Alas Negras

EL VERDADERO DUEÑO

Aún en los predios de la mansión de Byfang, Akins había reunido a sus hombres. Los propios que había reclutado en los últimos meses, pues ya era un hecho que todos los hombres de Byfang acabarían obedeciendo a Yasâr Hasnan .
— Al menos tomaste la valiente decisión de salir de tu escondite y dejar de ocultarte como cobarde rata. Bravo… Te felicito —proseguía dando palmadas de manos— Estaba a punto de ir hasta tu escondite y dinamitar todo el lugar para que salieras corriendo como lo que eres.
Said Majewski no replicó a las palabras de su hijo y simplemente dejó que se marchara.
— Vámonos —le ordenó el joven a todos sus guardias—
— ¿A dónde vas, Waldo? —habló finalmente Said Majewski—
El guardia principal de la mansión frenó sus pasos y Akins volteó a observarlo.
— Tu padre me ha acompañado durante gran parte de toda su vida y un día le confié el cuidado de esta mansión. Cuidado que él te confió luego a ti
Waldo levantó la mirada ante Akins. Tomó de adentro de su chaqueta el dispositivo que lo conectaba a todos los guardias de las distintas áreas de la mansión de Byfang que los mantenía al tanto de la constante seguridad. Dio unos pasos y se lo entregó al segundo guardia principal.
— Le estaré siempre muy agradecido, señor, por haberle confiado a mi padre la misma labor que él me confió a mí en su lecho de enfermo. Confío en que Hozen cumplirá con mucha responsabilidad todas sus funciones.
— Vamos…
Akins retomó sus pasos y esta vez incluyendo a Waldo, todos finalmente se marcharon.
Ya en las afueras y antes de abordar su coche, el joven sacó su teléfono móvil para marcar a su hermana mayor quien asustada y con voz temblorosa contestó.
— ¿Hermanito, qué fue lo que sucedió? ¿Dime, estás bien? ¿Nos vamos a morir?
— ¿Qué cosas dices? Me lo preguntas como si yo lo fuera a permitir. ¿Por quién me tomas? Si corriesen cualquier tipo de peligro, ya no los tendría dentro de esa mansión, diabla.
— Akins, lo oí. Oí perfectamente cuando Waldo dijo que acababan de invadir la mansión.
— La mansión fue invadida, sí, pero por el verdadero dueño, hermanita, por lo tanto, no debes preocuparte que nada malo les sucederá.
— ¿De qué estás hablando?
— Le ordenaré a mis dos hombres que permanezcan ahí con ustedes para que estén tranquilos y corroboren con sus propios ojos que todo estará bien.
— No entiendo nada, Akins —le dijo sumida en llanto— Por favor, explícate.
— Ya cálmate. No es necesario que llores y asustes a tus hijos. Hablaremos en la mañana —dijo cortando la llamada—
De repente, el joven se sintió sudoroso y con falta de aire. Se quitó la chaqueta y se alejó unos pasos respirando profundo.
— ¿Si no se siente bien señor, puedo llevarle ya a Herdecke.
— No vuelvas a llamarme señor. Desde este momento, Waldo —dijo volteando mientras hablaba y con lentos pasos hacia el guardia se acercaba— eres como mi familia, una persona importante en mi vida.
La expresión de Waldo al igual que las de los demás, quedaron aliviadas.
— Te daría un abrazo, pero sabes que esas cosas no me gustan.
— Le prometí un día lealtad, jefe, y si me lo permite siempre estaré de su lado.
— A partir de este momento eres mi hermano. Creo que siempre necesité de uno, pero ya ves lo que me ha tocado. Observa mi panorama —prosiguió extendiendo con las manos una vista imaginaria— Tengo 3 hermanas. Una hermana tonta y de pésimos gustos con la que supuestamente compartí el vientre de mi madre. Luego tengo de ambos lados a la jefa monarca y a mi exigente reina.
Waldo sonrió
— Lo importante es que las tiene. Soy hijo único y en casa éramos solo tres. Me hubiese gustado tener una gran familia como la de usted, señor.
— Bueno, te digo que ahora seremos como hermanos. Confórmate conmigo. Mejor vamos a celebrar —prosiguió abordando finalmente el coche abordando—
A Waldo le resultó atípica aquella actitud del joven, sin embargo acabó aceptando, pues a final de cuentas allí estaría él para cuidarlo.
— Busca en el móvil algún bar más cercano y quedémonos todos a beber allí un poco.
— Aún trae su atuendo de taekwondo, jefe. Hay ropa limpia en su bolso. Podemos detenernos en una estación de servicio para que se cambie en lo que me pongo a buscar algún bar más próximo.
— Mmm… En verdad necesito arrancarme de encima este sudado dabok.

