ASAN MEDICAL CENTER – HOSPITAL DE SEÚL (COREA DEL SUR)
Enero 2023
Una ventana de observación en terapia intensiva. Tan solo una ventana de observación lo separaba de su hijo. Elwira Majewski se llevó la mano al pecho intentando sostener el corazón que parecía a punto de atravesarla y caer al suelo.
— ¿Madre, que tienes? Me prometiste que estarías bien. Por favor, no hagas que me arrepienta de lo que acabo de hacer.
Palidecida, la mujer volteó a ver a su hijo Najib.
— ¿Cuántas veces, Najib? ¿Cuántas veces me has visto llorarle a tu hermano sobre su tumba? Y no solo a mí. A todas sus hijas. ¿Cómo pudiste ver llorar a tus sobrinas por un padre que creen muerto. ¿Dime cómo pudiste?
— Madre…
— ¿Acaso tu corazón se convirtió en piedra? —vociferó la mujer—
— Madre, estamos en terapia intensiva. Si no bajas la voz tendremos que salir y no podrás entrar a ver a mi hermano.
Hundida en llanto y a punto de desvanecer, su hijo la contuvo entre sus brazos.
— Te llevaré a enfermería ahora.
— No iré a ningún lado. No me moveré de aquí. Si sobreviví todos estos años con el corazón destrozado creyendo haber perdido a uno de mis hijos, no moriré ahora que lo he recuperado.
Vestida adecuadamente con ropa especial para ingresar a la UCI y ver por un par de minutos a su hijo, Elwira Majewski se acercó. Las manos aún le temblaban, y de sus ojos, lágrimas de felicidad brotaban.
— Ojalá pudiera abrazarte, cariño mío. Mi hermoso y rebelde niño. Pero lo haré ¿Sabes? Ten por seguro que con todas mis fuerzas voy a abrazarte y jamás volveré a soltarte. Cuidaré de ti y estaré a tu lado hasta donde me de fuerzas la vida. Pronto saldrás de este hospital porque eres fuerte y valiente. Te amo, hijo. Te amo de un modo que jamás lo has podido imaginar.
RESIDENCIA DE HERDECKE – RENANIA DEL NORTE (WESTFALIA)
8 de febrero – 2023
Más de doscientas personas habían recibido la invitación para celebrar por todo lo alto los dieciocho años de Aurora, tal y como Akins lo había prometido, y la fiesta se llevaría a acabo nada más y nada menos que en una majestuosa y señorial mansión adquirida por el joven, exclusivamente para aquella gran ocasión.
Aurora yacía observándose frente al espejo mientras oía de su prima Amalie, vanamente sus consejos.
— No puedo creer lo que harás, Aurora.
— Ya lo decidí, Amalie, por lo tanto no insistas.
— ¿Tienes idea de cuánto le habrá costado a Karîm este vestido, y resulta que no lo usarás?
— No tengo idea. Y tampoco me importa —contestó en lo que alguien llamaba a la puerta—
Era uno de los guardias portando una caja y un gran ramo de rosas.
Amalie fue a recibirlas para entregárselas a su prima quien primeramente procedió a leer la nota que dentro del gran ramo yacía.
“En este mundo no existe joya más preciosa que tú.
Nunca lo olvides, mi luz.”
— Todavía piensa que puede envolverme con sus palabras.
— Aurora, ya basta. Tú actitud está cansándome. ¿Sabes?
Copito de nieve echó unos ladridos.
— ¿Lo ves? Incluso a Copito lo estás hartando. Mejor abre la caja. Debes terminar de alistarte porque los invitados están llegando.
Aurora abrió el cofre que el guardia le había entregado.
— Oh mein Gott! —exclamó Amalie— Oh mein Gott! ¿Aurora, de donde ha sacado Karîm tanto dinero para esta mansión, para esta fiesta, para tu vestido y para estas joyas? —preguntaba Amalie tomando del juego completo el par de pendientes— Son finísimas. Parecen reales.
— ¿Qué dices, Amalie? Por supuesto que son joyas reales. Karîm jamás me obsequiaría bisuterías.
