Era un lugar extraño, y del modo en que se veía todo a su alrededor, parecía tratarse tan solo de un simple sueño dentro de un mundo blanco con pisos de nubes en forma de algodones.
— No tengas miedo. Te encuentras en un lugar muy bonito que ya conoces —irrumpió una melodiosa voz que a Gina Alicia le pareció haber oído alguna vez en alguna parte—
Por supuesto que sí la había oído antes en alguna parte, y por supuesto que había estado antes en aquel lugar que al poco tiempo dejó de parecerle extraño. Sonriendo, Gina Alicia volteó ante aquel ser luminoso. Uno realmente hermoso tal cual un verdadero ángel.
— ¡Dana! —exclamó acercándose a abrazarla—
— ¿Cómo has estado, mi niña?
— Hasta este momento creo que he estado bien. ¿Acaso esta vez sí moriré? ¿Qué sucedió conmigo?
— Ven… Nos sentaremos por breves instantes para conversar un poco.
Gina Alicia obedeció y junto al luminoso ángel se sentó.
— ¿Recuerdas aún mis palabras el día que debías escoger entre las puertas del cielo o las puertas de la vida?
— Dijiste que nada sería fácil si escogía la vida, y en verdad no lo fue. Ahora siento que todo ha empeorado. Ya no quiero regresar, Dana. Me siento muy cansada —decía sobre el regazo del ángel recostada mientras ella sus cabellos acariciaba—
— Incorpórate y mírame —le pidió aquel ser maravilloso de profundos ojos de cielo y cabellos de sol— Una vez más voy a enseñarte la vida que tienes y cuando veas desde aquí lo afortunada que eres no volverás a repetir tal cosa.
Gina Alicia, junto al ángel entre algodones se incorporó y un gran panel antes sus ojos desde lo más alto de la antesala del cielo, se abrió.
Desde allí pudo observar todos y cada uno de los rostros de su familia. Primeramente el de su amado esposo Michael y el de sus dos preciosos hijos. Luego el de sus hermanas. El de sus tíos, sus primos, sus padrinos, su abuela en compañía de Lukasz quien fue siempre la figura de aquel abuelo que nunca tuvieron. Por último, el rostro de su hermano así como el de su padre.
Al ver a Akins, sonrió, pero la dicha duró poco cuando los ojos en la imagen de su padre posó.
— ¿Sabes Dana? Siempre quise un hermanito. Tanto lo deseé que amé a mis primos como si lo hubiesen sido sin saber que en verdad tenía uno de mi propia sangre. Ojalá lo hubiese podido cargar entre mis brazos cuando era un bebé y tener el recuerdo de mi madre cuidando de su pequeño príncipe. De niña, mommy siempre me contaba historias de guapos y caballerosos príncipes, pero en esos momentos no imaginaba que estaba describiendo al hermano que tengo ahora. ¿Verdad que Akins es guapo como el príncipe de un cuento?
— Sí que lo es. Es guapo, fuerte y sé que te adora.
— Mmm… Tengo mis dudas de ello. Creo que de toda su familia, Akins solo ama a Aurorita.
— Eso no es verdad. Tu hermano te ama mucho, pero es un poco especial para demostrarlo. Eso ya lo sabes.
Gina Alicia asentó
— Es igual de especial que mi madre
— En algún momento sabrás el afecto que siente por ti. Él te dirá a su manera cuánto te ama, sin embargo para disfrutarlo debes regresar al lugar que te corresponde.
Gina Alicia suspiró volviendo a observar a su padre y el ángel luminoso conoció entonces el motivo de su angustia.
— Te prometo que todo estará bien, mi niña hermosa. Tú siempre has sido fuerte y valiente, y no hay razón para que dejes de serlo ahora. Tu familia te necesita, y tú y tu padre tienen mucho de que conversar. Contéstame una cosa. ¿Acaso quieres dejar a Michael?
— De ninguna manera —contestó exaltada— Ni estando muerta lo dejaría y menos ahora que está jugando su última temporada como futbolista profesional. Estuve en su primer partido y estaré también en el último de su carrera.
— Lo ves, Gina. Aún tienes demasiado que vivir con Michael, con tus hijos y con todos los seres amados que te rodean.
Con una amplia y hermosa sonrisa, Gina Alicia aceptó que no era el momento de rendirse y sentir cansancio. Que bajo ningún sentido podría pensar en la remota posibilidad de dejar a su familia.
El ángel extendió sus alas y todo alrededor se iluminó
— Me dio mucho gusto volver a verte, Dana. Nunca olvides que por siempre y para siempre serás mi única amiguita adorada.
— Aunque tú no me veas yo siempre estoy a tu lado. Ahora despierta mi niña y vuelve a disfrutar de todos tus sueños de verano.
UNIDAD FISCAL DE LA CIUDAD DE ESSEN
Luego de incontables días, el fiscal Lutič volvió a reunirse con Einar Steen. Sí bien ambos ya habían tenido una extensa conversación telefónica antes de que el ex agente le hiciera una visita en su apartamento a Said Majewski, era indispensable que hablaran cara a cara por lo que decidieron verse en la misma Unidad Fiscal de la ciudad de Essen
Vestido de incógnito como ya vivía acostumbrado, Steen ingresó a la oficina del fiscal quien lo invitó a tomar asiento.
— ¿Vas a explicarme mejor ahora qué demonios fue lo que sucedió contigo, Wieber? ¿Por dónde andabas escondido. Llegó a pasar por mi cabeza incluso que estabas muerto, y peor aún que aquel desquiciado de Gregg Akins tenía algo que ver.
