Al terminar el otoño

Capítulo 10-lll

Todo iba excelente hasta ese fin de semana que lo cambió todo, cuando creía que lo más doloroso que podía experimentar era una despedida, pero no, es peor es extrañar lo que ni siquiera pasó. Max no apareció ni en mi habitación, en el comedor, en el salón de ajedrez, en pintura, en ninguna actividad y mucho menos en el jardín. 

Lo corroboré con Xander y Jess. 

Fui hasta la puerta de su habitación en más de una ocasión. 

Me levanté en las madrugadas esperando que hiciera cualquier ruido en los pasillos. 

Intente imaginarlo.

Llamarlo.

Se esfumó. 

Ese lunes obligada a terminar el desayuno me levanté de la mesa sin esperar a nadie para dirigirme hacia las oficinas para pedir información, pero me encontré con la doctora Hoffman de paso.

Traía un suéter negro y una bolsa de papel muy grande en los brazos. Su dolor era notorio y no solo por sus ojos enrojecidos e inflamados, su nostalgia la proyectaba a kilómetros. 

Pensé en la forma de darle el pésame sin añadir la manera en la que me enteré de lo sucedido. Aunque podía inventar que Aless me lo contó pues desconozco los detalles.

—Psicóloga Anne.

—Justo iba a buscarte —se adelantó a encontrarme.

—¿A mí? —mordí mi mejilla por dentro pues los nervios me impulsaban a preguntar por Max, él era lo que no salía de mi cabeza, pero mi cordura me mantuvo ajena a hacerlo por respeto a ella—. Dígame.

—Ayer por la noche fui a visitar la tumba de Max a Ginebra, tomé algunas fotos porque no podía creer lo que veía...

Mis ojos se empañarón sin explicación porque desde ese momento presentí que no venía nada bueno.

—Crecieron tulipanes amarillos alrededor y no sé porqué creí que sería bueno traerte unos cuantos a ti.

De la bolsa de papel sacó unos ejemplares descuidados, casi marchitos y una vieja hoja que me entregó intentango escapar de mi interrogatorio.

—¿Dónde está él? —indagué al recibirlos.

—Con mi hija. 

—Siento mucho el accidente de Abi, pero no juegue con esto. Entiendo si su hermano está internado aquí por tener algún problema mental que lo hace disociar la realidad, sé que no esta bien, pero...

—Ella no tenía que estar sola, Miranda.

—¡Claro que no, yo lo vi, lo vi muchos días! —grité cegada por el enojo de ver como esta mujer quería envolverme una vez más—. ¡Max está aquí, ha estado conmigo, no diré nada Anne! 

—¿Cuántas veces lo viste? 

—Todos los días, en las noches y madrugadas no me dirá que es producto de mi imaginación. Max es real.

—Tenemos que hablar sobre eso. No sé qué tanto creas en lo trascendental, pero si es preferible a que pienses que lo alucinas. Mi hermano no podía seguir más, bien ahora tenía un motivo para irse —Inhaló profundo para mantenerse firme—. Abi no podía estar sola.

—¿Y por qué yo sí? ¿Por qué no pensó en mí? —reclamé llorando, botando lo que me dio—¡Sabe qué, usted está loca!  ¡Max es real!

Negó queriendo acercarse, pero retrocedí cuanto pude, no dejaría que me apuñalara con mentiras y a la vez me ofreciera su mano para levantarme.

—Desde hace días Ivan me ha cuestionado tu comportamiento por tus salidas nocturnas.

—¡No me cambie el tema!

—Revisamos las cámaras de seguridad de tu pasillo y...

—¡Eso prueba que él estaba ahí conmigo! ¡Es claro que... quiero ver las tomas! 

—Nos están esperando en mi oficina, adelante. 

Mientras caminaba a su lado no podía dejar de ver las flores casi marchitas y esa nota opaca entre ellas tiradas en el suelo. Me dolía el alma, el pensar que estaba mal, que nunca supe si era realidad  o ficción. Y sobre todo saber que lo único que me había hecho bien no existe.

En su consultorio Ivan nos esperaba para mostrarnos un video con diferentes ángulos de los pasillos de mi piso. 

Donde estaba todo menos Max.

Cuando nos escabullimos a la cocina la primera noche. Estaba sola, entré y salí sola.

Cuando me insistió en subir a la silla de ruedas. Ahí parece que me impulsé sola contra la cubeta y el trapeador. 

Cuando me convenció de salir con una manta encima para tocar las puertas y correr. Yo toco todas y me oculto. 

—Tu conducta no es precisamente favorable.

—Max...

—No, no culpes a Max —Me reclama ella elevando el tono de su voz—. Ahí no hay nadie más que tú.

.

.

.
Los quiero. 
Nos leeremos en la semana.

Besos.

Por cierto subí 3 capítulos;

10-l
10-ll
10-lll

Lucero L.  Zurita 🍂

 



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En el texto hay: romance, comedia humor, diferenciaedad

Editado: 01.08.2023

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