Por mucho que consigo misma había luchado, Aurorita, a final de cuentas toda su fascinación ante semejantes regalos, ya no pudo ocultarlo. Toda su vida había deseado lucir sobre su cabeza una auténtica tiara de princesa.
— De princesa no. De auténtica reina —hablaba mientras la delicada tiara en sus manos tomaba—
— Déjame ayudarte
Amalie le acomodó la tiara. Le ayudó a colocarse los pendientes, la cadenilla, el anillo y por último el delicado brazalete.
— Son de zafiros y diamantes, Aurora. Definitivamente primita, serás como siempre el centro de atención. ¿Por qué no usas el vestido? Será el complemento perfecto para que luzcas como una auténtica reina.
— No insistas, Amalie —dijo Aurora poniéndose de pie—
Presta para bajar, estaba dispuesta a ocultar su tristeza y fingir felicidad.
En el fondo de su corazón, desaparecer era lo único que deseaba, sin embargo, las viejas, lejanas y sabias palabras del maestro Chung, en su mente resonaban.
— Estos no son los 18 que yo deseaba.
— ¿Qué dices? Aurora, tienes probablemente la mejor fiesta de toda Alemania en años.
Aurora ya no deseaba escucharla, y discutir con ella no tendría sentido alguno porque simplemente no lo entendería. Nadie lo haría.
Cuando se dispuso a bajar, ya una cantidad considerable de personas se encontraba en el salón principal.
Bajo los flashes de las cámaras, su descenso de las escaleras fue majestuoso y hasta casi angelical, como si descendiera de las auténticas escaleras del cielo.
Todos los ojos, puestos en ella se encontraban, pero solo un par de ellos a Aurora le importaba. Los mismos que perplejos, descendiendo con su ramo de rosas, la miraban.
— ¿Por qué Aurorita baja vestida de negro, Isabella? ¿Qué sucedió con su maravilloso vestido?
— ¿Qué podría suceder? Juro que se encontraba intacto en su habitación.
Akins, acompañado de un par de guardias, a Aurora lentamente se acercaba. Allí, ante el último peldaño, le tendió una mano.
Aurora aceptó, luego con gestos de mano, sonriente a los presentes saludó.
— Al igual que esa falsa sonrisa, ese no es el vestido que debía lucir esta noche —dijo entre dientes Gina Alicia bastante enfadada—
— Pues no entiendo lo que sucedió.
— ¿Qué es lo que no entienden —irrumpió Michael— ¿En verdad no se dan cuenta que se lo hizo a propósito a Akins?
— ¿A propósito por qué? Aurora ya no estaba molesta.
Con una sonrisa retorcida y negando con la cabeza ante tanta ingenuidad, Michael Bruchhagen hasta la sala donde se encontraban las pequeñas Heba y Paulita.
— ¿En verdad sigue molesta con Akins?
— Pues al parecer sí, Isabella. Esa chica hará que me broten canas de mil colores. Imagínate, yo con canas a mis floridos y recién cumplidos 35 años. ¡Que horror!
Entre invitados que saludaban a la agasajada, fotógrafos y reporteros que brevemente la entrevistaban, Akins la tomó de una mano y decidió del lugar por un momento alejarla.
— Ese no es el vestido que debías lucir esta noche, Aurora.
— ¿Tú como sabes?
— Porque Isabella me enseñó el que habías escogido, y lo encargué exclusivamente para ti.
— Pues a último momento ya no me gustó.
— Y escogiste un vestido negro para bajar.
— Lo hice. Acaso no lo estás viendo.
— ¿Por qué precisamente de ese color, Aurora.
— Porque así de negra tienes mi alma y se me ocurrió con este vestido combinarla.
— Lo hiciste a propósito
— Piensa lo que quieras
Unos que otros invitados seguían llegando, por lo que Aurora sin intención de seguir discutiendo, regresó al gran salón. Akins la siguió, y Copito de nieve un poco más atrás los acompañó. Allí los ojos de la agasajada se clavaron en una joven que cautivadora y radiante, iba entrando.
— ¿Te atreviste a invitarla a mi cumpleaños, maldito infame? ¿Dime cómo pudiste, Karîm Hafez?
— Ssshhh… baja la voz, Aurora. No vuelvas a llamarme de esa manera.
— Voy a llamarte como quiera. Infame, déspota y ruin.
