Ala Kachuu El raptó de la Novia

Capítulo 1

El palacio imperial de Qubbah en las cercanías de Dubai.


 

El príncipe Hakim Farid Al Fayed Farouq avanzó por una sala hacia los cuartos privados del monarca Amir. Su semblante era tan grave que, al divisarlo, los centinelas se retiraron para facilitar su ingreso.


 

— ¿Cómo se encuentra? —le preguntó a Kadihd, el sirviente de su padre.

— Se encuentra descansando, señor… el médico le ha recetado un sedante para que pueda dormir y nos ha pedido que no lo molestemos —contestó el hombre parándose en la puerta del dormitorio del rey.

— No te preocupes, Kadihd, no lo voy a interrumpir —le aseguró Hakim —. La muerte de mi madre ha sido un gran golpe para todos, pero especialmente para mi padre.

— El rey se encuentra muy triste. Aún no ha logrado recuperarse de la infección viral que contrajo y temo que la muerte de la reina pueda afectarlo demasiado —explicó el hombre con seriedad—. Lo único que lo mantiene con esperanza es que te cases de nuevo, Hakim, y le des descendencia.

Hakim apretó los dientes mientras trataba de contener sus sentimientos.

— Su majestad desea que te cases con la princesa Akina de Qu'Arim.

— Comprendo los deseos de mi padre —respondió Hakim, acercándose a una ventana desde la cual se podían admirar los hermosos jardines llenos de fuentes del palacio, ubicado en medio del desierto.


 

El ocaso iluminaba las dunas de arena con la luz del sol. Hakim rememoró las veces que él y su esposa Nadia cabalgaron sobre ellas y las ocasiones en las que salieron a cazar con sus halcones. Habían sido más que esposos, eran los mejores amigos del mundo hasta que ella murió en un accidente durante uno de esos paseos en caballo. Su existencia terminó y su dolor lo transformó en una persona con un corazón endurecido y sin emociones.


 

— Su padre jamás perdió la fe de que usted contrajera nupcias una vez más y engendrara descendencia, su padre lo aprecia en gran medida. Ahora que ha transcurrido un tiempo desde su viudez, el rey desea que ocupe el trono. Además, la población está inquieta, aguardando el anuncio del sucesor del rey. Disculpe mi atrevimiento, pero tengo conocimiento de que el rey le ha solicitado que abandone sus negocios en el desierto, que busque una esposa y se establezca en Qubbah de manera permanente, y yo considero que debería aceptar. Es su obligación, señor.

— No necesito que me recordéis mis obligaciones —le replicó Hakim con indiferencia.


 

Era plenamente consciente de que, tras el fallecimiento de su esposa, su existencia había cambiado drásticamente. Sin embargo, estaba decidido a cumplir con el compromiso que su familia había adquirido con su nación desde hace varias generaciones. No obstante, el hecho de contraer matrimonio era algo distinto, ya que aún seguía amando a su difunta esposa.


 

— Si no lo recuerdas, estuve casado durante seis años con la mujer que mi padre eligió y todo terminó mal, todavía la llevo en mi corazón Kadihd, así que me casaré cuando me apetezca — añadió mientras se dirigía hacia la puerta—. Informa a mi padre cuando se despierte que me he marchado al desierto.


 

 

Dos meses después.

 

— ¿Hablará usted en el funeral, Alteza?.

 

Antes, incluso de que el príncipe Hakim Farid Al Fayed Farouq pusiera un pie fuera de su automóvil, los paparazzi ya le estaban haciendo preguntas. Al día siguiente, se llevaría a cabo el funeral de su padre y los medios de comunicación se habían congregado en las puertas del Palacio Real de Qubbah, en las afueras de Dubai, para capturar imágenes de quienes acudían a ofrecer sus condolencias. Hakim había volado desde el desierto de Qubbah hasta el Palacio Real.

En el sepelio, Hakim se presentaría con un aspecto impecable, con un afeitado perfecto, un peinado cuidado y vistiendo un traje elegante. Sin embargo, esa noche, tras llegar de un lugar remoto del desierto, no se había afeitado y llevaba ropa oscura. A pesar de su imponente estatura y musculatura, Hakim se movía con elegancia y tranquilidad hacia el palacio que conocía tan bien, sin prestar atención a las preguntas que le hacían, ya que su mente estaba en otro sitio. Acababa de perder a su padre y a alguien a quien apreciaba y respetaba profundamente.

 

 

— ¿La princesa Akina se sentará junto a la familia?

— ¿Habrá algún huésped imprevisto?

— Alteza, ¿es cierto que va a anunciar en breve su matrimonio?.

 

 

La última interrogante realmente le afectó, aunque logró disimularlo. La presión que sufría en su nación para que se casara era enorme, y el hecho de que esa presión lo agobiara incluso en el palacio, el lugar que a veces consideraba su refugio, iba a ser intolerable. Su leal sirviente Kadihd y el cual estaba al lado de su padre por años, abrió la puerta del salón y al entrar fue evidente que, incluso antes del funeral, la muerte de su padre había congregado a muchas personas. Había grupos aquí y allá conversando de pie con una copa en la mano, casi como si ya hubieran celebrado el funeral. Pero él no estaba allí para charlar, así que lo llevaron directamente al despacho de su padre.




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