Alas Negras

ROSA SIN ESPINAS

MANSIÓN DE HERDECKE
Primeras horas de la mañana
Akins ingresó a la habitación de Aurora y con silenciosos pasos se acercó al borde de su cama. Allí la observó por breves instantes, besó su mejilla y junto a ella dejó una fragante rosa roja, de esas que tanto le gustaban.
Supuso que su reina con él seguía molesta, puesto que fingía seguir dormida. Volvió entonces a salir y se quedó en la puerta aguardando su salida.
Aurora abrió los ojos incorporándose rápidamente, y tomó la rosa roja que con sus dedos los pétalos acariciaba suavemente.
— Me obsequias una rosa sin espinas y aun así me lastimas.
La joven dio un salto de su cama y con la rosa en mano reprendió a Copito por no atacar al infame que la asechaba.
— Será mejor que me digas de que lado estás, Copito. Traidor, prefieres a ese hombre ruin.
A pesar de su enojo no pudo evitar sonreír. Y oliendo aquella fragante rosa sin espinas recordaba que nadie como aquel déspota podría de tal modo hacerla feliz.
Abrió la puerta y él estaba allí.
— Buenos días mi sol
Sin decir nada, la joven se trepó entre sus brazos y de besos en las mejillas lo envolvió.
— Si piensas cielo mío que con esto ya me has contentado, estás muy equivocado.
— Por ti dime que más debo hacer y lo haré.
— Pues… en algo ya pensaré.
— Mmm… Okay, hazlo. Mientras, bajemos a desayunar que luego debo salir y se me hará tarde. Vamos Copito.
APARTAMENTO DEL EX AGENTE EINAR STEEN
Mientras aguardaba la comunicación del fiscal Lutič para poder interrogar a Nikolai Kozloi, el ex agente Steen, en constante comunicación con sus ex oficiales continuaba con sus propias investigaciones que sin duda alguna le serían de gran utilidad.
Llaman a la puerta, y es un repartidor anunciando un paquete a nombre de Tareq El-Hashem. La joven Mi-suk recibe al repartidor diciéndole que allí no vive nadie con ese nombre. El repartidor insiste que la dirección es la correcta y que el paquete debe ser entregado a la persona indicada. La persistencia llega a oídos de Steen quien se acerca de inmediato a ver.
— ¿Sucede alguna cosa?
— Amor, es un repartidor. Insiste que debe entregar un paquete aquí, pero ya le he dicho que no hay nadie llamado Tareq en este apartamento.
Frunciendo el ceño, Steen observó fijamente al repartidor.
— ¿A nombre de quien dice?
— Tareq El-Hashem, señor. Y me han indicado está dirección.
El ex agente por completo palideció.
— ¿Quién lo envía?
— Remitente Kara kanatlar, señor.
— ¿Conoces a esa persona? —preguntó Mi-suk observando a Steen—
Por momentos una página de malos pensamientos asaltaron al ex agente. Que aquello pudiera tratarse quizás de una bomba enviada por sus enemigos.
— ¿Se enteraron dónde estoy? ¿O quizás que tuve que ver con la muerte de Dabir Kazım? Pero si el remitente dice Kara kanatlar esto tiene que ver con el demente de Gregg Akins. ¿Qué demonios se trae entre manos está vez?
— ¿Steen, te encuentras bien?
— Señor, debo entregar el paquete. ¿Puede decirme si conoce o no a Tareq El-Hashem?
— Lo conozco. Recibiré el paquete y yo se lo entregaré.
El ex agente tomó finalmente dicho paquete firmando la entrega, y el repartidor se marchó.
— ¿En verdad conoces a esa persona? —preguntó Mi-suk cerrando la puerta—
Steen colocó el paquete sobre una mesa. Minutos más tarde volvió a tomarlo y se dirigió a su habitación.
— Por favor, quédate aquí, Mi-suk. Yo necesito abrir a solas este paquete.
— ¿Lo abrirás?
Steen no contestó y a su habitación finalmente se marchó. Con el paquete en el suelo y él, sentado al borde de su cama durante largos minutos, no dejaba de pensar. La cabeza le daba vueltas preguntándose de qué se pudiera tratar.
Cogió una navaja para cortar el envoltorio del paquete y poder indagar.
Por estar perfectamente embalado, le tomó minutos llegar a la caja, y cuando lo logró respiró profundo antes de abrirla.
Se trataba de un paquete relativamente grande y lo que sea que había dentro estaba cubierto en algodones. Con la paciencia agotada los arrancó con una sola mano y lo que vieron sus ojos lo tiró al suelo tembloroso, sin aire y atormentado.
