LUTHERAN HOSPITAL ESSEN-WERDEN
— ¿Me quedará una cicatriz en la cara?
— Afortunadamente fue solo un roce. No requirió de puntos, por lo tanto, si respeta la indicación médica dermatológica tendrá una buena cicatrización y se hará invisible en un par de semanas.
Akins asentó.
Nada le importaba que le quedara una marca en la cara, sin embargo no podría decir lo mismo de su ángel adorada por lo que tomó dicha indicación médica y abandonó la sala.
En el pasillo, Waldo lo esperaba.
— ¿Alguna novedad?
— Aún nada, Jefe.
Ambos se dirigieron hasta la sala de emergencias donde el maestro Chung con la fe y serenidad que le caracterizaba, aguardaba alguna noticia del estado de salud del ex agente Einar Steen.
— Por mí puede morirse ese infeliz, pero fue una buena decisión que no lo hayas matado, Waldo. El maestro Chung no merece por nada de esto verse afectado.
— De todos modos nos queda saber si logrará salir con vida del quirófano.
Llegaron al pasillo de emergencias y Akins tomó asiento junto al maestro.
— ¿Por qué razón Wieber se comportó de esa manera? ¿Por qué razón quería matarte?
— Ssshhh… maestro Chung, baje la voz.
— No estoy elevando la voz. Contesta mis preguntas, muchacho. ¿En qué líos andan metidos?
— En muchos, maestro
— Y lo dices con semejante descaro
— ¿Acaso prefiere que le mienta? Estoy siendo sincero con usted.
— ¿Qué líos son esos?
— Mire, ahí viene el doctor.
El maestro y Akins se pusieron de pie cuando el médico acompañado de una enfermera, se acercó.
— ¿Son ustedes allegados del paciente Einar Steen?
— Así es, Doctor —contestó el maestro Chung—
— ¿Está muerto?
— Se encuentra en estado grave. Logramos extirparle los dos impactos de bala. Una de ellas que ha comprometido seriamente uno de sus pulmones. Las próximas 24 horas serán cruciales. ¿Tiene, madre, hermanos? ¿Esposa e hijos quizás?
— No —antepuso de inmediato Akins— Solo nosotros estaremos pendiente de su evolución.
El médico asentó
— Desde la unidad de cuidados intensivos recibirán un reporte cada cuatro horas por parte de la enfermera aquí presente. De haber algún tipo de complicación en ese lapso de tiempo, también serán comunicados.
El maestro Chung agradeció personalmente al médico.
— Nosotros debemos ir a casa ahora pero dejaré mi número en recepción en caso de que surja alguna mala noticia con respecto a mi querido amigo.
— Muy bien… Si me permiten, debo seguir con mi guardia.
El médico y la enfermera se alejaron. Akins ordenó a Waldo que dejara su número de teléfono móvil en la recepción del hospital, y posteriormente también se marcharon.
— Lo llevaremos a su casa, maestro Chung. Suba por favor.
— ¿Por qué le mentiste al doctor? Wieber tiene una familia.
— Maestro Chung, créame que no soy tan cruel como para involucrar a la familia de Wieber en asuntos tan turbios. Se qué tiene una madre y sé que tiene una hermana que por cierto está casada con mi segundo tío doctor. En cuanto a mi hermana y a mi pequeña sobrina, olvídelas. Si de mi depende, Wieber jamás volverá a verlas. En todo caso si lo desea, Waldo puede volver a recepción y dejar el número de Mi-suk. Si no me equivoco, ella es novia de Wieber.
— Mejor no digas más, muchacho y llévame a mi casa.
BUER – GELSENKIRCHEN
Poniéndose al tanto con las noticias en la tablet, Said Majewski se topó con la información de que habían encontrado el cadáver sin cabeza de un octogenario en Kettwig, a orillas del Ruhr. Aquello sin duda no solo lo dejó bastante inquieto, sino también bastante extrañado y con ganas de saber más.
