—¿De qué querias hablar conmigo?—se sento nuevamente.
—No pense en ello antes, pero ella me informo…
—¿Ella?-pregunto asustada—¿Quién ella?
—Pués tu paciente, Harriet, la que tomaste con el cambio de Priscila.
—¿Harriet? ¿Tú la conoces?—me mira confundida—¿Desde cuándo?
Me sente frente a ella y la vi a los ojos, estaba inquieta, preocupada y temerosa pero no importo eso y segui hablando de Harriet y respondiendo cada una de sus preguntas o más bien a cada una de sus dudas que le asaltaba a la mente
—Entiendo, esta bien, tú puedes ir a visitarla.
—Perfecto—dije mientras me levantaba de la silla—por cierto, por mi, pudes salir con… Alberto.
Mamá quedo perpleja, observandome y yo le sonreí, subi las escaleras a mi habtación.
El mes de abril es un momento indispensable ya que la primavera se hace mas notorio pero ya se habia terminado, “el mes ha pasado volando”. No me sorprende el hecho de que el mes de abril se terminará como el soplo del viento cuando pasa entre un montón de plumas y las hace volar. Mayo en cambio es un mes…, bueno, feliz, era el mes de mi cumpleños pero preferi no hacer fiestas como cuando pequeño, uno se siente incomodo con eso o he de ser solo yo, el que lo siente asi, no sé; fue así que solamente con mis conocidos he de celebrarlo, supongo. Y más sí te sientas en la guarnición de las a fueras de tu casa, sí, efectivamente la calle.
—Vamos Deívan, sólo somos cuatro personas que hemos de celebrarlo.
—¿Cuatro personas?—pregunte—¿Quiénes?
-¿Cómo qué quiénes?—me pregunta indicando y contando con los dedos dice—tu mamá, Margoth, tú y yo.
—Cierto, somos…, cuatro nada mas, Sebastián—me sente juno a él.
Una expresión de profunda melancolía invadio mi mente, mientras que él se hacia la idea de que sólo seriamos nosotros cuatro, los que “celabrariamos” pero faltaba alguien más, lamentablemente no podría asistir, ella no podría asistir aunque como Sebastián había dicho “tranquilo tú sabes que ella no puede ya que esta en el hospital”. Sebastian sabia de mis visitas en el hospital pero llego algunas veces en que reclamaba mi ausencia tanto física como mental con él, se podría decir que estaba celoso de mi “amistad con ella”.
Dejar de preocuparse por algo es casi imposible, por alguna razón Margoth no estaba tranquila y aunque no lo decia era algo obvio para su hermano, que siempre según ella le hacia cosas para molestarla, aún por encima de su consentimiento aunque estuviera en casa.
—Faltan quince días, Margoth—dejandose caer en el sofá—el veintiocho cumpleaños, ya tu sabes—se rasco la barbilla—por eso digo que es mayor que yo.
—“Quince días… Deívan”—dijo para si misma.
—Margoth ¿iras?—le pregunto mientras encendia el televisor.
—Aún no lo sé—se puso sus pantunflas—pero ¿será en su casa?
—Sí, oye Margoth ¿Por qué estas enojada con él?
—¿Mmm? No lo estoy, además es cosa de mujeres—y entro a la cocina.