Miranda Livingstone
La puerta de mi habitación se abrió, tuve la ridícula idea de que podría tratarse de Max, pero no. Alessandro entró con una sonrisa forzada y un ramo de tulipanes amarillos. Son mis favoritos, pero no cuando intentan ser la redención de mi familia.
—Hola hermanita —Intenta besar mi mejilla, pero me aparto borrando su falsa felicidad.
—¿Qué quieres, Alessandro?
—Quería verte, te…
—¡Yo no, es más quisiera pensar que no existes, porque la persona que yo creía que eras se murió cuando caí en cuenta que eres como papá! —Mi vista se empaña solo de mencionarlo. La coraza que había creado para cuando llegara este momento me abandonó de pronto—. Por algo llevas su nombre.
—Lo hice por tu bien.
—¿Por mi bien? Interrumpiste mi vida por ella como papá la de mamá por alguien que acababa de conocer —Boto al cesto de basura sus flores—. Espero que lo suyo dure toda la vida y jamás tener que verlo.
—Hace unos días Abi…
—¡No me interesa saber de ella ni de la otra resbalosa! ¡Maldigo la hora en la que le pedí ayuda! —me quiebro a llorar, pero ahora sin esperar el abrazo de mi héroe.
Llegó el momento en que entendí que las promesas no son nada. Todos juran estar ahí esperando que jamás necesites su ayuda. Lo notas cuando estás en el suelo tocando puertas y tienen un pretexto distinto para no abrir.
—Isaí comenzó un tratam… —lo interrumpo.
—¡No me interesa, vete ya Alessandro! ¡Me sacaste de sus vidas, yo tampoco los quiero en la mía!
Avanzo hacia la puerta para que él también lo haga forzado por mí.
—Te quiero Miri.
—Que bien lo demuestras.
Le cierro en la cara siendo sus ojos azules lo último que veo, están hundidos e irritados como si llevara horas llorando, que buen actor es.
Seco mis lágrimas aunque estas no paran. Mi mente vuela buscando sacar todo lo que me ha salido mal en la vida justo ahora. Quisiera un abrazo de mamá o uno de Aless justo después de que Isaí me molestara cuando éramos niños. Cuando parecía que habían nacido para cuidarme en el castillo que crearon nuestros padres.
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No sé cómo logré pasarme la cena y volver intacta al dormitorio. Apagué las luces antes de las diez y me acosté incapaz de cerrar los ojos a pesar de tenerlos inflamados por estar llorando.
Sobre las once la puerta se abre lentamente dejando entrar una línea de la luz del pasillo.
—¡Uuuuuh!
Enciendo la lámpara para encontrarme con una imitación muy alta y deforme de un malvavisco con pies frente a mí. Apenas sobresale su mano de la cobija blanca que lo cubre.
—Tendrás que disfrazarte de algo más que un bombón para asustarme.
—¿Bombón? ¿Te lo parezco? —Max sonríe socarrón.
—No me refiero a eso, malformación.
—¡Se supone que soy un fantasma!
Intento reír, pero creo que lo que regula las emociones en mí se rompió, pues termino llorando sin explicación sobre el regazo de un bombón amorfo.
—¿Te asusté? —indaga emocionado.
—No, tonto.
—¿Y los ojos así…?
—Mi hermano vino hace un rato y le dije muchas mentiras.
Se sienta a mi lado retirándose la manta para verme mejor.
—Le dije que no quería saber más de ellos, de ninguno de los dos. Que lo que hicieron me hirió como no creí que podría ser lastimada, ¿Y sabes que es lo peor? En el fondo me da miedo que hasta ellos me dejen sola, que crean mis palabras y me abandonen aquí. Nadie me enseñó a construir la vida, solo a ser obediente, a seguir órdenes y cuando no hubo más indicaciones quede en la nada, no supe quien soy, cual es mi propósito, de pronto solo era lo que le estorbaba al resto de la humanidad. A mi propia familia.
—A mi no me estorbas.
—Solo basta que lo finjas un rato, después dejo de ser tu problema —lloro hasta casi vaciarme, hasta que respirar por la nariz se me imposibilita—. Los pocos amigos que tengo jamás me han dado la mitad de lo que yo he dado por ellos, yo nunca seré su prioridad ¿y sabes que? Es horrible preferir quedarte las migajas de una persona a quedarte sola.
Se acerca más a mí y besa sobre mi cabello dejando sus ojos caramelo quietos sobre mí, haciéndome que lo mire. Que me concentre en su boca, en su estética barba, en todo lo que hace que su rostro sea perfecto. Mis labios se entreabren, pero su beso no llega.
—Vamos Demente, no dejes que el pasado te arruine el presente. No tienes que ser esa persona más, no tienes que mantenerte encima del resto para resaltar, sobresale entre ellos. Búscate mejores personas. En el mundo hay millones y tú eligiendo los mismos siempre.
Me quiebro aún peor en sus brazos tan al ras de mi cuerpo que me mantienen unida.
—Solo conozco esa forma Max. Solo sé mostrarme así.
—Conmigo…
—Te sobrellevo para que no me mates.