Alas Negras

COMO UN GRATO RECUERDO

STAATSANWALTSCHAFT (UNIDAD FISCAL DE ESSEN)
Siguiendo con las investigaciones referentes a los tres últimos acontecimientos sucedidos en la ciudad de Essen, el fiscal Lutič no soltaba los pasos y movimientos del joven Gregg Akins, o al menos lo intentaba. En un par de ocasiones solicitó cerrar uno de los casos. La muerte de Fedir Kolesnyk, presentando pruebas contundentes que lo vinculaban al tráfico de personas y alegando que se había tratado de un ajuste de cuentas, sin embargo, debido a la cadena de crímenes posterior a su muerte que también lo vinculaban por ser miembro del clan Kocourek, no pudo lograrlo.
— Ruud, fíjate en esta fotografía y compáralas con estas que pertenecen a la fiesta de cumpleaños de la señorita Majewski.
— Efectivamente jefe. Se trata de la misma persona —decía el oficial observándolas detenidamente—
— La joven de la fotografía que Nikolai Kozloi le entregó a Wieber es la misma que está posando aquí nada más y nada menos que con Ihsân Majewski. Según lo que hemos podido averiguar del anuncio del propio Anatoli Zaytzev, sus nietas aparecieron sanas y salvas tras el supuesto secuestro por parte de miembros de Voronyi Klych. Ahora bien. ¿Qué hace la joven en Alemania y en compañía de Ihsân Majewski? Que por cierto, inexplicablemente limpió todos sus registros delincuenciales y ahora anda libre de un lado para otro como si nada como si no hubiese cometido delito alguno.
— Y mire aquí, jefe. También estuve indagando en todos los portales, y en un par de fotografías figura la presencia de Grigori Orlov. Estas son pruebas más que evidentes de que el príncipe de alas negras junto con su primo Ihsân Majewski se ha involucrado con la mafia rusa.
— ¿Pero como puede ser posible? Desde hace semanas Wieber y yo nos encontramos siguiendo pistas que nos conducen a que el joven Akins muy posiblemente se encuentra involucrado con la mafia turca. ¿Entonces que hace allí presente un miembro tan importante de Solntzevskaya? Necesito hablar con el ex agente en este mismo instante.
El fiscal Lutič marcó de inmediato al ex agente Steen para comentarle lo que acababa de descubrir, sin embargo, el mismo ya estaba al tanto de la situación.
— Acabo de ver las fotografías de la fiesta, pero no me pregunte fiscal Lutič que significa porque no tengo idea. Necesitamos hacerle una pequeña visita a Kozloi en la celda. ¿Podría encargarse de fijar una hora para eso?
— Lo haré. Es más, fue lo primero que se me pasó por la mente. Volveré a comunicarme con usted ni bien consiga preparar una nueva declaración para Kozloi.

MANSIÓN DE ICKTENER SIEDLUNG
Una caravana de furgones oscuros llegó hasta la mansión de Icktener Siedlung. El lugar estaba a punto de ser sitiado. Todos los guardias que custodiaban las principales entradas fueron masacrados por decenas de hombres encapuchados quienes prontamente de sus armas se apoderaron.
Uno de ellos se descubrió el rostro. Se trataba nada más y nada menos que de Gregg Akins.
— Encárgate de inmediato del sistema de alarmas, Ihsân. Esta misma noche tomaremos todo este lugar.
El joven Ihsân Majewski no solo había hackeado todos el sistema de alarmas de la mansión, sino también los accesos principales a la misma. En pocos minutos los hombres de Gregg Akins invadieron zonas estratégicas aguardando su orden para atacar.
Con un hacha en mano y cargando una ametralladora FN 5,56 Gregg Akins encabezó el ingreso a la mansión de Icktener disparando a todos los guardias que se le atravesaban en frente. Minutos más tarde por el radio uno de los hombres advirtió a Waldo que miembros del clan Kocourek se encontraba cenando del otro lado de la mansión.