MANSIÓN DE BYFANG
Tal y como se lo había dicho Said Majewski a su hijo, el momento de retomar el lugar que le correspondía había llegado, no obstante, antes de que aquello sucediera era necesario que pasara por la difícil y traumatizante experiencia de presentarse ante su hija Gina Alicia, ante Michael y sus nietos.
Se hizo un poco tarde por lo que ya no creyó conveniente alargar con más dramas aquella noche. Era mejor intentar descansar un poco y esperar el momento adecuado para conversar con su familia en horas de la mañana.
El hombre decidió pasar la noche en el Chalet de Domo por lo que ordenó a uno de sus guardias que llevara su par de maletas hasta el lugar. En el interior del Chalet todo seguía igual, como si los años nunca hubiesen pasado.
Era el refugio favorito de su hija Gina Alicia por lo que todo seguía pareciéndose a ella. Una grabadora, un espacio suficiente para practicar sus pasos, un cambiador, atuendos y zapatillas de ballet por doquier, un par de pequeñas butacas en la esquina, y del otro lado una pequeña sala, que para descansar, junto a una mesita de luz y una estufa yacía un sofá cama.
Se acercó y encontró al pequeño Vixen. Said, acariciándolo y tomándolo entre sus brazos sonrió.
— Hola pequeño. ¿Me recuerdas? No pudiste haberme olvidado tan pronto. ¿A tu madre y a tus hermanos los recuerdas? ¿Sabes? Pronto volverás a reunirte con tu familia porque los traeré aquí —con el gato hablaba mientras lo acariciaba—
Del otro lado en el interior de la mansión, Gina Alicia y su esposo rodeados de los dos guardias de su hermano, bajaron hasta la sala con mucha precaución.
Hozen, el guardia principal de la mansión de Byfang desde esos momentos, ingresó.
— Dinos que sucede allá afuera —habló Gina pidiendo explicaciones al igual que Michael—
— ¿Qué es eso de que han invadido la mansión?
— Nada de eso, señores. Todo se encuentra en perfecto orden.
— Hablé con mi hermano al teléfono, Hozen, y me dijo que el verdadero dueño tomó de nuevo el lugar que le corresponde. Te exijo que me digas a qué se refería. Solo se me puede atravesar a la mente que se trate de la gente de Dabir Kazım deseando hacernos daño para apoderarse de este lugar.
— Gina, tienes que calmarte por favor. ¿Hozen, puedes explicar que fue exactamente lo que sucedió?
— Acabo de decirlo. Nada malo sucede y bajo ningún sentido permitiríamos que algo malo les sucediera a ustedes y a su familia.
Otro guardia ingresó al recibidor con el pequeño gato de Gina Alicia entre sus brazos.
— ¿Vixen? ¿Qué le hicieron a mi gato? Lo dejé seguro en el Chalet e iba a ir a buscarlo en un rato.
— Nada malo le ha sucedido, señora. Lo escuchamos llorando en la puerta del Chalet y decidí traérselo.
— ¿En verdad todo está en orden?
— Todo en orden, señor —le contestó el guardia principal a Michael.
Gina cargó y abrazó a su pequeño gato Vixen. Los dos guardias pertenecientes a su hermano anunciaron que se retiraban del lugar.
En el fondo, tanto Gina como Michael deseaban que aquellos dos guardias no se marcharan, sin embargo, en los guardias de la mansión tuvieron que confiar.




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