Alas de Amor

Capítulo 4 - Luz de Luna

Los minutos continúan avanzando mientras Sofie espera ansiosamente la llegada de Richter antes de que termine el horario de visitas. Con fe inquebrantable, se sienta frente a la puerta de su habitación, esperando su aparición. Sin embargo, cuando el reloj marca las nueve en punto, Sofie comprende que él no vendrá, cumpliendo su palabra.

Con el corazón destrozado, se dirige hacia su cama y se acuesta, intentando no pensar en la decisión que Jozef ha tomado. Hoy, su madre no mencionó nada al respecto, algo inusual ya que normalmente lo hace. En su desesperación por escuchar noticias sobre Jozef, Sofie esperaba que su madre le contara algo, pero ella simplemente habló del viaje de sus primas, evitando el tema que Sofie ansiaba escuchar.

Su última esperanza se desvaneció en un instante y ahora se encuentra perdida, sin saber qué le espera ahora que conoce la decisión de su esposo. Había estado aferrándose a la vida con la esperanza de reunirse nuevamente con él, pero ahora que ese encuentro parece imposible, su determinación para seguir luchando se debilita.

Richter llega sin avisar y Sofie permanece acostada, entregada a su llanto desconsolado por no entender qué la mantiene con vida. Él guarda silencio y siente el dolor de Sofie, decidiendo no interrumpirla en su duelo. Después de un momento, Sofie voltea y al ver a Richter, una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro. Puede ver el brillo en sus ojos cafés a pesar de encontrarse en la penumbra. Observa con curiosidad su cabello largo y desordenado, que llega hasta sus hombros. "¿Dónde habrás estado?", se pregunta Sofie en su mente, llena de curiosidad.

Sofie, sintiendo su cuerpo pesado, se levanta y se dirige hacia la ventana. Observa la ciudad por un instante, imaginándose dónde puede estar Jozef.

—Con el paso del tiempo, siento que estoy perdiendo mi esencia en esta nueva realidad. Hay momentos en los que no me reconozco a mí misma. Cuando me miro en el espejo, siento que veo a otra persona.

—Siempre serás tú misma, tu nueva realidad no debería cambiar tu percepción de ti misma.

—¿Realmente crees eso?

—Estoy seguro de ello.

—Entonces, ¿por qué me siento peor cada día? —reclama Sofie, pero Richter se queda en silencio—. No puedo dejar de pensar en Jozef, no sé qué sería de mí si llegara a saber de él...

—Sofie —la interrumpe Richter y la abraza.

—Mi esposo y mis padres son la única razón por la que sigo viviendo. Si Jozef se va, por favor, haz que todo termine, Richter —dice Sofie, envuelta en lágrimas—. ¿Acaso estoy muerta y esto es el castigo que merezco?

—No, mientras tu cuerpo siga con vida, seguirás habitando esta dimensión.

Sofie no está muerta, pero tampoco viva. Ella habita el plano astral con un nuevo cuerpo materializado por su alma para poder residir en esa dimensión que comparte espacio y tiempo con el mundo de los vivos. Desde su infancia, Sofie siempre ha sido una hábil viajera astral, y al caer en coma, su alma fue expulsada al no poder seguir habitando un cuerpo tan deteriorado.

Richter llegó tres días después para protegerla de todos aquellos seres oscuros que buscan a almas inocentes que no comprenden su nueva realidad y no saben cómo avanzar en su camino.

—¿Soy una especie de fantasma? —pregunta Sofie, recordando las películas que solía ver cuando era niña.

—Si consideramos el contexto de la humanidad en Terra Gaia, podría decirse que sí. Eres un fantasma para ellos, un ser que habita en una dimensión paralela a su mundo.

—Al menos en eso estamos de acuerdo. Desde que empecé a ver a esos pacientes con deformidades caminando por los pasillos, he llegado a creer que yo también soy como ellos.

No todos tienen la suerte de contar con alguien como Richter para iluminarlos. Y aquellos que se resisten a abandonar el plano de los vivos, tarde o temprano, sucumben ante la influencia de entidades oscuras. En su momento, todos los pacientes que Sofie ve durante la noche fueron personas llenas de vida y sueños que, al morir, rechazaron el llamado del espíritu del planeta para regresar. Ahora vagan sin rumbo, esperando encontrar la luz que perdieron.

—¿Quién se supone que eres? —exige Sofie, harta del silencio y la negativa constante de Richter.

—Lo único que debes saber de mí es que llegué hasta ti para ayudarte en tu situación actual.

—¿Eres realmente mi ángel guardián?

—Si eso es lo que deseas que sea, así seré.

—No me ayudas. Nunca me dices nada. Solo te mantienes en la puerta protegiéndome de lo que hay afuera —reprocha Sofie con sentimiento, evitando pensar en Jozef.

—No puedo decirte más —insiste Richter, girándose para no mirarla.

—Hoy te noto diferente —comenta Sofie, sin esperar respuesta.

—Están sucediendo cosas que me preocupan.

—¿No me lo dirás, verdad?

—Es correcto.

—Nos queda poco tiempo antes de que suceda —le dice Richter, mirando hacia abajo, incapaz de decírselo directamente en su rostro. No es algo con lo que Richter esté muy de acuerdo, pero es necesario.

—¿De qué estás hablando? —pregunta Sofie, imaginándose lo peor. Aunque ya sabe la respuesta, prefiere escucharla de sus propios labios.

—¿Quieres venir? —le propone Richter, extendiendo una mano hacia ella—. No estás obligada a mirar.

—No estoy segura —exclama Sofie.

Ella sabe a qué se refiere. Lo sabe perfectamente, pero el solo hecho de imaginar la escena llena su mente de pensamientos que la desbordan emocionalmente.

—Debemos tener cuidado y debes hacer exactamente lo que yo diga, y bajo ninguna circunstancia te alejes de mí —advierte Richter seriamente.

Sofie no responde. Su mente está completamente enfocada en una sola cosa: las últimas palabras de él. Todo su mundo se reduce a su rostro antes de partir para siempre.

 

La luz de la Luna ilumina el olvidado camino entre los árboles mientras el sonido de la fauna envuelve a Sofie en una melancolía profunda. Ella conoce bien el sendero del bosque, pero antes de que pueda sumergirse en sus recuerdos, logra divisar siluetas moviéndose entre las sombras.




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