— Vamos, continúa. Y mañana estarás en todas las portadas digitales por hacer un escándalo ridículo en tu propio cumpleaños —susurró sosteniéndola de ambas manos—
— Suéltame
— Primita —irrumpió cómo de la nada el joven Ihsân— ¡Te deseo muy feliz cumpleaños! —prosiguió tomando para besar sus manos—
En el acto, los ojos del chico no pudieron pasar desapercibidos del brazalete y el anillo de Aurora. La observó ampliamente y un completo juego de zafiros y diamantes relucía en su prima encantadora.
— Finalmente, Aurorita tienes la edad que tanto querías.
— Pues no tienes idea de cuanto estoy arrepentida.
— No te creo nada. Los disfrutarás. Ya no podrán tratarte como a una niña sobre la cual deban tomar decisiones los demás —prosiguió observando nuevamente a Akins— Ah, déjame presentarte a mi hermosa novia, Vasilisa.
— ¿Tu novia?
Akins, con la mirada clavada en Ihsân, ya saboreaba el placer de ahorcarlo hasta soltarle el cuello.
— Vasilisa, ella es mi preciosa y talentosa prima Aurora. Estás ante una auténtica reina de París.
— Для меня честь познакомиться с тобой, Аврора (Es un honor conocerte, Aurora) —saludó sonriendo la preciosa y encantadora Vasilisa—
La agasajada quien no pudo negarle el saludo, observó de reojos a Akins y posteriormente a su primo Ihsân.
— ¿Es bielorrusa igual que la Miss Jenny?
— Es rusa, y poco o nada habla nuestro idioma.
— Mmm… pues menos mal, no entenderá que te arrancaré la cabeza ni bien termine mi fiesta.
— No te preocupes mi ángel, que yo mismo me encargaré de eso.
— Se ven muy tensos los dos. Relájense y disfruten de la fiesta, que mi novia y yo haremos lo mismo.
Ambos se alejaron. Y Amalie, quien oculta entre un par de personas lo había escuchado todo, se acercó de inmediato.
— Díganme que acabo de escucharlo todo correctamente. ¿La chica de la discordia resultó ser novia de mi hermano?
Aurora volvió a observar de reojos a Akins.
— Puede tratarse todo de una confabulación entre ambos.
— ¿Confabulación?
La joven no dijo más y se alejó para seguir recibiendo a sus invitados. A muchos que conocía, mientras que a otros no tanto.
Akins decidió no seguirla y esperar a que se calmara un poco para seguir conversando. Observó a su prima Amalie quien en ese preciso instante tenia la mirada clavada en Waldo.
— Waldo… —llamó el joven—
El guardia principal que se encontraba a tan solo unos pasos, acudió de inmediato.
— ¿Jefe?
— ¿Todo está en orden, Waldo?
— Momentáneamente si, señor. Claro, a excepción del joven Ihsân apareciendo con la chica.
— Sí sabes los problemas que se nos vendrán encima por causa de eso, ¿cierto?
— ¿Tenía otras opciones, señor?
— Pues no. Mi orden fue clara. No quiero conflicto ni desorden alguno en la fiesta de mi ángel.
De la nada y de manera inesperada, la joven Amalie, quejumbrosa tambaleó quedándose al guardia aferrada.
— ¿Señorita, está bien? Que le sucede?
— Me torcí el tobillo. No debí escoger unos tacones tan elevados. ¿Podrías llevarme hasta el sofá de la sala, por favor?
— Por supuesto. Permítame.
Mientras observaba a su prima, Akins, negando con la cabeza sonreía, a la par de los ladridos del pequeño Copito de nieve que a su dueña sobre lo ocurrido advertía.
— Cuánto descaro el de esa chica —dijo Aurora acercándose para ver lo que sucedía—
— Mmm… No sé porque presiento que he vivido yo en más de una ocasión una similar escena.
— Ah… ah… Pues sabrás tú, infame con quién las has vivido.
Akins la observó por unos segundos y sonrió con grandeza. El corazón de Aurora se estremeció de dicha y felicidad. De todos los costosos obsequios que le dio aquel día, como aquella amplia y encantadora sonrisa nada más valioso existía.
