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Miranda Livingstone
Me deben estar jugando una broma.
Veo a Max asegurar la entrada principal sin despegarse el celular de la oreja acatando las órdenes de no sé quién.
—Sí, ¿pero quién le puso los cuernos a quien? —debate enojado-bromista.
Ya no sé si habla de los míos, los suyos o los nuestros y, la conciencia no es mi mejor aliada en este momento.
—Sí Simmore, ya sé que me evitaste ir a prisión, es lo último que te pido. Además nadie quiere a Lorens, les haríamos un favor a tus empleados. —Se ríe un momento con la realidad bien alterada—. ¡Gracias, te amo más que cuando te amaba!
Me divierte un poco el reaccionar de ese hombre, ver lo grande que es, lo fuerte, atractivo, pero tiene la sensibilidad para quemar con una caricia.
Cuando al fin cuelga regresa conmigo.
—¿Ahora si me dices por qué parece que me estás secuestrando Snyder?
—Es un favor directo.
—¿Para quién? ¿Cuánto te ofrecieron por mí?
—Me pueden ofrecer el cielo y el infierno que no te cedo —susurra contra mi boca—. Isaí no te quiere en Italia, Alessandro ya va para allá.
—¡Yo tengo que estar con él, es mi hermano! Solo me quedan dos personas en la vida y una de esas no tendrá el mismo solitario final que mi madre.
—¿Dos? —Inquiere sobre analizando.
Sí Daen, tres, ya está, no le respondo lo que quiere escuchar. Sin aviso me hace sentarme sobre sus piernas.
—Aless dice que Leonel está mejor.
—Yo no le creo, son hábiles para encubrir los problemas, así los entrenó nuestro padre, estoy harta de enterarme de todo hasta que estalla.
Sus labios besan cálidos cerca de mi mejilla y sus brazos me envuelven de manera limpia y protectora.
—Yo no puedo estar sin Isaí Max, esa pelea interna tenía antes de que mis problemas nerviosos nos complicaran la vida, cuidaba de él, ahora sé que resultaba enfermizo mi actuar, pero temía que algo le pasara y nuestra pequeña familia de tres se terminará de derrumbar con nosotros dispersos…
—¿Qué tiene lsaí?
El interior de mi labio ya arde por las miles de veces que los he mordido desde la llamada, de los retrocesos mentales y las visiones de nuestro pasado. Jamás me había aterrado tanto el futuro.
—Un tumor en la cabeza, en una zona muy delicada, por eso su vista se afectó hace años sin que los médicos pudieran hacer mucho, las posibilidades de éxito de una cirugía eran y son casi nulas —Mi voz se rompe y comienzo a temblar temerosa—. Por eso los mareos, los dolores de los que nunca habla, el continúo chequeo, las inseguridades. Los detalles diarios que ya ha dejado pagados para Jolie...
Mi boca sigue hablando cuando creo adivinar su duda principal.
—Según me cuenta Aless cuando el tratamiento revirtió un poco el daño y recuperó la vista en no sé que porcentaje… —Me perturbo en intento de recordar, yo era muy chica cuando todo comenzó, los hospitales, los especialistas, la ida de mamá, la ruptura de Valerie, todo lo que me cubrían, la llegada de Merliah y la invasión a mi espacio—. No sé explicar, solo sé que él quería ver a Jo, no era una obsesión, pero según ella fue lo mejor que tuvo en su vida y quería saber como era, lo que más anhelaba era conocerla. Se sentía mal por quererla a su lado, eso era egoísta cuando él tenía claro lo que pasaría, aún más porque había traído una niña al mundo, y cuando supieron de Leo el pesar aumentó, ya no eran dos seres a los que les dolería su ausencia sino tres. Después se rindió a solo amarlos lo que eso durara, no sabemos si esto va para largo o no. No quiero perder a nadie más y él me aleja de nuevo.
Es tan injusto desde donde lo mire, para bien o mal quiero estar cerca.
—¿Y no te parece raro que cada que te alejas siempre estoy yo?
—Sí, porque cuando la vida es hija de puta lo es por completo —Frunzo el entrecejo—. Eres como de mala suerte Max.
Rueda los ojos al negar jugando con mis manos.
—Nada pasará Miri, él estará bien.
—¿Lo crees?
—Estoy seguro, tiene buenos médicos, es joven.
Es joven, no me da esperanzas ni mucho menos garantía, me enoja, ¡Le quedan tantas cosas por hacer!
—Necesito caminar Max, prometo no escapar nadando a Europa, solo…
Asiente deslizando su pulgar por mis sienes, pronto caminamos entre las personas de la playa. Lo que para muchos resultarían unas vacaciones poder presenciar la belleza natural de este lugar para los ciudadanos de Arias es un día cualquiera.
Vivir aquí sería una victoria y una tortura para mí.
Con disimulo Max toma mi mano andando, el aire nos golpea fresco la piel bajo el sol que nos baña intenso.
Nos sentamos cerca del muelle dentro de una palapa cubierta de palmas.
—Deberías broncearte un poco, estás casi…
—Con mi piel no te metas anormal.
—Traslúcida.
—¿Nuevo insulto, Gasparin?
Se mofa divertido enlazando nuestros dedos, su mano resulta fuerte, firme y hasta brusca.
Los surfistas que pasan cerca se le quedan mirando, ¿Así de conocido es por aquí? Aunque no lo miran bien.
—Ni siquiera puedo broncearme, solo termino con las mejillas quemadas, es una maldición que comparto con Is…
Is…
Mis ojos se empañan al formarse un nuevo nudo en la garganta acompañando al anterior.
—Necesito hablar con Aless, saber qué diagnóstico le han dado, si lo someterán a otra tomografía o si…
Su abrazo me hace detenerme, me abraza tan fuerte que mis movimientos nerviosos se frenan y el único que sigue moviéndose alterado es mi corazón.
—Las malas noticias siempre viajan rápido, así que todo debe ir bien.
—También debo comunicarme con Daen.
—¿Te sabes su número?
—Si.
—En casa puedes marcarle.