La cortina danza al son del escaso viento mientras el monitor de sus signos vitales resuena lentamente por toda la habitación, acompañando sus leves sollozos. El amanecer está próximo y las almas que vagan por la oscuridad del hospital buscan refugio de los divinos rayos del sol. Sofie lucha por mantenerse consciente después de haber pasado tanto tiempo alejada de su cuerpo. La poca energía que aún conserva en su deteriorado cuerpo se desvanece con cada latido de su débil corazón.
Cuando Richter entra, una pequeña sonrisa se dibuja en el rostro de Sofie. Intenta levantarse, pero él la detiene, sabiendo que es mejor que permanezca acostada en la cama. Necesita conservar toda la energía posible para su recuperación.
—¿Eres realmente tú? —le pregunta con lágrimas en los ojos, mientras intenta aferrar su mano. Su visión borrosa le impide reconocer claramente el rostro del ángel que tiene frente a ella. Richter la observa con dolor y esperanza, anhelando que Sofie pueda sonreír nuevamente con alegría, eso es todo lo que desea para ella.
—¿No puedes sentir mi presencia? —le pregunta con aflicción al presenciar la desoladora situación de su amada Sofie, aunque se resiste a aceptarla.
—Siento que estoy muriendo, no estoy bien Richter. Ya no puedo distinguir entre esta realidad y mi imaginación. Es como si se mezclaran y a veces veo a Elly, Charlotte y Jozef caminando a mi alrededor. Pero cuando intento acercarme a ellos, desaparecen.
—Mírame, Sofie. Aquí estoy yo, no te abandonaré. Sabes que siempre estaré contigo, incluso si no estoy físicamente presente.
—Gracias por estar conmigo, mi querido ángel guardián. Tú me das vida y esperanza. Además, el simple hecho de sentirte cerca de mí me reconforta y me hace sentir mejor.
—Siempre estaré a tu lado, sin importar las circunstancias. No te abandonaré. Te prometí que te cuidaría sin importar lo que ocurriera, y así será hasta los últimos días de este planeta. Estaré contigo, ya sea aquí o en cualquier otro mundo —enfatiza Richter una vez más, deseando que esas palabras queden grabadas en lo más profundo de la memoria de Sofie.
Richter se sienta junto a ella y Sofie le comenta sobre el tulipán amarillo que su madre le dejó el otro día, pero al que no puede alcanzar. Richter lo toma y lo materializa en su dimensión actual para que Sofie pueda sostenerlo. Después de olerlo, ella le agradece y se recuesta en su hombro.
—Dicen que las personas solitarias son las más amables —le cuenta Sofie con una sonrisa.
Richter no responde, simplemente la observa con cariño. Desde que llegó a su vida, ha intentado protegerla del sufrimiento, no desea que pase por lo mismo que él experimentó. Sin embargo, sabe que el dolor forma parte de la experiencia humana en Terra Gaia y que incluso él, con su protección, no puede evitarlo por completo. La presencia de Richter logra reconfortar el alma de Sofie, aunque solo sea un poco. Después de varios minutos, él la abraza y Sofie le agradece con una sonrisa y una caricia en el rostro. Luego, recordando la melodía, comienza a cantar la canción que su abuela le entonaba desde que era una niña hasta su último día de vida.
En un cielo de colores,
Verde, azul y rosa en flor,
El colibrí con sus alas ligeras,
Surca el azul con gran esplendor.
Verde, azul y rosa,
Rosa, verde y azul,
Sus alas se despliegan,
Mágico vuelo sin igual.
De flor en flor se desliza,
Buscando néctar y dulzor,
En un ballet de colores,
En busca del más bello sabor.
Verde, azul y rosa,
Rosa, verde y azul,
El colibrí sigue su danza,
Hasta que el cielo se veló.
En su viaje colorido,
Llena de vida y resplandor,
El colibrí se desvanece,
Dejando un rastro de amor.
Verde, azul y rosa,
Rosa, verde y azul,
En nuestras mentes permanece,
El colibrí que voló en azul.
Los primeros rayos del amanecer ingresan por la ventana y Richter se levanta de la cama para colocarse frente a Sofie y decirle las palabras que ella evita con fervor.
—No lo hagas, por favor. Después de todo lo que hemos pasado —le suplica Sofie, sentada en la cama, con voz entrecortada por la emoción.
Richter desvía la mirada hacia la ventana, consciente de la difícil decisión que debe tomar. Sabe que debe cumplir con su deber y proteger a Gaia y a ayudar a sus protectores, incluso si eso significa separarse de Sofie.
—Está bien, pero necesito que me prometas que no volverán. Por favor, Richter, prométemelo —demanda Sofie con angustia en su voz, sintiendo cómo su corazón se aprieta en el pecho.
Richter se hincada ante ella, tomando sus manos con firmeza y determinación.
—Te prometo que no volverán, Sofie. Confía en mí. Haré todo lo posible para asegurarme de que estés a salvo. No permitiré que vuelvas a vivir esa pesadilla. Eres mi protegida y te cuidaré con todas mis fuerzas —le asegura Richter, tratando de transmitirle seguridad en sus palabras.
Sofie, envuelta en llanto, le pide desesperadamente que la proteja. Richter, conteniendo sus propias emociones, la mira directamente a los ojos.
—No quiero volver a vivir algo así.
—Mírame, Sofie. Ellos no volverán. Tienes mi palabra. Esta vez, seré implacable en la defensa de tu seguridad. No permitiré que atraviesen nuestro campo de energía y, si llegaran a hacerlo, no dejaré que se acerquen a ti. Te lo prometo, mi querida Sofie —afirma Richter, luchando contra la impotencia y la culpabilidad que lo embargan.
Richter siempre ha sido una fortaleza para Sofie, pero saber que no estuvo presente cuando más lo necesitaba lo ha herido profundamente. Aunque su deseo es quedarse con ella, sabe que tiene responsabilidades con Gaia y sus deberes como guardián.
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historia de amor, dimensiones paralelas, ángeles de oscuridad
Editado: 17.10.2023