NA: Capítulo ligerito, porque me andaban dando vueltas en la cabeza esas niñas jaja
Miranda Livingstone
—Le dije que lo amo y entre otras cosas le pedí perdón.
Cris grita con más emoción que yo pidiendo detalles que no tengo.
—¿Qué pasó detrás de la cortina, sucios?
Me sonrojo negando y dificultando que me termine de maquillar. Esperen, ¿ella nos vio irnos? ¿Quién más lo haría?
—Literalmente nada, ni siquiera me dijo si él también me ama o por lo menos aún me quiere después de como lo traté, siento que sigue distante, como si se estuviera conteniendo. Probablemente me lo dirá en nuestra cita.
—O te manda al demonio —ambas giramos a fulminar a Aless ya aburrido en el sofá continuo—. ¿Qué? Existe la posibilidad.
Ella ladea pidiendo que lo ignoremos y me hace levantarme para mirarme por completo.
—Me dijo que fuera sencilla, solo es una cita. Seguro iremos al cine.
Debe saber de lo que soy capaz.
Doy una vuelta para Cris modelando mi jumper amarillo, mi sombrero del color de mi bolso café y bajando mis gafas oscuras para más dramatismo.
—Lo has logrado, un outfit sencillo y lindo.
—¿Sencillo? —Aqueja mi hermano—. Tan solo sus gafas cuestan más que todo lo que tú y yo traemos puesto.
—Ya, ya, me voy porque Max me espera para mi primera cita.
Ambos se miran confusos siguiendo mi trayectoria.
—¿Tu qué?
—Nuestra primera cita.
—Creí que habías salido con él antes Miranda —reprocha Aless.
—No, estuve encerrada con él antes, muy distinto. Y todo fue tu culpa —beso ruidoso su mejilla.
No les digo más y cierro la puerta una vez que llego a la entrada. Uno de sus peores defectos es la impuntualidad, pero en esta ocasión aquí está. Demasiado bien vestido y estoy segura que su delicioso perfume me impacta desde aquí.
Baja a abrirme la puerta del copiloto y aprovecha a besarme al abrochar el cinturón.
Poco después vuelve a su lugar y enciende el auto.
—¿Alessandro acostumbra a amenazar a las personas por la ventana o soy el primero?
Volteo a la lateral y solo lo pillo haciendo un movimiento de muñeca sutil al despedirnos en el balcón junto a Cris.
—Normalmente es lindo.
—Su dedo medio sobresalía hace dos segundos.
—Creo que eres el primero que ve merodearme.
—¿Y Daen?
—Cuándo llegó ya éramos novios. No tuvo tiempo de ser odioso.
Forma una sonrisa y nos pone en marcha, así aprovecho para conectar mi celular al reproductor de música y él de golpear su cara a la espera de lo peor.
Coloco en aleatorio a Ed Sheeran y sus labios se mueven al ritmo de la letra aliviado.
—Que bueno que dijiste que tú me cogiste a mí, si no tu hermano se me va encima en la mesa.
Se me está activando el maquillaje justo ahora.
—Fue mala idea probar tu Martini y pedir uno igual.
—Sabía que sería divertido después de que le pediste un Martini triple al bartender tan solo por ganarme.
—Que maldito, pudiste detenerme.
—Quería verlo.
Le pego con el codo y se queja.
—¿Y a dónde vamos?
—Nuestra cita tiene una variante.
—No pienso dejar que Hannah o su mascota vengan con nosotros. ¡Es nuestra primera cita!
—Sí que somos tal para cual, qué espanto —Se divierte cambiando de calle—. No hablo de Louis.
—¿Y bien?
Sobre abro la boca cuando veo que en una de las aceras sus tres sobrinas nos esperan con mochilas de colores vigiladas por sus padres.
—¿Las tres? ¿Vienen las tres? —repito aterrada.
Él baja y yo finjo revisar mi celular cuando la mayor voltea, qué vergüenza verle la cara a Hannah después de lo de ayer. Aparto la mirada mucho más cuando noto a Louis acercarse a mi ventana.
—Pueden ir practicando con estas, aunque hasta donde sé varios primos de Hannah tienen trillizos y gemelos. Suerte Livingstone.
Subo el cristal para no escucharlo más y como toda niña bien, con principios y educada por los más estrictos estándares de la realeza le muestro el mismo dedo que Alessandro a Max y me lo devuelve el sinvergüenza.
Veo que Snyder termina de asegurar a las niñas en los asientos traseros y vuelve a mi lado.
—Que no te intimide Louis.
—Es patético —veo seis ojos marrones quemarme en el retrovisor.
Entonces el ser mayor, ese que ama a su padre se hace hacia adelante para encarar a su tío.
—¿Dónde está Elly? —pregunta con dejo Sam.
Qué vengativa.
—¿O sea que les presentaste a Elly? —indago quemándolo visualmente.
Él se sonroja forjando una mueca y tomando la desviación tan rápido que la hace rebotar nuevamente a su lugar.
—¿Y si mejor ustedes nos cuentan de su vida? ¿Cómo va la escuela Carly?
—Tuve un examen de historia el jueves tío.
—¿Sencillo?
—Uno por ciento conocimiento, noventa y nueve por ciento fe. Mamá no estaba feliz.
—¿Y tú Sam?
—Papá invitó al niño cabezón al campamento y si va, él lo llevará a casa y luego ambos tomaremos un tren junto a Pía y después un barco hacia la Isla.
—¿A Leo?
—Sí, que horrible. ¿Crees que mi papá quería un niño? ¿No pensara adoptarlo o sí?
—Solo está siendo amable, lo cuál no es común —vacila desconcertado.
—No me agrada ese niño.
—Siempre mira mucho a Sam —sisea Grace.
—Que asco.
—Sam —la sentencia él por el retrovisor apenado conmigo.
—Hace la misma cara de bobo que pone Max cuando ve a Miranda —forma un mohín Grace que secunda Carly—. ¡Sam y Leo! ¡Sam y Leo! ¡Sam y Leo!
—No me gustan los bebés —abuchea la mayor con las mejillas encendidas.
—Sam no tiene permiso de tener novio hasta los cuarenta años —aqueja nervioso—. ¿Cómo que mi nenita con el mocoso de esa familia desequilib…. —mis dientes rechinan—. Lo digo por los Hasson, no se ven de fiar. Tu familia es finísima, cuerda y los amo.