Al terminar el otoño

Capítulo |12|

 

Tres años después...

Vierto la última tortita en el plato antes de rellenarla de fresas con pequeños trozos de frutos secos y bañarlas en una diminuta porción de jarabe de maple creando una armoniosa combinación de aromas y sabores.

—Buenos días Miri —Siento el cálido beso de Daen bajo la mejilla antes de adueñarse de mi cintura con ambos brazos desde atrás—. Toda la casa huele delicioso.

Me libero y lo miro recién duchado, aún caen algunas gotas de su cabello resbalando por sus pectorales hasta su trabajado abdomen perdiéndose en la frazada.

—Te hice el desayuno Weller.

Con un tenedor toma casi la mitad de una y la degusta con los ojos cerrados apretando mi ser contra él.

—Miranda tienes que hacer un recetario con estas dulzuras, lo juro.

—Me alegra que te gusten amor.

—La frutilla es mi debilidad, pero mucho más tus labios.

Toma mi mentón para besarme, me mira y sonríe apacible cerrando sus brazos en torno a mi cuerpo intensificando su beso. Eso hace que se suba la playera blanca que tengo puesta dejando a la vista mis pantis negras y sin vacilar sujeta mis glúteos entre sus manos.

—A veces maldigo esos traslados —reniega contra mi boca.

—Mejor termina de desayunar —me burlo apartándome.

A diferencia de su desayuno el mío es de avena, lo miro con antojo, pero lo prefiero a sentir culpa o tener que devolver apenas él se vaya. Aún no lo puedo controlar a totalidad.

—Tenemos que formular esta receta e incluirla en una de las líneas de cereales de la compañía.

Es tan común que Daen diga eso cada que cocino. Cuando el trabajo me lo permite y sus entrenamientos nos dejan coincidir en su departamento o el mío.

—¿En serio Weller?

—Claro, todo lo que haces es delicioso —Levanta una sonrisa insinuada antes de recalcar—, todo.

—¿Cuándo volverás en esta ocasión?

—En dos semanas, estamos en semifinales y debo entrenar el doble —hago un mohín sin emitir nada ya que sé cuán olvidadizo es—. ¡La madre que me parió, en semana y media es nuestro aniversario!

—No te preocupes, lo entiendo, después lo arreglamos.

—¿Por qué no me alcanzas?

—Ya lo hablamos Daen. Estoy próxima al lanzamiento de la línea de ropa de verano y a tope con los proyectos compartidos con Isaí.

—Perdona, juro que regreso a tiempo.

—Además Leo se saca mi sangre si llego a faltar a su cumpleaños.

—Intentaré estar ahí, lo juro.

 



Me doy un último vistazo en la pared reflejante antes de subir al segundo piso en la casa de Isaí. Debo verme sublime al andar por la agencia, las revistas me tienen como la hija escándalo de Alessandro Livingstone y pendientes de todos mis movimientos... Pues creen que estamos a la defensiva y así es, pero me gusta contraatacar con elegancia y rastro limpio para reclamos.

Hoy opté por un modelo de Andrea Roberts, si, la máxima competencia de Merliah Colleman en la industria de la moda, más un abrigo de Chanel y un bolso edición única de Richard West. Me encanta hacerles sentir al enemigo en casa.

Mientras más peldaños subo más escucho ese desagradable ruido, no podría denominar melodía a ese suicidio auditivo.

Me encuentro a Leo e Isaí frente al piano del abuelo viendo un tutorial en el Ipad.

—No, no papá —pausa el video el niño—. Dice Emil que así.

Toca otra vez esa pésima nota bastante irritable cuando termino de entrar a la estancia casi al mismo tiempo que Jolie sale de la segunda puerta con Abi lista para el colegio.

—Amor —le llama alerta su esposa intentando mantener la calma tallando la vena que veo palpitar en su frente—. ¿Por qué no lo llevas a clases de piano o nos pagas el otorrino?

—Si Emil Iverson puede enseñar a su hija, claro que yo puedo enseñar a mi hijo.

—Mi amor, Emil es un pianista experto, tú...—Sí, hasta el aire corto en este momento—. ¿Por qué no le enseñas a mezclar colores o combinar su ropa?

Dice de pronto atorando su sinceridad en la garganta. Un disparo dolía menos.

—Yo soy un buen pianista, quizá no toco como Betoven o Mozart, pero...

—Tuviste maestros desde la infancia me contaste, ¿no?

—¿No confías en mí Jo?

—Is, por favor —le suplica a punto de colapsar—. Ese señor debe tener más de cuarenta años de experiencia, circula entre los tres mejores de la actualidad a nivel mund...

—Es cuatro años más joven que yo.

—Tal vez tomó clases para...

—Perdoname por no triunfar en la vida a los dos años como él, Jolie.

Achica los ojos mi hermano riñendo visualmente.

—Pero es su fuerte Isaí, tú podrías crearle fortalezas desde tu propia experiencia a nuestro niño—ameniza acomodándole el saco antes de rodearle el cuello con los brazos y besar su boca—. Hacer que sea un excelente director o modelo.

Sanguijuela.

—Abi se puede encargar de la agencia Jo, Leo es artista y...

—¡Yo por qué! —Se queja mi pequeña sobrina colocándose la mochila.

—Bueno hija, si también quieres aprender algún instrumento...

—¡Ay no, que aburrido papá!

—¿Y entonces?

—¿Por qué solo pasas tiempo con Leo?

—¡Eso no es verdad, he ido al ballet contigo!

—¡Pero no a fútbol! ¡Con Leo si a Karate, lo quieres más!

—Claro que no, los dos me caen mal.

Ambos niños se ríen, yo misma lo hago.

No, no necesito un hijo, no lo necesito.

—Isaí, quieres no hablar de apego frente a dos mini personas que cuentan las hojuelas del cereal y miden los centímetros de leche que les sirvo con tal de comprobar que se le dió más a uno y reclamar sus teorías de preferencia.

—¡Hey, llegaremos tarde al trabajo!

Le recuerdo tintineando mi tacón derecho contra el suelo haciendo que al fin se mueva.

Su vida como padres es más agitada que la mía al frente de la producción.

—Debo irme Jo —Besa sus labios cubriendo los ojos de Abi—. Sueña con el triunfador de Iverson.



#4024 en Novela romántica
#1589 en Otros
#442 en Humor

En el texto hay: romance, comedia humor, diferenciaedad

Editado: 01.08.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.