Era una cabeza humana envuelta en film plástico como un trozo de carne de supermercado.
Inmóvil y sin palabras, en un rincón de su cama quedó acurrucado.
Steen parecía haber retrocedido en el tiempo. Volvió a sentirse un niño. Aquel niño alejado de sus verdaderos padres. Ese que un día fue apartado de los brazos de su hermana y a quien solo en sueños recordaba.
Pasado varios minutos, la joven Mi-suk, por Steen sintió preocupación. Él no había vuelto a salir de su habitación y a pesar de haber tocado varias veces a su puerta, no recibió contestación.
El ex agente intentó incorporarse pues era necesario que lo hiciera. Con el puño de su abrigo hizo a un lado sus lágrimas y se puso de pie de la cama.
Intentando no volver a posar los ojos en el macabro contenido de aquella caja, la cubrió de inmediato de vuelta con la tapa.
Sintió un profundo pesar en su corazón aún sabiendo que no era el sentimiento correcto. Hajjâj El-Hashem no solo había dañado a su familia. Dañó a muchas otras familias y acabó con muchas vidas inocentes, sin embargo, por más que lo intentaba, no lograba recordar a su lado momentos malos en su vida.
El hombre junto a su esposa, lo crio durante años como a su verdadero hijo. Ambos lo hicieron con todo el cariño que era lo único que él lograba recordar.
— Esto no se quedará así. Ya he soportado suficiente de ti, maldito demente. Esta vez pagarás muy caro por lo que me acabas de hacer. Te metiste dónde no debías y me vas a conocer.
MANSIÓN DE HERDECKE
Aurora y Akins se sentaron a desayunar plácidamente como si en ningún momento fuera nadie a perturbar aquella paz.
La joven, feliz y radiante había puesto su rosa sin espinas en un fino florero para que decorara la mesa, mientras Akins, de buen semblante se iluminaba con la sonrisa de su precioso diamante.
— Si aún deseas que vuelva a Byfang, solo dilo y me iré hoy mismo
— Esta mansión es tuya, mi reina. En todo caso, puedes echarme tú de aquí y de tu vida si así lo deseas —susurró acercándose a su oído—
— Ni muerta me tendrás lejos de ti, cielo mío.
— Por favor, evítenme este tipo de escenas. Se los suplico —irrumpió Ihsân ingresando al comedor— No me revuelvan el estómago con sus actitudes retorcidas.
— Ah… ah… ¿Tu que haces aquí?
— Si mi querido primo y yo somos socios, deberás acostumbrarte a mi presencia, Aurorita porque me verás constantemente en este lugar —dijo Ihsân saludando a su prima con un beso en la mejilla—
— ¿Y tú bella novia, dónde está?
— Vasilisa volvió a Rusia. Solo obtuvo permiso por un par de días para acompañarme a tu fiesta.
— Pobre chica… ¿Cómo podrá sostener contigo un amor a distancia? Ella desconoce por completo lo sinvergüenza y mujeriego que eres.
— Desconoce muchas cosas, de hecho —acotó Akins sonriendo—
— Ustedes dos pueden opinar lo que quieran. Todo el mundo que lo haga. Cómo sea. Del modo que sea, yo voy a casarme con ella.
Aurora se echó a reír, sin embargo a Akins aquello no le causaba ninguna gracia, puesto que desde el primer momento sospechaba que las intenciones de su primo Ihsân eran pertenecer a la mafia.
— Disculpe, señor —irrumpió uno de sus guardias— Tiene visita.
— ¿Quién es?
— La señora Majewski. Su abuela.
— La abue está aquí. ¿Qué esperas para hacerla pasar? —le dijo Aurora al guardia quien observó a su jefe esperando el visto bueno del mismo—
— Ya oíste a la señorita. Haz pasar a la señora.
El guardia asentó
— Santo cielo… Espero que tengas buenos repertorios para contestar la lluvia de preguntas que hará la abuela —susurró Ihsân a Akins—
Elwira Majewski finalmente ingresó y Aurora la recibió con algarabía y abrazos.
— Has roto mi corazón, abue. ¿Cómo pudiste faltar a mi fiesta?
— No me digas eso, mi niña que aún me siento dolida.
— Ven, acompáñanos a desayunar.
— Ya desayuné, pero acepto una taza de café.
La abuela se acercó y al observar a sus dos preciados nietos uno al lado del otro, un tanto sorprendida quedó. Ihsân se puso de pie y también con un fuerte abrazo la saludó.