— No hagan ruido —ordenó Akins— Personalmente yo voy a sorprenderlos en ese lugar.
El grupo se dirigió al lado este de la mansión donde se encontraba el comedor. Allí el chico, pasando completamente desapercibido observó a través de la ventana. Y efectivamente miembros del clan Kocourek cenando se encontraban.
— El viejo del clan Kocourek nada más y nada menos que junto a la momia de Hajjâj El-Hashem. ¡Bingo! —exclamó el joven Ihsân acercándose a observar— ¿Vas a atacar?
— ¿Tú que crees? —dijo entregándole su hacha a Waldo para que lo sostuviera—
Sonriendo, Ihsân se apartó un par de metros observando a Waldo.
— Preparémonos para otra lluvia de sangre, Waldo —advirtió Ihsân—
Con la mirada fija en los objetivos, Akins unos pasos se alejó. Tomó una piedra y lanzándola, el cristal de la ventana quebró. Alertados, quienes se encontraban dentro observaron.
— Al suelo todos... —gritó desde el interior un miembro del clan—
Como si 700 disparos por minuto no le resultaran suficientes, Gregg Akins comenzó a disparar incesantemente, destruyendo todo lo que tenía en frente. No obstante, sus planes para con el viejo Kocourek y Hajjâj El-Hashem no eran precisamente llenarles el cuerpo de balas.
Cuando finalmente se detuvo ordenó a sus hombres que lo siguieran. Con las culatas de sus respectivas armas quebraron el resto de los cristales y se dispusieron a ingresar. Por los suelos del comedor donde todo estaba destruido, algunos hombres del clan, a rastras intentaban vanamente escapar.
Con pasos lentos, Akins se acercó a uno de ellos apoyando la culata de su ametralladora a su espalda.
— No gastes tus fuerzas intentando escapar, gusano —dijo, con el pie izquierdo pisando su cabeza—
Se agachó por unos instantes para ver bajo la mesa y observó a varios hombres ocultos allí, entre ellos desde luego a sus dos objetivos principales. Dibujó una diabólica sonrisa en su rostro y volvió a incorporarse. Tomó de su cintura un arma de menor porte y disparó en la cabeza al individuo que tenía bajo el pie.
— Sáquenlos de allí abajo. Los quiero a todos en el salón principal, amarrados y en perfecto orden. Y decomisen todo el arma que encuentren a su paso. Definitivamente no nos iremos de aquí con las manos vacías.
— Es lo que estaba esperando escuchar —habló Ihsân—
— Busca el despacho principal y avísame en cuanto lo encuentres
— En breve sabremos que tesoros esconden estos miserables en su caja fuerte.
En lo que el joven Ihsân y un par de hombres se dirigían en busca del despacho principal de la mansión, Gregg Akins fue hasta el salón principal donde, tal cual sus órdenes, todos los aprehendidos del comedor, se encontraban amarrados de pies y manos a sillas que rodeaban el centro.
Con su ametralladora aún en mano, en medio mismo del salón se paró y apoyada la culata al suelo sobre sí mismo giró.
— A ver... ¿Por quienes empiezo? Ya, por supuesto. Por las viejas escorias del clan —se contestó a sí mismo acercándose primeramente al viejo Kocourek—
Waldo le acercó una silla y sostuvo la ametralladora que el joven Akins sujetaba.
— Seré honesto contigo. A parte de tu nieto bastardo y asqueroso que por cierto, se lo han de estar comiendo los gusanos, no tengo muchas referencias acerca de ti.
— Fuiste tú… Yo lo sabía. Tu mataste a Milo, maldito miserable.
— No la pasó nada bien antes de morir. ¿Quieres que te narre cómo le hice estallar los ojos y le arranqué la lengua con mis propias manos?
El viejo Kocourek quien yacía amordazado, desde su silla intentaba vanamente zafarse de lado a lado. Akins le arrancó la mordaza.
