MANSIÓN DE BYFANG
Isabella y Julius llegaron a la mansión donde fueron recibidos por Susanne, el ama de llaves.
— ¿Dónde están todos? —le preguntó Isabella—
— El señor Bruchhagen tuvo que salir un momento y la señora se encuentra en el jardín con las niñas. En cuanto al niño Ezra, fue a sus clases de taekwondo.
La joven asentó y se dispuso a ingresar
— Por favor, joven. Pase usted también.
— Gracias, Susanne. He traído obsequios para las pequeñas de la mansión.
Se pondrán muy contentas. Los acompañaré hasta el jardín.
Allí se encontraba Gina Alicia cargando a su gato Vixen mientras que observaba a las niñas que jugaban rodeadas por los otros 3 gatitos y su madre, bajo el atenta supervisión de la niñera, Sarah.
La pequeña Paula corrió al encuentro de su madre al verla llegar.
— ¡¡Mi princesita!! —exclamó la joven llenándola de besos entre sus brazos—
Julius, quien no veía a la niña desde hacía semanas, también se dispuso a cargarla para saludarla.
— ¡Bienvenidos!
— ¿Hermanita, cómo estás? Me comentó Sara que te habías descompensado.
— No fue nada serio. Ya estoy bien. Tuve solo una sobrecarga de fatiga. Ya sabes, han pasado muchas cosas en muy poco tiempo. ¿Julius, cómo estás? Finalmente llegaste. Mi hermana estaba sintiéndose ya desesperada.
— El vuelo se retrasó y es por eso que acabo de llegar hace apenas un par de horas.
— Teníamos pensado venir más temprano, pero en vista de que Julius iba a retrasarse me dispuse a atender otras cuestiones. Mira, mi amor. Julius trajo muchos regalos para las dos —prosiguió Isabella cargando a Hebâ—
— Así es… ¿Qué les parece si revisamos todos los regalos que se encuentran dentro de estos bolsos?
Las pequeñas, encantadas y felices asentaron.
— Julius, necesito hablar un momento con mi hermana. Te quedas con las niñas
— Está bien
— Sarah, manten vigiladas a estas traviesas
La niñera asentó. Gina colocó a Vixen con su madre y sus hermanitos y se dispuso a acompañar a Isabella hasta una de las salas adyacentes al jardín.
— Veo que papá decidió dejarte a todas sus mascotas. Es lógico, pues nadie podría cuidarlas mejor que tú, hermanita.
— Vixen era en realidad un regalo de él y no me lo dijiste
— ¿Vas a seguir molesta conmigo por esa razón?
— ¿Y qué esperas, Isabella?
— Pues quizás lo mismo que yo esperaba de ti cuando ocultaste que mi hermanito estaba vivo y que te confabulaste con Louis para fingir su muerte. Tú no tienes idea de cómo me sentí, pero a final de cuentas acabé entendiendo que tuviste tus razones. Salvar la vida de mi hermano era la única prioridad y no podías decírselo a nadie. Cuando supe que mi padre estaba vivo, me sentí en la misma situación. Tampoco podía decírselo a nadie por mucho que deseaba contárselo a todos. ¿Contéstame por qué no puedes perdonarme?
Con ojos llorosos, Isabella aguardaba una respuesta por parte de su hermana quien lanzando un enorme suspiro sobre los hombros de ella se recostaba.
— Sé que he cometido muchas tonterías, pero todo lo hice creyendo que sería lo mejor, hermanita. Sabes que te quiero mucho. No tengo nada que perdonarte. Amo a toda mi familia aunque no lo haya demostrado de la manera correcta. Te amo y deseo que seas muy feliz en esta nueva etapa de tu vida. Te lo digo de corazón en nombre de Michael y el mío.
Gina Alicia se incorporó
— También te amo, hermanita. Yo no te culpo de nada. He cometido muchas más tonterías que tú —decía mientras ambas reían— Sabes que tú y Michael son muy importantes para mí.
— Lo sé
— Bien, ya que estamos aquí quiero contarte algo
— Te escucho
— Pero quedará solo entre nosotras. Prométemelo
— Te lo prometo. ¿De qué se trata?
— Esta tarde Julius y yo tendremos una sesión de fotos con papá.
Gina Alicia sonrió acariciando las mejillas de Isabella.
— Es lo que siempre has deseado, cariño y en verdad me siento muy feliz por eso. Tendrás bonitos recuerdos con él.
— Así es. Aunque yo hubiese preferido que me acompañara el día de mi boda. No podrá ser, pero estará allí de todos modos.
— ¿Cómo?
— Andará por ahí en el balcón interior del salón. Y no te espantes que no se aparecerá ante nadie.
— ¿Estará en tu fiesta y me pides que no me espante? No creo que sea una buena idea, Isabella.
— Te digo que nadie lo verá.
— ¿Cómo estás tan segura de eso? Isabella, todos estarán en tu fiesta. Como la tía Judith, por ejemplo. Ni siquiera deseo imaginar lo que sucedería si llegara a percatarse. ¿Y qué hay de nuestro hermano? Tu boda sería toda una catástrofe si notara la presencia de nuestro padre.
— Se trata de mí padre y deseo que esté cerca. Nada malo sucederá, Gina. Te preocupas sin sentido. Además no entiendo por qué razón Akins se molestaría. Si Aurora ya sabe toda la verdad, no hay razón para que se moleste.
