Alas de Amor

Capítulo 6 - Cruel realidad, dulce ilusión

Con una sonrisa y un toque de nostalgia, Sofie le relata a Richter los recuerdos que aún conserva de los sueños que tenía de niña.

—Se trataba de un mundo diferente al nuestro, un mundo realmente increíble —le cuenta Sofie, mientras mira hacia el techo e imagina el asombroso reino que visitaba en sus sueños.

—Existen mundos distintos a este, pero necesitas ser un poco más detallista si quieres ayudarme a comprenderlo —le responde Richter, en tono de burla.

—Estoy intentándolo, Richter, pero no es fácil. Eso sucedió hace muchos años, y por favor, no me preguntes cuántos —aclara Sofie, sin dejar de sonreír.

Hace apenas dos días, Sofie encontró una razón por la cual seguir viviendo. Siguiendo el deseo de Richter, ella volvió a ser la persona que solía ser. Aunque Sofie es introvertida y un poco reservada, siempre lleva una sonrisa en su rostro. Desde que cayó en coma, rara vez ha podido sonreír, pero el poder volver a ver a sus hijas y despedirse de ellas, prometiéndoles que se volverían a encontrar, le ha devuelto la vida.

—Creo que recuerdo algo más —dice Sofie, y Richter se sienta frente a ella, atento a sus palabras.

—Era una enorme ciudad con un cristal que la rodeaba, como si fuera un domo de energía que no permitía la entrada a quienes no estuvieran autorizados.

—Suena sumamente interesante —le dice Richter, mientras la observa detenidamente.

—No me interrumpas. También recuerdo que había unas torres gigantescas por todas partes, y se iluminaban de vez en cuando. Además, hay algo más que recuerdo, aunque suene un poco tonto.

—No voy a juzgar tus sueños, continúa.

—Bien, Richter. Recuerdo que existía la magia de verdad. Las personas podían crear cosas de la nada y modificarlas a su conveniencia. Pero lo interesante es que cada persona tenía su especialización y podía controlar un elemento específico.

—¿Como el agua? —pregunta Richter.

—¡Sí! ¿Cómo lo sabes? —responde Sofie, sorprendida.

—Me especializo en el control del agua —confiesa Richter, dejando a Sofie desconcertada.

—¿Qué? ¿Qué acabas de decir?

—Observa cómo lo hago —le pide Richter. Se acerca a la mesa junto a la ventana y extiende la mano sobre un jarrón. El agua comienza a levitar y se desplaza hasta tocar su mano.

—¿Eres un ángel del agua? —pregunta Sofie, intrigada.

—No, pero aprendí a controlar el elemento del agua hace mucho tiempo —responde Richter, dejando el agua de nuevo en el jarrón.

—Parece que mis sueños no estaban tan lejos de la realidad. Pero, como te estaba diciendo, había personas que podían controlar el metal, el aire, la tierra, el fuego, y así sucesivamente, todos los elementos. Oh, y eso no es todo, Richter —exclama Sofie, emocionada—. También había quienes podían controlar el tiempo, la energía, las ilusiones y hasta la evolución misma.

—Sigue contando, me encanta verte feliz —le anima Richter. Sofie le sonríe y continúa.

—Estoy intentando recordar. ¡Ah, ya recuerdo! Había una especie de dios, o tal vez era un rey o emperador de la ciudad. Solo pude ver su pelo dorado y sus ojos violetas, además de una capa que llevaba.

—Y ¿cómo eran los habitantes de la ciudad?

—Eran muy peculiares. Había personas como nosotros, pero también había personas con rostros de animales, como aves, peces, caballos y gatos. Había todo tipo de seres.

—¿Había también seres con rostros de serpientes? —pregunta Richter, curioso.

—Sí, los había, pero no eran muy amigables con aquellos que no eran como ellos —responde Sofie.

—Así son ellos —afirma Richter.

—Espera, ¿a quiénes te refieres? ¿Los conoces? —inquire Sofie, sorprendida.

—Creo que he hablado demasiado —responde Richter, enigmático.

—De nuevo con tu silencio. Pero como te decía, recuerdo que también había naves espaciales. Era todo muy extraño porque, a pesar de ser muy avanzados, vivían como si estuvieran en la Edad Media. No había automóviles, solo trenes, y muchos de ellos llevaban espadas. De hecho, me recuerdas mucho a ellos. Además, aunque tenían tecnología, no dependían tanto de ella. Vivían en armonía con su magia y la naturaleza.

—Hablas de una espada, ¿verdad? —pregunta Richter, mostrándole su espada dorada forjada con el elemento Zil Enarior, un metal capaz de absorber grandes cantidades de energía sin fundirse.

—Sí, pero es curioso. Nunca entendí por qué usaban espadas cuando tenían armas de fuego y de energía. No tiene sentido.

—Porque puedes aprender a enfocar tu energía y crear un campo alrededor de tu cuerpo que desvía cualquier proyectil a gran velocidad. Por eso un arma de fuego no sería muy útil contra alguien como yo o contra ellos en tus sueños.

—Eso tiene sentido, pero ¿por qué una espada?

—Canalizamos nuestra energía en el metal y logramos causar más daño al campo de energía que un proyectil. Además, los duelos se llevan a cabo utilizando solo el cuerpo o una extensión como una espada u otro tipo de arma similar.

—Suena muy heroico. Pero como te decía...

—Por favor, continúa —interrumpe Richter.

—Como te decía, recuerdo que también había otras ciudades o reinos, supongo que los llamaban así.

—Me encanta verte tan feliz —le confiesa Richter, y Sofie se queda sin palabras, sonrojándose.

—Soy una madre feliz. Además, el saber que ellas están bien, Dios, me hace sentir tan aliviada como no tienes idea. Aunque el dolor sigue presente en mi pecho, he aprendido a sobrellevarlo. Además, sé que pronto estaré con ellas de nuevo —le dice Sofie, recordando con ternura los hermosos rostros de sus hijas.

—¿Te gustaría viajar a ese sueño? —le pregunta Richter con una sonrisa, dejando a Sofie desconcertada.

—¿Qué? No sabía que podíamos viajar o recrear mis sueños. Pensé que solo podías con los recuerdos.

—También podemos viajar a los sueños —responde Richter, captando su interés.




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