Miranda Livingstone
—¿Cómo qué los Jonas Brothers Miranda? —se queja por veinteava vez de mi selección musical Maximiliam, es el más insoportable copiloto de viaje que he tenido.
—Mi auto, mi música, te callas.
Le subo el volumen y aumento la velocidad.
—¿Pero los Jonas Brothers? ¿Ni siquiera Lewis Capaldi? ¿Sia?
—¿Que le suba? Con gusto.
—Miranda necesitamos hablar… —me dice Isaí apoyando su cabeza entre sus manos desde los asientos traseros. Debe estar harto de nosotros—. Orillate.
Reniego acatando de mal humor, sobre todo por la triunfante sonrisa del tipo que he soportado cuatro horas llevándole la contraria al GPS por caminos que ni siquiera conoce.
—¿Me permites un segundo con mi hermana, Maximiliam? —le pide Isaí con cordialidad por lo que el estorbo baja triunfante.
—¿Ahora qué?
—Eso mismo me pregunto, ¿Ahora qué? Pareciera que lo odias y lo amas a la vez. Te brillan los ojos cuando lo ves, pero tu boca lo ataca cuanto puede.
—¿Qué me qué? —abro la boca desfasada—. ¿Sabes quién es mi novio? Tengo a Daen Weller con un pie en el altar, ¿Ubicas cuantas quisieran tenerlo? Sabes que me gusta desde la universidad.
—Sí, a la Miranda de la universidad le gustaba, ¿y la del presente? Apenas lo ves, no entiendes lo que hace…
—¡Tampoco entiendo lo que haces tú y aquí te traigo!
Blanquea los ojos al cruzar los brazos antes de arrastrar sus palabras.
—Quieres detener el auto.
Ah sí, es verdad.
—Anyways, mi vida es perfecta con Daen, no habría porque mirarlo a él.
—Olvida lo que dije y, da reversa.
—¡Concedido! —Sonrío feliz.
—Sin atropellarlo.
—Osh, le quitas la diversión a la vida, no sé cómo te soporta Jolie.
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—No debí haber dicho lo que dije Jolie, ni papá insinuar… está demás que lo repita —blanqueo los ojos a mi hermano—. Isaí jamás se burlaría de ti o de tu familia. Te ama más que a… mmm… más que a su… tienes un lugar más importante que su abrigo favorito.
Contra todo mi ser la abrazo tan solo consiguiendo un par de palmadas en la espalda de su parte.
—Hipócrita.
—Histérica.
Nos susurramos al mismo tiempo solo audible para ambas. Sobra explicar quién dijo qué.
—Sean bienvenidos —nos recibe una mujer de tez morena muy parecida a Hasson sin darle tiempo a responder si realmente nos quiere ahí o no—. Hallie Jonnes, la madre de Jolie.
—He… —siento el empuje de mi hermano en la espalda para que le sonría a la señora—. Miranda Livingstone, cuñada de Jolie.
—Te recuerdo de la boda de mi niña.
Su mano acaricia mi mejilla causandome una sensación cálida muy extraña.
—Gracias señora Hasson, nuestra estadía tal vez sea corta —le informa Isaí buscando la aprobación de Jolie, pero ni un vistazo consigue.
—Lilian guía a la señorita a la habitación de huéspedes para que se ponga cómoda y joven usted…—Mira a Maximiliam—. ¿Qué hacemos con usted? —se pregunta analizando el espacio en su no tan grande hogar.
—¿Tienen guillotinas o como arreglan a los intrusos aquí? —pregunto.
—Miranda —aqueja mi hermano.
—Yo solo buscaba soluciones. Además el tipo ni siquiera decide si está vivo o no. No le afectará.
Aprovecho a reprocharle ahora que nuestras miradas queman en la misma dirección y las de el resto no ayudan. Los ignoro y sigo a la hermana de Jolie al segundo piso.
Será un caso hallarme aquí todo un fin de semana.
—¿Tendrá un sillón? —pregunta Max.
—Tenemos uno en el segundo piso.
Responde la joven a la que sigo sin retirarle la mirada. Me guía hasta la pequeña habitación donde abre las cortinas al caluroso día, si, sin aire acondicionado, sin baño propio. Apenas la cama y unos ganchos para la ropa.
Aún así la vista es bella en la gran ventana, el campo tiene sus colores propios y la belleza se vuelve subjetiva desde la perspectiva que le des.
—Bienvenida Miranda, siéntete en casa, el almuerzo se sirve afuera a las tres de la tarde, la cena a las ocho y el desayuno a las siete.
—Muchas gracias Lilian.
Me sonríe y sale.
Sacudo las sábanas que cubren la cama para acostarme queriendo revisar mis redes sociales.
Sin cobertura.
—Esta noche será larga…
Resoplo fuerte dejando caer el celular cerca de mi cabeza.
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Escucho risas afuera de la habitación. Levanto mi celular y noto que faltan diez minutos para las cinco am, ¿Quién se levanta a esta hora? Ni siquiera yo en mi punto más alto de esquizofrenia.
Demasiado literal.
Me tomo los ansiolíticos previo a colocarme un suéter antes de ir a hacer mis necesidades biológicas al baño del pasillo y bajar.
Las cortinas de la planta baja están abiertas y el ruido procede de la puerta trasera donde hay una segunda cocina más a la intemperie.
Me reciben aromas deliciosos, dulces como el chocolate y neutros como la leche caliente. Además del inconfundible aroma a mantequilla derritiéndose.
Podría apostar a que también huele a pan caramelizandose en el horno.
Quiero huir.
—Señorita Livingstone, ¿Qué hace despierta? —pregunta la hermana de Hasson.
—Escuché ruido, lo seguí y, aquí están.
—Mi papá y su hermano fueron a ordeñar al establo —dentro de mí explota una carcajada solo de imaginar a Isaí renegando en su cabeza mientras obedece al señor en algo que claramente no sabe hacer—. Jolie fue a recolectar huevos al gallinero para el almuerzo y Max fue al potrero por leña.
—El chico quiere probar el pan recién hecho —Se une a la conversación la señora Hallie—. Le platicamos que aquí todo se hace en casa y se ofreció.
—Comienza a parecer que es obligatorio ayudar —susurro.
—¿Decía?
—No, nada, ¿ocupan ayuda?
Tomo uno de los delantales observando sus técnicas caseras. Lilian hace mantequilla batiendo leche con una máquina pequeña, mientras su madre le agrega cacao molido a la leche que hierve sobre la lumbre.