— Kar… ¿Cielo mío, no te levantas a saludar a la abue? —le susurró Aurora a su hermano—
— Tome asiento, señora Majewski. Por favor, una taza de café para la señora —ordenó el joven desde su asiento al mayordomo de la mansión—
La señora Elwira se acomodó observando fijamente a su nieto Akins y posteriormente a Ihsân.
— Debo decir que es una grata sorpresa verlos juntos. ¿Ya no han intentado matarse el uno al otro?
— Para nada, abuela. Aquellos fueron simples roces absurdos —contestó Ihsân— Además ahora aparte de ser primos, somos muy buenos socios y amigos.
— Mmm… los imagino más de socios que de amigos, pero es una buena señal de que pueden llevarse bien —decía la mujer observando nuevamente a su nieto Akins—
— ¿Abue, dime por qué no estuviste en mi fiesta?
— Cariño, tuve un imprevisto que escapó por completo de mis manos. En verdad deseaba estar presente en tu fiesta, pero ese mismo día todo se me complicó. Ahora tú contéstame una cosa. ¿Por qué no usaste el vestido que tanto amaste y que habías encargado desde hacía meses?
— Creo que me precipité escogiendo un vestido con tanta anticipación, abue. Y ya sabes. Puedo cambiar de gustos e ideas de un día para otro.
— Bueno, cómo sea mi amor, tu siempre te ves radiante, y cualquier color te sienta perfecto —decía mientras Aurora le sonreía—
Al terminar el desayuno, Akins se puso de pie pidiéndole a su primo que también se moviera pues al igual que él tenía cosas que hacer. Fueron a alistarse mientras que Aurora y Copito de nieve quedaron enseñándole a su abuela parte de la mansión.
Mucho, ambos jóvenes no tardaron en volver. Ihsân, en compañía de un grupo de guardias debía hacerse cargo del orden de las mercancías recientemente robadas, mientras que Akins tenía planes de pasar por Mawal Company y posteriormente visitar la sede de la ex Bahar Malak, ahora bajo el nombre de Kara kanatlar Associations.
— Corazón mío, acabo de decirle a la abuela que puede visitarnos cuando ella quiera.
Observando de reojos a la señora Majewski, el joven asentó.
— ¿Puedo llamar a Amalie para invitarla a la casa?
— ¿Por qué? —irrumpió Ihsân— ¿En verdad no tienes amigas reales Aurora?
— Mi ángel, tú puedes invitar a esta mansión a quien más quieras.
Akins, con un beso en la frente, se despidió de ella, mientras que Ihsân, antes de marcharse se despidió de su abuela.
— La llevaré a su casa, señora Elwira.
— No es necesario. Un hombre, ahora tan importante ha de tener muchas ocupaciones y yo no pretendo hacerle perder el tiempo.
— Ah… ah… No digas eso, abue. Mi príncipe de alas negras te llevará con mucho gusto —dijo la joven observando a su hermano—
— Así es. ¿Nos vamos? El chofer nos está esperando.
A Elwira Majewski no le quedó de otra que aceptar, y demostrando templanza y firmeza, se dirigió hasta el coche con su nieto siguiéndolo unos pasos más atrás.
El joven le abrió la puerta para que pudiera abordar. Él subió al último y con una fila de escoltas abandonaron el lugar.
— ¿No me dirás como está? —preguntó de la nada acomodándose la chaqueta—
— ¿Cómo está quien?
— Mmm… Sabe muy bien a quien me refiero, señora Majewski.
— Señora Majewski… De la noche a la mañana no solo te conviertes en el hombre más poderoso de todo el mediterráneo, sino resulta que también dejo de ser tu abuela.
— No me cambie el tema con sentimentalismos absurdos. Todos se han pasado la vida entera ocultando secretos y engañándose unos a otros, pero de todos modos decidí creer en algunas personas —decía el joven hundido en una ira que raras veces lograba contener—
— ¿Qué vas a hacer? ¿Estrangular a tu propia abuela dentro de este coche? Hazlo, Akins… Hazlo si eso te hará sentir mejor. En esta vida yo he aprendido a no temerle a nada ni a nadie. Sobreviví a Saqqad Hasnan y sobreviví a la cruz que cargó tu padre durante muchos años. Una cruz que también fue la mía porque es lo que cualquier madre que ama a sus hijos haría. Si hoy debo morir en manos de mi nieto, entonces acepto mi destino.
— En ocasiones puedo llegar a perder los estribos, señora Majewski, pero no soy estúpido. Haremos una cosa… La llevaré personalmente hasta el lugar donde se encuentra escondido su hijo y la dejaré allí sana y salva. ¿Qué le parece la idea?