— Mataste a mi nieto. Fuiste tu… Fuiste tú, maldito bastardo. Hijo de Yasâr Hasnan, desearás nunca haber nacido. No tienes idea contra quienes te has metido.
— Uuufff… Lo mismo de siempre. Ni siquiera estando a segundos de morir pueden decir cosas coherentes. Waldo, ponle de nuevo la mordaza. Te dejaré dos cosas en claro —proseguía mientras Waldo volvía a amordazar al viejo Kocourek— Uno… No soy un bastardo, y lo sabes perfectamente. Soy un legítimo Hasnan y por eso me tienes aquí delante de ti, a nada de llenarte el cuerpo de balas. Dos… El único bastardo fue el insignificante e inútil de Dabir Kazım a quien pusieron al mando de su organización. ¿Cómo fue posible tal estupidez?
Akins se alejó del viejo Kocourek, llegando hasta Hajjâj El-Hashem, y observándolo guardó silencio por un breve instante.
— Espero que tus últimas palabras sean más interesantes que las de esta otra momia —dijo apuntando a Kocourek mientras de un tirón le arrancaba la mordaza—
— Debimos haberte matado ni bien nos enteramos de tu existencia.
— Mmm… En eso te doy la razón. Debieron haberlo hecho, pero no lo lograron porque no fueron más que un enjambre de inútiles atormentando y haciendo sufrir a gente inocente. ¿Pero sabes qué haré yo esta noche? Lo que ni Thomas Wieber ni Yasâr Hasnan pudieron hacer cuando tuvieron oportunidad.
El joven dio breves pasos de lado a lado.
— Se me acaba de ocurrir una cosa. Que luego de arrancarte la cabeza se la enviaré como un grato recuerdo a tu querido hijo adoptivo. ¿Lo recuerdas? ¡Qué pregunta la mía! ¿Qué padre olvida a su hijo? A Tareq le dará mucho gusto volver a verte aunque sea solo del cuello para arriba. Tal vez en el fondo, muy en el fondo, le duela un poco, pero acabará agradeciéndome por haber hecho algo que él jamás podría.
— ¿Tareq…? ¿Tú qué sabes de todo eso? No te atrevas a mencionar una palabra más.
— ¿Por qué no? Sé que te ha decepcionado bastante porque escogió ser un agente encubierto igual que su verdadero padre, pero si te sirve de consuelo, guardó algo de ti. Es un inútil. Tanto, que nada le sale bien.
Akins se incorporó pidiéndole a uno de sus hombres que le pasase el hacha.
Hajjâj El-Hashem, un viejo ya casi inmóvil por los años, observó al joven Akins acariciando el filo de su hacha.
— Dudo mucho que tú padre esté orgulloso de ti. ¿Pero sabes quién lo estaría realmente? El gran Abujamal Saqqad Hasnan. Eres igual de astuto, determinado y demente igual que tu abuelo. Ojalá estuviera viéndote desde el infierno dónde se encuentra. Sé que tú si vas a matarme, por lo tanto, hazlo de una vez y déjate de rodeos.
— Por supuesto que lo haré, pero no sin que me digas dónde se encuentra oculta la bastarda de tu hija. Sé que Dabir Kazım acabó salvando su vida el día que Yasâr Hasnan la dejó en una cabaña pensando que moriría desangrada. Un tiempo después la entregó a las autoridades acusándola absolutamente de todos sus delitos para que él quedara con las manos limpias, prometiéndole que al lograr posicionarse como dueño absoluto de las navieras Hasnan, haría que la sacaran en libertad. El miserable cumplió su palabra y ahora ese engendro se encuentra en la clandestinidad.
— Perderás tu tiempo. No sé dónde se encuentra mi hija. Quien se ha encargado de todo ese asunto fue Dabir Kazım, pero has tenido la idea de matarlo sin antes haberle sacado información.