En esos instantes con el corazón estrujado, Gina sintió un enorme nudo en la garganta.
— ¿Aurorita ya sabe la verdad, cierto Gina? Tú me prometiste que ibas a contárselo todo antes de mi boda. ¿Gina…?
— Te prometo que iba a hacerlo, Isabella, pero Akins no me lo permitió.
Pegando un grito reprimido de furia que parecía haberle salido del alma, Isabella se puso abruptamente de pie.
— ¿Por qué mi hermano nos odia de ese modo, Gina? ¿Dime que hemos hecho para que solo piense en Aurora y no le importen los demás?
— Eso no es así, cariño. No lo digas.
— Por supuesto que es así. Él no nos quiere. No quiere a nadie más que a nuestra hermanita. Sí este mundo estuviese a punto de estallar, él solo salvaría a Aurora —proseguía entre un inminente llanto—
— Tienes que calmarte, Isabella.
— Será el día más feliz de mi vida y a mi hermano no le importa. Le prometí a Julius una y mil veces que Akins sabría comportarse en nuestra boda, pero resulta que si llegara a notar la presencia de nuestro padre arrasará con todo a su alrededor. Esto no se quedará así. Lo arreglaré en este mismo momento.
La joven secó sus lágrimas y tomó el teléfono móvil.
— ¿Qué harás? ¿A quién llamas, Isabella?
— ¿Aurorita?
— Hermanita, no te atrevas —le advirtió Gina intentando vanamente arrebatarle el celular—
— ¡Hermanita Bella! ¿Cómo está la novia más hermosa del mundo?
— Te lo advierto por última vez, Isabella. Si haces lo que creo que harás, entonces sí detonarás la furia de nuestro hermano. Él nunca te lo va a perdonar —le susurraba Gina—
— ¿Hermanita, estás ahí? ¿Qué sucede?
— Estoy, mi lucecita. Nada malo sucede. ¿Nuestro hermanito está contigo?
— Karîm no está.
— Mmm… Pues que bueno porque deseo decirte una cosa y es mucho mejor que no esté cerca para molestar. —decía mientras Gina Alicia negaba con la cabeza ante ella—
— Ah…ah… ¿De qué se trata?
— Quiero que hables con él y que le obligues a que te prometa que mañana sabrá comportarse como corresponde. También recordarte que no olvides darle sus medicinas antes de salir. ¿Me has entendido?
— Perfectamente, pero me temo que no podrá ser.
— ¿Qué no podrá ser?
— Mi bello príncipe de Alas Negras ha dejado de tomar sus medicinas.
Entre piernas temblorosas, Isabella se echó sobre el sofá
— ¿Cómo que ha dejado de tomar sus medicinas? —preguntó observando a Gina— ¿Desde cuándo?
— No sabría decírtelo. Dos semanas, quizás.
— ¿Pero cómo? Pensé que tú te encargabas de esa responsabilidad, mi luz.
— Lo hago, pero ya no quiere tomárselas.
— No puede dejar de tomarlas y lo sabes.
— Isabella, no debes preocuparte de nada. Karîm sería incapaz de arruinar el día más feliz de tu vida.
— Há… Por supuesto.
— Te prometo que así será.
— De acuerdo, mi destellito. Por ti confiaré en el buen juicio de mi hermano. Te llamé solo para eso. ¡Te amo!
— También te amo, hermanita. Tschüß!!!
— Definitivamente el amor que siente Aurora por nuestro hermanito no le permite razonar como corresponde —dijo luego de colgar la llamada— Ella sigue creyendo que Akins es incapaz de matar siquiera una mosca
— Me acabas de pegar un susto horrible, Isabella. Me sentí a nada de volver a desmayar.
— ¿Tú sabías que dejó de tomar sus medicinas?
— No tenía idea, pero me alegra que las deje de tomar. Eso significa que puede vivir sin ellas sin ningún problema.
— ¿De qué hablas? Akins se convierte en un salvaje si no las toma.
— Isabella, esas medicinas no le hacen bien a nuestro hermanito. Imagino que no es necesario recordarte los efectos secundarios que le ha causado. Incluso, casi se quita la vida por sus delirios y alucinaciones psicóticas. Akins es joven y fuerte. No merece vivir drogado por causa de esas medicinas.
— Precisamente por sus delirios y estados psicóticos se toma esas medicinas. Además, tú misma me contaste que le habían cambiado por otras más suaves y que ya solo eran dos.
— Da igual, Isabella. A la larga le provocan los mismos efectos. Escucha… También te prometo que todo estará bien con él. Nuestro hermanito sabrá comportarse en tu boda porque es todo un caballero —decía mientras Isabella se echaba a reír—
— Cuando era chofer de Aurora, quizás sí, pero ahora no es ni la sombra de aquel chico que todas conocimos. Me dirás que no se te pasa un solo pensamiento a la cabeza cuando lo ves descender de su coche, rodeado de un enjambre de guardias.
— No sé a qué te refieres.
— Nuestro hermanito, si no lo es aún, es lo más parecido al jefe de una mafia organizada.
— Ay Isabella, mejor no sigas —irrumpió poniéndose abruptamente de pie—
— Es la verdad
— Pues si eso fuera verdad, tendría mucho sentido porque la sangre de nuestro padre corre por sus venas. Nuestro Príncipe de Alas Negras es un legítimo Hasnan.