Día posteriormente Akina llevó a Carey con ella a la costurera la que habían enviado de Qubbah. Mientras que su amiga Carey se probaba unos de los vestidos Akina estaba atenta de su teléfono móvil alguien la había llamado. Y estaba muy alegre contestando el teléfono móvil. Mientras que la pobre Carey se ajustaba el velo, la suave gasa acarició la delicada piel de su cuello. Cerró los ojos, estaba allí ayudando a su amiga, pero estaba fantaseando con un príncipe del desierto.
Después de terminar la llamada, Akina mostró una sonrisa en su cara. No había logrado borrar de su mente los labios del Jeque Faruq sobre su piel desnuda y su mano, masculina y segura, en su cintura. Su amiga Carey sería su aliada en esto, sabía que ella la apoyaría en lo que estaba por hacer. Carey abrió los ojos y se inclinó para arreglar las hebillas de sus zapatos de raso blanco.
— Akina estoy agotada de probar cada vestido de novia para que lo veas.
— Vamos Carey eres la mejor amiga que tengo, eso es una petición que te hago nada más.
— Desde que me dijiste que te ayudara a escoger tu vestido de novia, pensé que las dos seríamos las que admiraríamos las modelos. No que yo fuera la maniquí.
— Vamos Carey si te ves hermosa con cada vestido que te pones. —su amiga se burlaba de ella cada vez que ella se quejaba.
— Esto no es para mí Akina, no soy referente de nada.
— Vamos Carey, te ves bien además tienes actitud de modelo. —se echaron a reír las dos.
Carey siempre anhelaba eso… algún día casarse con alguien, a pesar de que soñaba con un hombre alto y dominante que la protegiera y respaldara, pero eso solo era para su amiga que sí se casaría con un auténtico jeque.
— ¿Carey?
Se volteó y notó que era la costurera de los vestidos quien la llamaba desde la entrada.
— ¿Qué pasa?
— Ya es el momento de mostrarle el otro vestido a la princesa. —le recordó la mujer.
Carey afirmó con la cabeza y se encaminó hacia la puerta. Los tacones golpeaban el suelo de mármol de la sala. Salió de la habitación donde se había cambiado y se dirigió al espacioso vestíbulo. Allí se encontraba su amiga, exhaló un largo suspiro que resonó en las paredes de la sala. Luego comenzó a dirigirse hacia la amplia habitación donde su amiga la esperaba para mostrarle el próximo vestido.
— Por favor Akina, que sea este último vestido que tenga que probarme. —dijo Carey con voz triste.
— No te preocupes Carey, después de este solo falta uno por medir y ya estamos listas.
— Por favor. Akina, eso espero. —le había expresado Carey agotada.
— ¿Solamente un vestido adicional, amiga?
— Está bien, solo uno más.
En ese instante, Carey regresó al salón donde se encontraba otro atuendo nupcial, con el propósito de ponerse nuevamente el vestido y mostrarlo a su amiga. Ella ya estaba agotada de esa situación. Sostuvo su cabeza en alto y respiró profundamente, aunque el corsé del vestido parecía estar a punto de asfixiarla en cualquier momento. El encaje que cubría todo el traje resultaba pesado y áspero. Sentía que todos esos metros de tela se aferraban a su cuerpo y empezó a experimentar una sensación de calor que le provocó mareos. Era un vestido hermoso, pero excesivamente recargado y pesado para su gusto. Entonces, las puertas del salón se abrieron nuevamente para que pudiera desfilar con el último vestido de novia.
Carey sintió una gota de sudor descendiendo por su espalda, ya estaba exhausta y agobiada. Cuando salió al salón, observó a su alrededor y no encontró a Akina allí. En su interior, Carey susurró una disculpa «Señor, perdóname», pero necesitaba escapar de aquel lugar. Agarró su vestido con la mano para levantarlo y poder moverse. En ese momento, divisó a cuatro hombres vestidos de negro y con atuendos árabes entrando en la sala, cada uno se acercó hacia ella. Uno de ellos entonces le habló.
— Lo siento mucho princesa, pero tenemos que llevarla.
Carey asustada quiso escapar, pero otro hombre la detuvo y ella cayó al suelo, en ese momento el hombre de negro la levantó del suelo. Y le dijo.
— Ala Kachuu…
— Qué significan esas palabras, oigan yo no soy ninguna princesa. Solo…
Carey no pudo articular palabra, los individuos la sacaron de allí rápidamente y la introdujeron en un coche oscuro y se marcharon del lugar. Carey se encontraba angustiada y desesperada, pensando que aquellos individuos se habían equivocado de persona, ninguno de ellos le permitió hablar, ya que la amordazaron y la trasladaron al aeropuerto. En ese momento, ella experimentó un escalofrío y temor, desconociendo el destino al que la llevarían. Uno de los individuos estaba manteniendo una conversación con alguien, pues Carey solo podía escuchar órdenes que le daban.
— Ya la tenemos en nuestras manos, vamos al terminal aéreo.