Regreso al taxi y me subo a él, mamá y yo movemos nuestras manos diciendole adiós. Al llegar a casa lo primero que se me ocurrio fue darme un baño, sintiendo el agua caliente de la regadera por todo mi cuerpo desnudo se me vino a la mente todo, absolutamente todo lo que me acontecio pero me sentía como un niño temeroso.
—Deívan, la cena esta lista, ¡baja pronto!
—¡Ya voy mamá!
Mamá y yo cenamos tranquilamente casi no conversamos con respecto a la reunión pero quería decirle como me sentía, sin embargo le temía el hecho de ella creyera que su único hijo se estaba volviendo loco, ¿y quién me aseguraba que eso no era lo que me estaba pasando?
Pasaron los días, once para ser exactos desde aquella reunión en el hospital.
—Deívan, Deívan, te quiero invitar a mi casa.
—Si tantas ganas tienes, ¿Por qué no lo haces?
—Simplemente por Margoth, tú mejor que nadie sabes que no te puede ver y no se porqué.
Estando en la escuela, era un poco duro el estudiar para pasar de grado, pero tanto él como yo lo intentavamos, así que nos poniamos a estudiar antes de un examen y tuve que ir a su casa, eso de las tres, porque siempre saliamos a las dos como todos los lunes y sino a la una y medía. Ya estando en su casa nos encontrabamos los dos solos, ya que su mamá, su papá y por supuesto Margoth no estaban. Llevabamos casi una hora cuando alguien inesperadamente llego.
—Sebastián te he dicho, muchas veces que no le pongas seguro a la puer…,ta—un tanto perpleja concluyo la oración.
Margoth sin duda era hermosa para la edad que tenía pero no le caía bien y como Sebatián había dicho ¿Por qué? ¿Por qué no le caía bien? No lo sabía y creó que nunca lo sabré.
—Hola hermanita, mira quien está conmigo—le responde sonriente y con cierta malicia.
—Hola Margoth—le saludo mientras me paro.
Pero ella parecio ignorarme, comienza a discutir con su hermano y yo sin interferir. Parecia aquella discución no tener fin, había momentos como ese en que no quería estar presente, me quería esfumar, evaporar, ser invisible.
—Esta bien, bien, dios, no molestaré más siempre y cuando laves los platos—dijo ella inquieta a la vez que se mordia los labios.
—Me parece buena idea—comente apoyando la idea de Margoth.
—Detesto cuando se ponen de acuerdo en algo—sonrío—esta bien.