Sus opinión es muy importante para mí :3
Miranda Livingstone
Pasamos la tarde y gran parte de la noche sentados en el suelo mirándonos en silencio desde la punta de la habitación a la otra, solo recargados de la pared cuidando cada mínimo movimiento. Sospecho que me tiene tanto miedo como yo a él. Quizá debo inventarme algunos crímenes para intimidar y no le pase por la mente acercarse a mí mientras duermo.
—¿Por qué ingresaste aquí? —pregunto.
—Ya te dije que morí.
—Sí, ¿Pero por qué te ingresaron "en vida"?
—Buena pregunta…
Rápido Miranda, piensa algo muy fuerte para que no crea que te supera en nivel. Un crimen grande y descabellado que lo haga guardar su distancia hasta que el doctor Montes regrese mañana.
—Yo maté a once personas con un tenedor —zanjo formando mi sonrisa más siniestra.
¿Qué? Bien, no suena tan mal, logré sacudirlo. Justo cuando creo que se ha intimidado la comisura derecha de sus labios se levanta.
—¿Un tenedor? Es mejor con los dientes, el miedo y la sangre son un manjar de dioses.
Mis órganos se revuelven al escucharlo y ver la oscuridad de sus iris enfocarme. Quiero vomitar y llamar a la policía, lo ha dicho con tanta calma. Pero claro, los psicópatas no tienen culpa o remordimiento. Ni siquiera logran distinguir entre lo correcto e incorrecto.
—Los acabé en menos de media hora.
—¿No deberías estar en prisión? —cuestiona.
—Tengo contactos —lo miro fijo—. Uno más no haría un cambio. ¿Y tú?
—Es ilegal contar lo que hice, además prefiero que puedas dormir —explica levantándose de un salto.
Observa la habitación y después la hora en el reloj que lleva en la muñeca antes de susurrar; hora del fantasma.
—¿A dónde crees que vas?
—Te preocupas por mí, que linda. Descuida mientras no me rocíen con agua bendita todo estará bien conmigo.
Se acerca a la puerta y se asoma hacia afuera dejándome perpleja. He intentado varias veces siquiera girar la chapa y me es imposible.
—No me preocupas, ¿Cómo pudiste abrir la puerta? Se supone que está asegurada hasta que pase mi primera semana de adaptación.
Tengo entendido que a la semana me dejaran ir al jardín y mezclarme con el resto de personas que están en reintegración. Ya que creen que si me lo permiten desde ahora intentaré escapar. No suena tan absurdo, pero si me llegan a ver fuera de la habitación mi estadía aquí podría extenderse por mala conducta.
—No cuando eres un fantasma, las cerraduras dejan de ser un problema.
—Casi te creo.
—¿Quieres venir?
—Acabas de escucharme, me traera problemas.
—Solo entendí; soy miedosa.
—¿A dónde vas?
—Es media noche, debo ir a hacer cosas de fantasmas, ya sabes; mover cosas y andar deambulando sin razón, pero antes necesito un cambio —dice para sí mismo tirando de su abrigo.
Lo miro extraño cuando toma la bolsa transparente con ropa que dejó el enfermero al traer los calmantes que me recetó el doctor Montes, los cuales obvio solo fingí tomarme. Lidie para quitarme de la boca el sabor amargo que tanto detesto.
—Eres el único que puede usar su ropa. ¿Por qué te pondrías esta horrible vestimenta de la clínica?
—¿Cuándo has oído que alguien diga que lo asustó un fantasma en jeans y chaqueta? Los espectros tenemos una reputación que cuidar. No quiero ser el único fantasma imbécil que no se presente adecuado al trabajo.
—Por momentos deseo con toda el alma que sí seas un fantasma o en su defecto un asesino que planea matarme. Me niego a creer que algún lado de mi cerebro es tan deficiente como para crearte.
Tira una refrescante risa dirigiéndose al baño. Me preguntaría que estoy pagando, pero creo que lo tengo claro: Jolie Hasson y su metiche amiga.
Estira los brazos para sacarse el abrigo y la playera.
—¡No te cambies aquí indecente!
—¡Hey, yo llegué primero y si quiero desnudarme lo haré!
—¡Por lo menos ten la decencia de cambiarte en el baño!
Vira los ojos acatando mientras me imita alto. Después de unos minutos abandona el baño vestido similar a mí, pero con pants pijama y una camisa amplia.
—Igual que hace veinte años —suspira viéndome de reojo.
No luce mal, incluso vestido de loco se sigue viendo atractivo. Genial, un fantasma putrefacto me viene a bajar la autoestima usando lo mismo que yo. Antes eran las modelos de cuerpos perfectos y ropa de impacto andando por la agencia, aquí no, alguien usa la misma ropa desabrida que yo, pero le queda nivel semidiós.
—En fin miedosa, nos vemos antes de las cuatro.
Mis dientes rechinan y sin notarlo camino detrás de él hasta la entrada. Desde aquí puedo ver que los pasillos lucen solitarios y todas las puertas de los pacientes permanecen cerradas. No hay un solo enfermero andando o personal de limpieza. Todo es paz.
—¡Max! ¡Max!
Doy gritos pequeños al verlo cruzar por los pasillos contrarios.
—Si me seguiste. Será gracioso si alguien te encuentra hablando sola.
No le respondo, solo lo sigo cuidando no ser vista.
Tengo una teoría, si él es de la otra ala psiquiátrica donde se encuentran los enfermos mentales con casos más graves. Es decir; a los que tratan por psicopatía, esquizofrenia u otros padecimientos de esa índole. Tal vez escapó, se coló en mi habitación al intentar no ser encontrado y realmente cree que está muerto.
Ay no.
Detrás de él recorrí casi todo el primer piso por completo en menos de media hora. Cuando pienso que al fin regresaremos se adentra en el fondo a una puerta distinta al resto, más grande y color madera, creo que es la cocina.
Me detengo en la entrada, en casa me parecía la zona prohibida. Cada que Merliah me encontraba cerca armaba un alboroto y me insultaba con sus comentarios pasivo-agresivos sobre mi peso o la imagen que le daría a la agencia si subía un solo gramo más ¿Como la hija del productor Alessandro Livingstone podría ser como yo? Gorda, asocial y poco agraciada según sus propias palabras y estereotipos donde por más que intento no logro encajar. Por supuesto que jamás pude decir que quería estudiar gastronomía como mamá, volvieron la comida una enemiga para mí.