— Prefiero que me mates en este lugar. Acabo de decírtelo —replicó hundida en lágrimas—
— ¿A qué le teme? Solo voy a dejarla en el lugar y cerciorarme acerca del estado de salud de Yasâr Hasnan.
— Mi hijo está bien. Se ha sometido finalmente a un trasplante de corazón y muy pronto volverá a estar de pie como el hombre fuerte que siempre ha sido.
El joven, con una sonrisa sarcástica observó a su abuela.
— ¿Y luego qué? ¿Se presentará ante toda su familia jurando haber resucitado de entre los muertos? Como sea… Haga lo que haga ya no es nada ni nadie. Ya no posee poder alguno. Está acabado. Ya no existe, y mientras yo mantenga mis pies en este infierno, me encargaré de que el suyo sea aún mucho peor que el mío. Su hijo deseará nunca haber reaparecido.
— Pídele a tu chofer que se detenga. Quiero bajarme.
Akins volteó observando a través de la ventanilla del coche.
— Detente en la estación más cercana —ordenó finalmente Akins a su chofer—
STAATSANWALTSCHAFT (UNIDAD FISCAL DE ESSEN)
Un poco antes del mediodía, el ex agente Steen, camuflado como habitualmente desde hacía tiempo vivía, llegó a la Unidad de la Fiscalía. El fiscal Lutič le había notificado que finalmente logró programar una sesión de interrogaciones para el miembro de Solntzevskaya, Nikolai Kozloi.
— ¿Se encuentra bien, Wieber? No lo veo de buen semblante.
Echado sobre uno de los sofás dentro de la oficina, Steen optó por no contestar.
— Aquí tiene la fotografía de las niñas que el propio Kozloi me dio el día del operativo.
El fiscal Lutič colocó dicha fotografía junto a las qué había extraído de internet referentes a la fiesta de cumpleaños de Aurora Majewski, dónde podían observarse a la mayor de las Zaytzeva, nieta de Anatoli Zaytzev, y al sobrino del mismo, Grigori Orlov.
— Kozloi ya se encuentra en la celda de interrogaciones —informó Lutič— Envié un momento a Ruud por unos expedientes que necesito. Ni bien regrese podremos ingresar para dar inicio.
Ruud no tarda en regresar. Ingresa a la oficina, no obstante el fiscal acaba de tomar una llamada por lo que él y Steen en el pasillo deciden esperar.
— Me temo que el interrogatorio a Kozloi tendrá que ser pospuesto —anunció en el pasillo saliendo de su despacho—
— ¿Y eso por qué? Será breve, Lutič. Ya todo está listo.
— El departamento policial acaba de recibir el reporte de un cuerpo hallado a orillas del Ruhr, en Kettwig, y como fiscal de todas las masacres ocurridas últimamente en Essen, debo ir allá ahora mismo. Los forenses ya se encuentran en el lugar—
— ¿Sabes de quién se trata? —preguntó Steen con un semblante que nuevamente perdió los pocos vestigios de color—
— ¿Cómo saberlo, Wieber? Por esa razón debo ir hasta el lugar. Según el breve reporte que me han dado, se trata de un cuerpo sin cabeza. Pediré ahora que regresen a Kozloi a su celda y reprogramaré otra fecha para las interrogaciones.
— ¿Sin cabeza? —se preguntó a sí mismo el ex agente, con un estómago revuelto y el corazón paralizado—
Lutič y Ruud lo observaron al borde de un desmayo.
— Insisto que no lo veo nada bien, Wieber. Debería ir a descansar un poco en vista de que tendré que suspender las interrogaciones a Kozloi.
— Necesito ir con usted.
— ¿De qué habla? Eso es imposible y lo sabe.
— Es necesario que vaya con usted, Fiscal Lutič. Iré disfrazado de uno de sus oficiales. De algún forense. De lo que sea, pero debo ir con usted.
— No entiendo que demonios le sucede.
Ante la desesperada e incomprensible insistencia del ex agente, el fiscal Lutič acabó aceptando que lo acompañara, no sin antes advertirle que bajo ningún sentido se atreviera a intervenir en el levantamiento del cuerpo y en las pericias iniciales.
— ¿Acaso sabe alguna cosa sobre lo ocurrido? ¿Alguien le advirtió lo que sucedería? Le advierto que como lo reconozcan y lo vean junto a mí, estaré en serios problemas como fiscal, y eso no beneficiará en absoluto a nuestros planes. Ruud, te quedas en mi oficina. Quédate pendiente al teléfono por si te necesite para alguna cosa.
— Pierda cuidado, jefe.




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