El ex agente sonrió sarcásticamente pues el fiscal muy alejado de aquella teoría no se encontraba.
— Pues una vez más estuve al borde de la muerte por causa de aquel demente.
— ¿Qué fue lo que te sucedió?
— Lutič, no estoy aquí para que hablemos de mí. Mejor dígame qué novedad tiene con respecto a los últimos dos sucesos.
El fiscal lo observó brevemente por varios segundos y luego contestó.
— Con respecto a la muerte de Hajjâj El-Hashem, no existe prueba alguna con la que pudiéramos involucrar a alguien pese a que nada me saca de la cabeza de que se haya tratado de un ajuste de cuentas.
Tal respuesta no extrañó en absoluto al ex agente.
— En cuanto a lo ocurrido en el Liebbar, sí hay buenas noticias si es que pudiera decirlo de ese modo. Tal y como te mencioné por teléfono, luego de analizar todas las cámaras de seguridad pudimos identificar a los atacantes. Se trata de miembros de Voronyi Klych que por alguna razón nada buena quieren la cabeza del principito de alas negras.
El ex agente Einar Steen quien por sus propias fuentes se encontraba al tanto de las razones por las que La Garra del Cuervo estaba tras los pasos del joven Akins, decidió obviar algunos detalles con el fiscal Lutič.
— Estuve en la asociación Kara Kanatlar.
— ¿Qué? ¿Por qué razón fue hasta allá?
— Porque el propio Gregg Akins me mandó llamar. Supuse que quizás tenía algo importante para decirme, por lo tanto no dude en ir, pero la única intención de ese psicópata era amenazarme. No solo me prohibió volver a poner un pie en los predios de la mansión de Herdecke, me prohibió que molestara a su familia y que anduviera tras sus pasos por las investigaciones de los sucesos por los cuales se encuentra en la mira.
— Mmm… Pues tiene mucha suerte, fiscal que Akins simplemente se lo haya advertido de buena manera —decía el ex agente mientras al fiscal Lutič lo que había sucedido realmente, se le pasaba con escalofríos por su mente—
— Le recomiendo que le haga caso, porque no querría conocerlo estando poseído. No olvide que ya no jugamos a policías y ladrones. Que ya no tiene sentido atrapar a asesinos con intenciones de enviarlos a prisión. Si nos toca acabar con bandas criminales con nuestras propias manos, lo haremos. Además…
— ¿Además qué? ¿Acaso hay algo más aparte de tener las manos atadas?
— No tiene las manos atadas. Simplemente debe hacerse a la idea de que todo el esfuerzo que ponga en sus investigaciones, todos los resultados de sus operativos no puede ni debe entregar en bandeja a la cúpula corrupta que se oculta bajo el nombre de la justicia. Una justicia que ya no existe.
— Mejor dígame qué tiene en mente.
— Necesitamos trasladar al rehén Nikolai kozloi a un lugar más seguro.
— ¿Y eso por qué?
— Precisamente por lo que acabo de decirle. Ya no podemos confiar en nadie. Ni siquiera en nuestras propias sombras.
— Kozloi ha estado muy bien custodiado todo este tiempo por hombres que usted mismo ha enviado. Deme una razón válida por la cual desea trasladarlo.
— Yasâr Hasnan —habló el ex agente incorporándose sobre su asiento—
— ¿Yasâr Hasnan?
— Será mejor que a partir de ahora se acostumbre a ese nombre, fiscal Lutič. Y será mejor también que abandone la idea de seguir tras los pasos de su hijo si desea continuar operando con nuestra sociedad. Yasâr Hasnan desea negociar con Solntzevskaya por la liberación de Nikolai Kozloi. Sabemos que el hombre es mano derecha de Anatoli Zeytzev. Una persona de su absoluta confianza que se hacía cargo de sus negocios más importantes en Chipre.
— ¿Oye lo que está diciendo? ¿Harán negocios con la mafia rusa y pretenden involucrarme en ello?
— Nadie va a involucrarse con la mafia rusa y nadie lo obligará a usted a nada si no quiere. Solo espero que no olvide que a través de mí operativo en Chipre tenemos a Nikolai Kozloi y que nicho operativo fue financiado por Yasâr Hasnan. ¿Por qué? Porque me dejaron en la calle, sin nada. No solo me apartaron de las filas de la PFA. El propio director general del SIID se encargó de anular un operativo por el cual había trabajado sin descanso durante dos largos años, y no conforme con eso me apartó del cargo de operativos encubiertos que me confió mi padre luego de su retiro.
En silencio absoluto, el fiscal Lutič parecía haberse perdido en sus pensamientos.
— ¿Acaso décadas de trabajo sirviendo a la justicia terminarán de este modo? —en su mente hablaba mientras sobre su silla giratoria una vuelta lenta daba— No puede ocurrirme lo mismo que a Wieder. No puedo acabar así.
El ex agente dio un golpe sobre el escritorio para traer de regreso al fiscal de sus pensamientos.
— Será como quieras, Wieber.
— Cómo quiera yo, no. Cómo lo quiere Hasnan. Volveré a comunicarme contigo en cuanto me confirmen el lugar donde llevaré a Kozloi. Quédate pendiente al teléfono —pidió Steen poniéndose de pie—
Sin decir nada, el fiscal Lutič solo asentó, y el ex agente se marchó.