— ¡Oh, mi bello príncipe de alas negras! ¿Te he dicho ya lo guapo que estás? —preguntó enganchada al brazo derecho de Akins—
— No lo creo. Desde mi llegada no has hecho otra cosa que insultarme.
— Me disculpo, cariño mío. ¿Me sacarás a bailar esta noche?
— Por supuesto, pero nuestro baile será con la última sorpresa de esta fiesta.
— ¡Que emoción? Ya dime de que se trata.
— Aguarda un poco más. No es el momento.
En esas, oyen la algarabía de Gina Alicia que llamó de ambos la atención por lo que voltearon a ver. Los hermanos Stenzel, sus hermanos del alma, a la fiesta acababan de llegar, y la mujer que no los había visto en mucho tiempo, su dicha infinita no pudo ocultar.
— Son los hijos de la tía Judith. Debo ir a recibirlos, Karîm.
Aurora se alejó, y Akins en compañía de Copito de nieve, a observar desde lejos permaneció.
— ¿Sus hermanos? Esos no son sus hermanos —se dijo intentando recordar dónde había visto antes a uno de ellos—
— ¿Es impresión mía o estás celoso, hermanito? —le susurró su hermana Isabella al oír sus pensamientos elevados—
— Que tontería
— Pues yo creo que sí lo estás, pero no te preocupes. Eres el legítimo. Nuestro favorito —dijo apretando sus mejillas— También iré a saludarlos. Ah, por cierto. Tim acaba de avisarme que él y Mara están en camino.
— Waldo… —llamó a su guardia a través del micrófono que entre su chaqueta ocultaba— Mi tío Najib acaba de llegar. Cómo se tope con su hijo y vea en compañía de quien se encuentra, son capaces de arruinar toda la fiesta. Necesito que te encargues de evitarlo.
— Me encargo ahora , jefe.
— Gregg Akins Majewski. El nuevo jefe de jefes —exclamó August Stenzel acercándose al joven para saludarlo— El príncipe de alas negras. ¿Sabes que de ese modo empiezan a llamarte en todo el mediterráneo?
Frunciendo el ceño, Akins lo observó brevemente desviando la mirada en su hermana.
— Akins, él es uno de mis hermanitos. Quizás ya lo has visto en la asamblea anual el día de tu presentación. August es el director financiero de la sede en Grecia de Bahar Malak. Bueno, la ahora Kara kanatlar Compañy como todos empiezan a conocer a las navieras.
— Mmm… Por supuesto. Ahora te recuerdo.
— No hemos tenido oportunidad de cruzar palabras en la asamblea anual.
— Disculpe, jefe —habló Waldo a través del micrófono— Llevamos a su tío a la sala, pero exige hablar con usted ahora.
— ¿Me permiten? Debo atender un breve asunto. Son bienvenidos a Herdecke. Disfruten de la fiesta.
Akins se marchó hasta una apartada sala dentro de la residencia que Waldo le había indicado. Copito de nieve con sus pequeños pasos lo siguió, y Aurora, intrigada ante aquel repentino breve asunto, aguardó unos instantes y también lo hizo en compañía de su prima Amalie quien de su improvisada actuación había vuelto a recobrarse.
Ambas jóvenes se acercaron hasta la puerta de aquella sala en vista de que ningún guardia quedó custodiando el pasillo.
— ¿Cómo pudiste permitir una cosa como esa, Akins?
— Cálmate, tío
— No me pidas que me calme. ¿Qué explicación de daré a mi esposa en la mañana cuando vea en los principales portales de noticias a su hijo acompañado de la hija de un mafioso ruso?
— Ah… ah… ¿Oíste lo mismo que yo, Amalie?
— La chica es hija de un mafioso ruso. No podría yo esperar menos de ese engendro.
— Tío, te recuerdo que tus sobrinas son hijas de uno. Y la madre de Amalie también era hija de un mafioso. Somos todos aquí herederos de la mala sangre, pero por momentos parece que lo olvidas.
— Mi hermano no era un mafioso, Akins, y lo sabes muy bien.
— Tienes razón. Era mucho peor que eso.
— ¿Hasta cuando mantendrás ese odio irracional hacia tu padre? En verdad no lo entiendo.
