Faltan dos días pero ya me siento nervioso, quiero que ya se conozcan, los tres, ahora; ellos son parte de mi. El jueves por la tarde me encontraba solo, mamá cubriría guardia, así que decidí ver televisión pero antes hice mis trabajos de la escuela. Eran casi las once de la noche, había finalizado mis deberes, estaba ancioso, mañana sería el gran día. Me dormí en el sofá, quizá por unos simples minutos, al abirr los ojos vi el reloj y faltaban diez para la media noche, me sente y apague la televisión; nuevamente senti los dolores en el pecho, justo a la altura del corazón.
—Todo…, no puede acabar to-do de esta manera—pense—el dolor…, es inmenso—estaba acostado en el suelo—.No estoy enfermo.
No podía estar enfermo porque mamá me lo hubiera dicho, bueno al menos eso creó. Estaba en el piso, quizá me había vuelto a desmayar o quién sabe pero estaba consciente de todo lo que ocurría con mi cuerpo.
—No, esto no me empedirá hacer las cosas que he planeado—me dije a mi mismo—puede que tenga…, anemia, ¡sí! Eso es.
La noche se hizo día en un parpadeo, casi eran las diez, cuando desperte, suerte la mía que nos reuniriamos alas doce y cuarto. Tenía que ir por Harriet al hospital, cuando llegue, ella se encontraba lista y me estaba esperando, mamá ya habia hecho los arreglos con respecto a los permisos para que ella pudiera faltar a las asistencias médicas de día; me percate desde hacia tiempo cuáles eran los horarios de terapia. Efectivamente los lunes y miércoles. Cuando ella y yo llegamos al parque, Sebastián y Margot nos estaban esperando, días antes Sebastián me pregunto que flores podía llevar, le sugerí los lirios purpuras, por supuesto, que son sus flores favoritas.
—Harriet, ellos son Sebastián y Margot—le sonreí.
—Hola… Harriet, nos es un gusto…, conocerte—mencionó Margot—espero y las flores sean de tu agrado.
—Claro que lo son—sonrío Sebastián y le dio un apretón de manos—creeme que…, es un halago el tenerte aquí con nosotros… Harriet.
—El gusto es mio… Sebastián, Margot.
Sebastián le entrego las flores y abrazo a Margot, unos hermanos muy unidos, se puede decir al fin, estuvimos en el parque bajo un frondoso árbol de hojas naranjadas por el otoño, se veian endebles. Margot junto a Harriet, Sebastián junto a mi. El frío se sentía cada vez más fuerte y sosegaba la estancia, pero a Sebastián le dio por invitarnos helados, Margot le regaño por ello pero Harriet parecia muy contenta; los tres rieron a carcajadas.
—Lo lamento, me quede fuera de las risas.
—¡Oh! Deívan—sonrío Margot—comentaremos algo gracioso…, después…, quizá.
Me diverti mucho con ellos, al igual que Harriet, habia algo en ella que cambio por completo. Quizás las cosas sean mucho mejor de lo que pensamos, para bien o para mal suceden, pero a decir verdad, la estancia junto a las personas que llegas a querer es mucho mejor, “excelente”, se podría decir.