—Te enamoraste de ella… ¿verdad?
—¿Qué—-pregunte de lo más tranquilo pero disimulando estar desinteresado.
—Que te has enamorado de… Harriet—se acerco a mi—vamos, no puedes y no sabes mentir.
—Tal vez tengas razón…, pero aún no lo sé—me sente bajo el árbol—¿Quién asegura que sea enamoramiento? No aún no lo aseguro, y es a mi a quien le preguntas eso—me llevo la mano al pecho y le sonrío.
Margot y Harriet reían estando a lo lejos de nosotros, parecian conocerse de toda la vida, se podría mencionar que se conocian mucho más antes de que yo las conociese a ellas. Después de un momento, ellas se acercarón a nosotros.
—De nada…, es…, sin importancia…, Deívan—habló en monosílabos y eso me extraño mucho.
Harriet y yo volvimos al hospital, Sebastián y Margot a casa. Harriet parecia muy feliz, animada, alegre y está muy sonriente, me encanta eso de ella; pero aún tengo dudas por aquellas palabras de Margot.
—¿Qué queria decir con eso?—musite en voz baja—¿Qué es lo que ocultan ellas dos?
—Pareces distraído, Deívan ¿ocurre algo malo?
—No lo estoy…, sólo que…, estoy pensando—medio le sonrío—.No te preocupes.
—Menos mal, creó que tenías razón, me han caido muy bien, son buenos hermanos—sonrío complacida—me gustaría volver a verlos—solto una risita muy cómica que hizo que evitara verle por un momento.
—Por supuesto, cuando tú quieras—dije para apaciguar mis ancias de reír—.Oye por cierto ¿Qué es aquello?—le señale una caja que estaba en una esquina, junto a la mesa, cerca de la ventana.
—¿Me la podrías acercar?
Una caja sin forro, sin etiqueta, parecía que tenía días allí en ese lugar, pero Harriet lo apreciaba y yo no lo iba a menospreciar, al pasarle la caja, ella lo abrio y saco: sobres de colores, fotos, recortes, cartas y un libro; un “libro de memorias”, como ella lo llamo. Me lo entrego aunque comento que quería que yo lo tuviera y que le diera una opinión de lo que había escrito. Acepte de lo más complacido por aquella petición, era un libro de capa gruesa, de tono verde hoja, no tenía titulo pero contenía un listón blanco como separador para las páginas.
Harriet habia escrito muchas cosas por lo que pude ver. Regrese a casa, solo, pero esta vez feliz, mamá se quedaria de guardia hasta tarde, eran las seis cuando escuche unos toquidos que provenian de la puerta.
—Hola Deívan.
—Hola, Alberto.
—Te he traido esto—Alberto levanta las manos y veo varias bolsas, él entra y las pone sobre la mesa, era comida—Mabel me pidio que viniera y te tragiera esto, pero decidí quedarme y ayudarte a prepararla—de la bolsa saca unas latas, frutas, verduras y jugos en caja.
—Bien, entonces, preparemosla.
Alberto se quedo conmigo y me ayudo, mas bien yo le ayude a preparar la cena, pues ya era tarde. Fue algo rápido y sencillo por lo que pude notar.
La cena estaba deliciosa a decir verdad, después me ayudo a lavar los platos pero esa era ya de por sí mi chamba, pero vimos algunas películas. Me senti como hacia años no me sentía, vi a Alberto como una figura paterna por primera vez, ya no me sentia completamente solo.