Obviando aquellas palabras de Najib Majewski, Akins le dejó en claro que nada pudo hacer para impedir el ingreso de su hijo junto a aquella joven.
— No voy a permitir que ningún tipo de conflicto apañe la fiesta de Aurora. ¿Me has entendido, tío? Por lo tanto, si decides quedarte, más vale que sepas controlarte. Respeta el cumpleaños de tu sobrina. Ahora contéstame una cosa. ¿Por qué no ha podido venir mi abuela Elwira?
— ¿Qué?
— Lo que acabas de oír. Se me hace muy raro que no haya aparecido para saludar a su nieta. ¿Sabes algo de ella?
Aquella pregunta que había tomado desprevenido a Najib Majewski, lo dejó sin palabras.
— ¿No sabes nada de tu madre?
— Ella… prefirió no asistir. Pensó que quizás Judith podría aparecerse en la fiesta y prefirió evitar ese encuentro. Ya sabes. Por lo que tú mismo acabas de decir. No tenía intenciones de arruinar el cumpleaños de su nieta debido a los altercados con esa mujer. Imagino que llamará luego a disculparse con Aurora.
— Mmm… Tiene lógica, aunque no me parece suficiente motivo. Llamaré a mi abuela en la mañana. Quisiera verla también. Ahora saldremos de aquí y nos comportaremos todos como personas civilizadas. ¿De acuerdo?
Aurora y Amalie se apartaron raudamente de la puerta y se dirigieron de regreso a la fiesta.
— ¿Estamos condenados a ser hijos de la mala sangre, Amalie?
— Podrías escribir otro libro acerca de nuestra historia, Aurora, y ponerle como título, ‘Herederos de la mala sangre’. Suena interesante. Cómo todo un Bestseller.
Al abrir la puerta de la sala el primero en salir fue Copito de nieve. Akins observó de ambos lados del pasillo y al no ver a nadie en los alrededores, abandonaron el lugar.
— Ella es muy bonita en verdad. Tanto, que está siendo el centro de atención.
— Está opacándote en tu propia fiesta. Me pregunto que le vio al imbécil de Ihsân.
En medio mismo del salón, la gran pantalla que yacía instalada, se proyectó. Otras, instaladas en distintos puntos de la mansión para que ningún invitado se perdiera de la última sorpresa de la fiesta, también se encendieron bajo envolventes altoparlantes que parecían oírse incluso hasta el cielo.
Las nubes.
Un inmenso paisaje del amanecer.
Extensos viñedos.
Un majestuoso castillo donde un final feliz se yacía dormido estremecieron a Aurora quien en esos instantes por sus melancólicas lágrimas intentaba no ser traicionada.
Sintió una mano tomando la suya. La misma que la condujo en incontables ocasiones a sueños maravillosos.
— ¿A dónde vamos cielo mío?
— A las nubes, mi ángel. A nuestro propio mundo —contestó besando sus manos— Te prometí que bailaríamos como en el cielo, y lo haremos. Vamos Copito. Corre…
Luego de incontables escalones, llegaron a la terraza más alta de la residencia.
Aurora en su rostro su encantadora sonrisa relucía entre luces infinitas de París, nubes de algodón y globos flotantes en forma de estrellas.
La noche fría parecía el complemento perfecto para recrear una escena perdida entre la nieve que lentamente sobre sus cuerpos caía.
Akins colocó un abrigo sobre los hombros de Aurora. Tomó el pastel con 18 velas encendidas acercándose nuevamente a ella.
— Cierra los ojos y pide un deseo, mi luz.
Con aquel amor eterno de otra vida, Aurora observó a Akins. Cerró los ojos y sopló las 18 velas de un deseo que en la tierra parecía inalcanzable.
De fondo una canción a sonar, empezaba. Era su canción favorita.
Akins devolvió el pastel sobre la mesa. Se acomodó la chaqueta y con delicada reverencia, le tendió su mano derecha.
— ¿Acepta bailar conmigo, su majestad?
— Oh, mi bello príncipe. Claro que acepto.
Como en el cielo, Aurora y Akins bailaron al son de sus lejanos recuerdos. Envueltos en estelas artificiales y una blanca noche que guardaría para siempre sus mayores deseos.