— Oye, espera… ¿Ustedes me atribuyen la muerte de Dabir Kazım? Ojalá lo hubiese hecho, pero no fui yo. Fue Tareq, tu hijo. Un poco de agallas a final de cuentas sí tenía.
El viejo Kocourek observó de reojos a Hajjâj El-Hashem quién también lo observó, pues al parecer todos dentro del clan daban por sentado que Gregg Akins a Dabir Kazım había matado.
— Acaba con todo ese drama de una vez —le decía su primo Ihsân a través del micrófono oculto que todos cargaban— Encontré el despacho.
Con una señal a sus hombres, Akins les ordenó que tomaran al El-Hashem de la silla. Los guardias colocaron al anciano boca abajo con el rostro pegado al suelo. El mismo quien en ningún momento mostró vestigio de resistencia, exclamó sus últimas palabras.
— El infierno estará de fiesta cuando llegue a oídos de Saqqad Hasnan quien tuvo las agallas suficientes de arrebatarme la vida. Nos veremos allá, hijo de Yasâr Hasnan.
Gregg Akins levantó el hacha y sin una gota de compasión y arrepentimiento la descendió con fuerza arrancándole a Hajjâj El-Hashem, la cabeza.
— Ya saben que hacer —advirtió a un par de sus guardias mientras la sangre del hacha limpiaba con una toalla— Le enviaremos a ese ex agente un significativo presente. Encárguense de eso.
Acompañado de Waldo y un par de hombres más, Akins abandonó el salón principal. Llegaron hasta el despacho que Ihsân había encontrado.
A excepción de su guardia principal, todos los demás quedaron en los pasillos vigilando. Akins ingresó por delante de Waldo. Colocó su hacha sobre el escritorio. Se quitó la chaqueta y la puso sobre un sillón, observando brevemente a su alrededor. Le resultaba sospechosamente pequeño para ser el despacho principal de una mansión.
— ¿Has encontrado algo interesante?
— No. Aparentemente aquí no hay nada que pueda interesarnos, —le contestó Ihsân a su primo— pero mira esto.
Ihsân se acercó a la biblioteca, apartó algunos libros para mostrarle que la misma guardaba por detrás un seguro que al quitarle podía deslizarse.
— Son dos. Fíjate del otro lado.
Akins apartó todos los libros que se encontraban del otro lado y pudo notar el segundo seguro. Ambos quitaron los seguros al mismo tiempo y la biblioteca comenzó a abrirse en forma paralela dejando al descubierto una blanca puerta.
— Creo que finalmente hemos encontrado el pasadizo del tesoro.
— Pues lo que sea que haya allí dentro, no tengo dudas de que serán cosas muy valiosas —habló Ihsân—
— Ábrela tú, Waldo.
El guardia principal quien cargaba consigo un arma de menor porte, se encargó de abrir la puerta disparando un par de veces al cerrojo. La puerta se abrió del lado externo, pero detrás no había más que otra pared.
— ¿Qué demonios? Otra pared —exclamó el joven Ihsân comenzando a perder la paciencia—
Akins posó una mano en dicha pared. Luego dio unos toques a la misma con los dedos. Observó a sus dos acompañantes y sonrió.
— Es solo madera, y se oye muy delgada.
De inmediato fue hasta el despacho por su hacha y retornó para romper la pared de madera que dividía aquel despacho de lo que sea que hubiere del otro lado.
Con todas sus fuerzas y gracias al filo del hacha, luego de unos cuantos intentos finalmente logró quebrar la pared. Lo suficiente como para observar a través del mismo. Era como un enorme almacén. Un depósito no solo de armas, y Akins pudo notarlo con solo asomar los ojos al hueco que acababa de hacer.
— Ese lugar debe tener algún otro pasadizo por el cual se pueda ingresar.
— Por supuesto que ha de tenerlo, pero no hay manera de saberlo desde aquí. Agrandaremos este hueco y tú serás el primero en ingresar —le dijo Akins a su primo— El chico le entregó a Waldo el hacha para que continuara la labor, y ni bien se logró tener el espacio suficiente, ingresaron uno por uno. El último en hacerlo fue Akins.