Para ese entonces aún no lo habían identificado, pero por alguna razón, él presentía de quién pudiera tratarse dicho cadáver y por sobre todo, quién estaba detrás de otro macabro acto en la ciudad. Ese corazón nuevo que no podía darse el lujo de latir con tanta fuerza en su pecho, necesitaba guardar calma, por lo que respiró profundo y llamó a la enfermera que lo cuidaba.
— ¿No sé siente bien, señor? Déjeme tomarle la presión.
— Necesito mi teléfono.
Luego de chequear la presión arterial de Said Majewski y corroborar que se encontraba alterada de un modo que no debía, la enfermera se dispuso de inmediato a suministrarle el medicamento que para ello correspondía.
— Lo que sea que le haya puesto en ese estado, debe dejarlo —dijo la enfermera observando la tablet del paciente— con esta dosis su ritmo cardíaco volverá a normalizarse.
— Necesito mi teléfono —volvió a repetir el hombre— por favor. Estaré bien. Lo prometo.
— ¿Dónde lo ha dejado?
— Lo tiene mi guardia. ¿Puede decirle que venga?
La enfermera asentó. Dejó el dispositivo de toma de presión sobre la mesa de luz y en busca del guardia se marchó.
ELEMENT YOGA – KETTWIG
Akins acompañó brevemente al maestro Chung hasta el interior del gimnasio que conectaba a través de un pasillo con el lugar donde residía. El anciano tomó su bolso y se percató de que el ex agente había dejado su teléfono móvil sobre una de las butacas.
Al teléfono móvil le parpadeaba incesantemente la pantalla. Alguien lo llamaba con insistencia. Akins se percató y antes de que lo cogiera el maestro, él lo tomó.
— ¿Es el móvil de Wieber? —preguntó el joven observando la pantalla— Alguien lo está llamando.
— Quizás sea alguien de su familia que a estas alturas ya se encuentra preocupada por él.
— Maestro Chung, Wieber ni siquiera vive con su familia. ¿Por qué tengo la impresión de que usted no asimila que ese imbécil tiene una relación con su ahijada Mi-suk? Cómo sea, no creo que se trate de ella porque es de un número desconocido.
Akins dejó pasar aquella llamada, sin embargo a la siguiente, sin decir palabra alguna decidió contestar.
— Estoy intentando hablar contigo desde hace una hora. ¿Por qué no contestabas, Wieber? Necesito que estés aquí en Buer a primeras horas de la mañana.
Akins sintió el ardor en sus venas al oír aquella voz. Si bien, desde hacía tiempo tenía conocimiento de que Wieber estaba confabulado con su padre Said Majewski, recordarlo en esos instantes no hacía más que acrecentar su odio.
— ¿Así que estás escondido en Buer? Es bueno saberlo. Precisamente esta mañana intenté convencer a la señora Majewski de que me dejara acompañarla hasta el lugar de tu escondite para hacerte una visita, pero me dijo que preferiría que la matara.
— Cómo vuelvas a acercarte a mi madre con el único propósito de atormentarla, acabaré contigo. Yo te mataré así sea la última cosa que haga en mi vida.
— Mmm… Se oye muy tierno de tu parte. Supongo que esos efectos milagrosos solo pueden ser generados por el amor de una madre, pero yo nunca podré saberlo porque tú me arrebataste a la mía.
— Me tienes harto con ese discurso. He pagado suficiente por esa culpa conociendo el infierno como la palma de mi mano. No solo perdí a Paula. Acabé perdiendo al único hijo que cuidé con mi vida entera durante años. Escúchame muy bien engendro endemoniado. Estaré tras tus pasos día y noche. Estaré incluso en tus pesadillas, y si tengo que llenarte de balas, juro que no me temblará el pulso para hacerlo.
Said Majewski colgó la llamada.
— Ya veremos quién mata primero a quien —dijo luchando con todas sus fuerzas para contener su ira y no acabar aventando aquel teléfono móvil contra la pared—
— ¿De qué estás hablando, muchacho? ¿Quién era?
— Debo irme, maestro Chung, pero volveré para que vayamos juntos al hospital ni bien tengamos noticias de ese imbécil. Me llevaré su teléfono móvil.
— Está bien. Ve y descansa que se nos ha hecho de madrugada.