme.

—¡Max! —me reprende.

—Quiero decir, yo me encargo de Miranda. Descuide, la haré sentir cómoda con su huésped.

—Controlate que estoy así —junta sus dedos dejando un minúsculo espacio—, de mandarte a la zona resguardada. 

—De acuerdo, de acuerdo.

Más tarde estoy de regreso en la habitación de Livingstone. El plato donde debía almorzar hace unos minutos está vacío y ella está saliendo del baño cuando termino de ingresar. 

—Que buena digestión.

—Otra vez tú.

—Soy un… —resoplo cansado sentándome cerca de ella sin llegar a invadir su espacio—. Tengo que confesar que no soy parte de tu imaginación —Ladea exasperada por no haberse tragado mi farsa—. Hace veinticinco años morí en esta habitación. Y solo pueden verme las personas a las que les exito.

Forma ese mohín maligno juntando sus cejas antes de pegarme en el hombro.

»¡Contrólate, me pegas por todo!

—¡Mi alucinación, mis reglas! 

—En el fondo me agradas. 

Sus mejillas se tiñen de rojo y de inmediato se da la vuelta para no verme o no dejarme verla.

—Yo no hablo con alucinaciones. 

—¿Ni fantasmas? Tal vez ocupo tu ayuda para descansar en paz.

—Pídesela a la psicóloga, parece que también te ve.

—De hecho cada quien me ve como lo que más desea —se acerca curiosa—. Te felicito, esta es la versión que más me ha gustado de como me imaginan. Te luciste. 

—Justo cuando creía que tenías un poco de cordura. 

—No es lo que deberías esperar precisamente cuando ambos fuimos ingresados a un manicomio. Aunque en diferente época. 

—¿Cómo te llamas? 

—Maximi… Maxim Hoffman. Anne puede verme porque es mi hermana, de hecho necesito que me suelte, no me deja trascender. 

—¿Y se lo has dicho? 

—Llevo dos décadas intentándolo. Soy la razón por la cual no renuncia a este lugar. 

La respiración de Miranda poco a poco se acompasa, su mirada se retrae y puedo apostar que la compasión por primera vez la toca.

—¿Y qué necesitas para descansar en paz? 

—Me fui tan joven que no conocí much…

—Pues muy joven no te ves. 

—¡Pena veinte años y después hablas mocosa orgullosa! 

—Relájate fantasma engreído. 

—Además me ves como lo que más deseas, yo que culpa de que tengas fantasías con hombres mayores que tú, necrófila. 

—¡Triple idiota!

—¿Me vas a ayudar o no?

—Con tal de deshacerme de ti —vira los ojos—. ¿Qué ocupas?



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En el texto hay: romance, comedia humor, diferenciaedad

Editado: 01.08.2023

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