Parada frente a mi, no, nunca había pensado en eso. Margoth se acercó a mi que creí que lloraría o me abrazaría pero…, me beso, un beso subito, apasionado y tal vez reprimido, muy, muy dentro de ella. Me quede atónito, Margoth se alejo un poco de mi, se sonrojo.
—Desde primaria me gustas… Deívan.
—¿Ah?
—No había sabido cómo decirtelo, pero…
—No puedo—.La interrumpí—lo siento pero no puedo, quererte de la manera en que quieres que lo haga y además tú conceras a más chicos de tu edad, te enamoraras profundamente de alguno…
—Ese ha sido mí… ¡mí primer beso!—dijo con una expresión de profunda tristeza, la cual invadio de lagrimas sus ojos—no dejes que mi primer beso sea desagradable, no quiero tener un mal recuerdo—sollozó como una niña pequeña—¡eres mi primer amor!
Margoth quería irse, quería correr lejos de mi pero no era mi culpa, yo no sabía, (otra cosa que no sabía), que su comportamiento, frío, calculador, caprichoso y a veces depiadado era por mí.
—Lo siento, lo siento tanto—murmuré.
Camino para alejarse tal vez de alguien que no comprendía ese hecho pero la tome entre mis brazos, le pedí disculpas nuevamente y la bese; fue un beso tierno, sincero y fugaz más no contenia amor, sí, no había amor de pareja, ese amor que ella tanto anhelaba y sentí que nunca podría corresponder ese sentimiento puro que Margoth daba hacía mí.
. Creí que tal vez devolviendo ese beso podría ella comprenderlo, además de que le mencioné que si yo era su primera ilusión no le haría que guardace en su memoria el rechazo, al menos un recuerdo que no fuera tan doloroso.
Dos días más tarde alguien tocó la puerta, yo estaba recostado en el sofá. Al abrir la puerta me encontre con Priscila.
—Hola Deívan—sostenía una caja—traje esto para ti—me lo entrega.
—¿Quieres pasar?—le pregunte.
—Gracias, pero no—se recojio el cabello—espero que lo que haya pasado entre Harriet y tú, se solucioné—sacó de su bolso una pequeña carta—.Esto también es importante—me abrazo—¡Suerte!
—¿Ah?—Me la quede viendo sin enterder nada. Ella se marcho. Cerre la puerta y subi a mi habitación.
Coloque la caja sobre la cama, tome un cuter y la abri pero antes de tomar lo que había dentro de ella, leí la carta, una carta que se esmeraron en escribir.
Hola
Lamento comenzar a escribir y explicar de está forma pero no pude contenerme, creí que al venir a verme todos los días, (esos días en que llegabas), era por compasión, tolreancia y sobre todo lástima; se que he juzgado mal.
Pero debes de comprenderme, yo…, yo podía caminar pero tuve un accidente. Mi padre, antes , días antes de su muerte, lo escuche hablar con mi madrastra, ella juro que me cuidaría y yo viviría con ella y con sus hijos en vacasiones e iría al colegio como lo demás chicos. Al poco tiempo de morir él, ella me incito a dejar la escuela, que me buscará un pretendiente, que me casara pero dime ¿Quién en su sano juicio aceptaría tal barbarie? Me negue a muchas cosas que ella me exigía, no podía y padecí en mi camino, quedando ahora como estoy.
Segui leyendo, la caja contenía por lo menos ocho o diez cartas explicandome sus motivos pero no podía creer tales hecchos hasta que leí una que me deconcerto.
Cada día desde que era una niña, me vi en vuelta en un manojo de preguntas, las cuales nunca pude responder.
Desde el instante en que tuve el accidente, creí que no podría volver a caminar, rechace cualquier propuesta de los especialistas, no quería tener terapía y mucho menos que tuvieran lástima de mi, ni aún yo misma me tenía lástima, me sentí insinificante y tonta.
¿Cuál es la importancia de vivir?
Harriet.
Mis manos temblaban, una tristeza que me pareció incurable me invadió, ¿Qué era todo esto?
Sentí un mareo atroz, me debilite de la peor manera, debía descanzar, esa había sido su manera de desahogarce de las tragedias que la atormentaban, las cuales no había podido decir con sus labios.