Alas de Amor

Capítulo 8 - Histeria colectiva

En otro tiempo, el simple acto de recorrer los hermosos canales del centro de la ciudad habría llenado a Sofie de alegría y regocijo. Sin embargo, al observarlos desde su prisión energética y sin la protección de Richter para alejarla de los entes oscuros y siniestros, solo consigue que sienta miedo, odio y tristeza.

Los cuatro se detienen frente a un edificio iluminado por luces rojas que destellan en la estrecha y abarrotada calle. Malekint entra primero para asegurarse de que todo esté en orden, luego sale y guía a Sofie y a sus dos compañeros. Mientras caminan por el oscuro y angosto pasillo del edificio, se encuentran con dos mujeres drogadas que se besan apasionadamente. Sofie desvía la mirada y se tapa los oídos para evitar escuchar sus gemidos de placer.

Finalmente, llegan a una habitación oscura donde Malekint susurra palabras extrañas e incomprensibles. Sorprendentemente, líneas de luz se dibujan en las paredes en respuesta a su invocación. Luego, camina hacia una de las paredes y traza una extraña figura con su mano. De repente, la pared se abre, revelando un largo pasillo que los conducirá a un antiguo búnker situado debajo de la ciudad.

—Ya estamos cerca, querida Sofie. No te vayas, por favor. Aún te necesitamos. Todo esto habría sido en vano sin ti —le dice Malekint acariciando la prisión energética que la contiene, después de descender varios escalones.

Sofie no responde. Ella continúa llorando e intentando comunicarse con Richter mientras abraza con fuerza sus piernas. Los cuatro continúan descendiendo en silencio por las escaleras.

» Richter, Richter, Richter, él no es bueno para ti, Sofie. Verás, seres como él, entidades o como quieras llamarlos, son peores que nosotros. Nosotros somos honestos, yo soy honesto, Roos o la niña que conocías es honesta. Quizás no lo fue al principio, pero ella ha demostrado ser leal a sus principios e intenciones. Pero Richter, joder con él. Te engaña, Sofie, lo sé porque conozco cómo funcionan esos seres. Él es un guerrero Luzdark, aunque no lo acepte. Puede que no todos sean así, pero la mayoría de los que llegan aquí lo son, yo me incluyo en ellos y por eso lo sé.

—No me interesa lo que tengas que decirme. Yo sé que él no me engaña —le responde Sofie, sosteniendo firmemente su confianza hacia Richter.

—Esa es la cuestión, Sofie. Nosotros somos expertos mentirosos. Es posible que Richter te diga que está contigo para ayudarte, pero tal vez solo esté esperando el último aliento de tu cuerpo para consumir la enorme cantidad de energía que tu alma desprenderá cuando se corte la conexión con tu cuerpo. Lo sé porque eso es lo que esperamos nosotros.

—¿Qué te hace pensar que voy a confiar en tu palabra? Ni siquiera sé quiénes son ustedes.

—No somos los malos, ¡oh! Me encanta cómo ustedes, los humanos, tienen esa forma tan simplista de clasificar las experiencias. Pero no somos los malos, Sofie. Nosotros somos los buenos porque, al menos yo, hago lo que debo hacer. Eso es luz, ¿sabes? Y no se trata de la forma infantil de ser el héroe y siempre ayudar a los demás. De hecho, eso puede ser oscuridad para algunos seres. Pero no nos desviemos. La cuestión es que yo estoy haciendo lo que es correcto para mí, soy honesto y te lo digo. Richter, en cambio, te miente. Él solo espera el momento adecuado para luego aprovecharse de otras pobres almas perdidas en este mundo cruel que se encuentren en tu misma situación.

—Por favor, déjame en paz. Ya es suficiente con estar separada de mi cuerpo como para que tú empeores las cosas —le suplica Sofie, desesperada, mientras llegan a una puerta de metal al final del pasillo.

Malekint toca tres veces y coloca su mano sobre la puerta, que se abre para dar paso al salón principal del búnker. Este antiguo refugio, perteneciente a la organización milenaria Oscuridad Caótica, ha servido como base para diversas organizaciones a lo largo de los años y ahora es sede  para los cazadores de almas. El búnker consta de tres niveles: el primer nivel es un amplio salón de tres mil metros cuadrados, el segundo nivel alberga una serie de bodegas, y el tercero se utiliza como calabozo. Con incredulidad, Sofie observa a más de trescientos cazadores de almas de diferentes especies y universos.

—Ahora entiendes por qué Richter no podría enfrentarse a todos nosotros, aunque tu vida dependiera de ello. Y, espera, tu vida sí depende de ello. Creo que he dejado en claro mi punto, ¿no? —comenta Malekint, burlonamente, al notar la preocupación en el rostro de Sofie.

Una sombra se mueve rápidamente a través del enorme salón y se acerca a ellos. Al llegar, toma por sorpresa a Sofie, quien se golpea contra la burbuja energética mientras observa al imponente hombre con rostro de pájaro moviendo sus seis brazos.

—¿Quién es ella, Malekint? —interroga el musculoso ser de dos metros, empuñando cuatro espadas.

—Vaya, Ozquider, podrías ser menos imprudente y dejar de aparecer de la nada, asustando a todos —responde Malekint, exasperado—. Ella es simplemente alimento para nuestro señor en la oscuridad, un manjar energético de gran valor. Tal vez le brinde algo de sabiduría, aunque dudo que su cuerpo pueda siquiera aprender algo.

—Si no te conociera, ya te habría devorado. Te comportas como un bufón —replica Ozquider, visiblemente molesto.

—No dudo que seas capaz de devorarme, eres más fuerte que yo. Solo Ramus te supera aquí, pero soy más astuto que tú, además, tengo más habilidades en las artes mágicas que todos los presentes aquí —afirma con confianza.

—Es una lástima que seas tan débil. Tal vez si absorbes su energía, aumentarías considerablemente tu poder —sugiere Ozquider.

—Quizás, pero no lo haré. Si lo hiciera, sería la última vez que hablaríamos. Ramus se toma muy en serio la recolección de energía, y no quiero tener el mismo destino que estas almas miserables en la dimensión del caos —responde Malekint.




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