Alas de Amor "La memoria de un sueño"

XXV

Había transcurrido seis días y en casa de Sebastián las cosas se habian tornado asperas por Margoth ¿Pero qué es lo que sucedía en su pensar? Margoth se encontraba fregando los platos, cuándo recordó lo vivido con Deívan, ella sabía que él no tenía culpa de su dolor, había sido sincero.

—Oye Margoth ¿Qué te pasa?—Pregunto Sebastián al entrar a la cocina.

—¿A mi? Nada—seguía fregando—no tengo nada y si lo tuviera no te lo contaría.

—¿Por qué te comportas haci?—se cruzo de brazos y se recargo de la puerta—sabes, me gustaría que volviera a ser igual, como cuando eramos niños.

—Ya no se puede.—Contesto ella.

—Sí, lo sé, pero que volvieramos a estar juntos los tres…

—¿Los tres?—pregunto incrédula.

—Sí. Tú, Deívan y yo.

Las lagrimas salieron sin su consentimento, no se pudo contener y dio un grito desgarrador,  sollozo de manera tortuosa, Sebastián se acerco a ella y la tomo por los hombros.

—¿Qué pasa?—pregunto alarmado.

—¡Nada, dejame en paz!—salio de la cocina y corrio a las escaleras.

Pero esta vez no pudo escaparce de las manos de él, con mirada interrogativa, como diciendole “¿Lloras por él, por Deívan?”

—¿Qué te ha hecho?—la sangarrea de una manera brusca—contestame, no te quedes callada.

—¡No!-negaba con la cabeza—no te lo dire.

—Contestame… ¡Margoth!—grito él pero al no ver reacción, la abofeteo—Margoth, habla de una maldita vez.

—¡Me ha besado!—Grito y lo miro a los ojos—Deívan…, le bese…, le bese…, él me ha besado—dijo tartamudeando, su voz era lastimosa y lloró aún más.

Confundido, atormentdo y desconcertado, todo era inútil ¿Qué más se puede pedir en esta vida que no sea dolor? Se escucho el sonar del timbre, vi a alguien por mi ventana, insistía mucho al tocar el timbre, baje las escaleras viendo mi reflejo en cada uno de los cristales de los cuadros, que contenian fotos de mi madre y de mi. Estaba muy sonriente, estaba contento, no había preocupación, ni siquiera creó que conocía lo que es el dolor.  Abri la puerta, era Sebastián, que al entrar se apróximo a mi de manera brusca.

—¡Eres un desgraciado!—me dijo sin vacilar, acompañado de un golpe—.Tú maldito, ¡maldito seas!

Le devolvi el golpe con la misma intensidad, ambos estabamos sujetos de la camisa del otro. Pero él dijo que no podía creer, ilusionar a Margoth, eso no me lo perdonaría, fue entonces que le dije que jámas fue mi intención ilusionarla, porque nunca estuve enamorado de ella.

—Ni siquiera sabia,  que ella estaba enamorada de mi.

—No te creo, eres un des…

—¡Callate!—intervine—¡a Margoth la he visto como una hermana!—girte- yo no estoy enamorado de ella…,  ella es mi hermana menor—solte su camisa—el beso de Margoth me hizo darme cuenta de que…, estoy enamorado de alguien más.

Sebastián estaba muy enojado y tenso, pero me miro de forma apenada y arrepentida.

—Pero si te hace bien, golpeame las veces que quieras, tal vez así se sienta mejor Margoth—seguía sujetado por él—no me defenderé—lo vi a los ojos.

Sebastián lloro tal vez porque vio que le fui sincero y que era real todo lo que había pasado, me soltó y se dejo caer al suelo, estaba de rodillas, él balbuceo pequeñas pero significaivas palabras: “ lo siento”,”perdóname”, “disculpame”. Me abrazo como a un niño que se apoya en su hermano mayor.

—Estaba enojado—seguía llorando—no me di cuenta de que mi pequeña hermana, ya había crecido.

—Lo sé, yo también ignoraba eso.

—Perdóname, de verdad…,  no quiero perder a un amigo que me ha sido fiel.

—No tengo nada que perdonar, porque como a cualquier hermano, tu has defendido a tu pequeña hermana—hice que se levantace del piso—gracias por ser como eres Sebastián.

—¿Eh?—se sento en el sillón, y sonrío—hay algo que no te he dicho aún—hizo señas de que no lo interrumpiece—yo te envidio, desde que eramos niños, pero eres mi mayor ejemplo. Gracias por ser como eres tú, Deívan.




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