Cajas y estanterías repletas de armas y municiones de todo tipo yacían en el lugar. En su mayoría cubiertas en sabanas oscuras. Descubriendo una de ellas, el joven Ihsân se vio inundado de algarabía.
— Acabamos de encontrar otra mina de oro, Akins.
El joven intentó ignorar a su primo pues como viera lo mismo que acababan de ver sus ojos, estallaría de la ambición. Waldo observó a su jefe y ambos fueron hasta el otro extremo del lugar. Cientos de fajos de dinero yacían perfectamente ordenados en denominaciones de €100 y €200 en una de las estanterías.
El guardia tomó uno de los fajos para fijarse si los billetes eran reales. Akins también tomó uno para corroborar los billetes.
— No parecen billetes falsos.
— Pues no lo son, Waldo. No se tomarían el trabajo de ocultar dinero falso en un lugar tan clandestino como este.
Ihsân dejó a un lado su fascinación por la cantidad de municiones al percatarse de lo que estaban haciendo Akins y el guardia principal del otro lado.
— ¿Son fajos de dinero? ¿En verdad lo son? No lo puedo creer. Son billetes de €200.
— En este pequeño grupo de aquí hay billetes de €500 —acotó Waldo—
— ¿Es enserio? —preguntó Ihsân acercándose a verificar dichos billetes.
— En verdad son de €500.
— Pero tengo entendido que esos billetes dejaron de producirse hace tiempo.
— Es verdad, pero todavía son de curso legal y podemos utilizarlas para transacciones, o cambiarlas en banco centrales —explicó Ihsân—
— Waldo…
— Diga, señor.
— Creo que necesitaremos refuerzos para vaciar esta mina de oro. Encárgate de llamar a más hombres. Si bien hemos tomado este lugar, no podemos arriesgarnos quedándonos aquí por mucho tiempo.
— Hablaré con el subjefe ahora para que envíe más hombres con dos furgones de refuerzo.
— Pero todo este dinero podemos llevárnoslos ahora mismo, Akins.
Akins se dirigió en dirección a la salida del hueco que había creado en la pared de madera. Enterró su hacha a la misma y abandonó el lugar.
— Ve por bolsas si tanto te interesa que nos llevemos todo ese dinero ahora mismo —le dijo Akins a su primo antes de volver al salón principal—
Ihsân, sin tiempo que perder, fue por las bolsas que necesitaba para cargar todos los fajos de dinero.
— ¿Jefe, que haremos con el viejo Kocourek?
— Momentáneamente lo tendremos de rehén. Sabemos que existen tentáculos del Clan esparcidos por ahí, por lo tanto quizás nos sirva para llegar hasta ellos.
— Señor, —irrumpió uno de sus hombres— nos reportan un par de guardias heridos. Hay hombres ocultos del Clan que no han podido ser reducidos. Debemos estar en alerta al momento de salir.
Akins volvió a tomar su ametralladora y ocultó un arma de menor calibre bajo su chaqueta.
— Los refuerzos ya están aquí, jefe.
— Preparen uno de los coches y rodeen el área para sacar a ese viejo de aquí. Ihsân, tienes 5 minutos —habló a través del micrófono—
— ¿Bromeas?
— Cinco minutos y nos vamos. La mansión quedará sitiada por mis guardias hasta que podamos retirar todas las armas.
Pasados los cinco minutos, Ihsân en compañía de dos guardias finalmente apareció cargando dos bolsas repletas de los fajos de dinero. Los acomodó en el furgón y finalmente abordaron.
— ¿Señor, que haremos con el cuerpo del viejo Hajjâj El-Hashem?
— Tírenlo a orillas del Ruhr, en las afueras de Mülheim. Si ingresan a Essen, mucho mejor —ordenó Akins desde el furgón que prontamente arrancó y se marchó—




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