Alas Negras

EL MISMO ERROR

Fila de coches de coches fue abandonando uno tras otro la residencia particular de Julius Tarantino. Rumbo a la iglesia se dirigían la novia, Isabella Majewski y las pequeñas Paula y Hebâ quienes harían de cortejos aquel maravilloso y tan esperado día. Atrás, en otro vehículo, Gina y Michael las seguían, pues habían prometido acompañar a la novia en cada uno de los instantes del mejor día de su vida.

BASILIKA ST. LUDGERUS (IGLESIA CATÓLICA DE ESSEN)
En pequeños grupos los invitados fueron llegando a la basílica, y como indicaba la tradición, el novio se hizo presente antes que la novia. Al ver a los invitados, antes de ingresar se detuvo en la puerta a saludar.
Una caravana de coches negros lentamente vio llegar. Segundos más tarde la segunda caravana se avisoraba desde atrás.
— ¡Por supuesto! ¿De quienes más se podían tratar? —se decía Tarantino evitando que nada ni nadie lo fuera a perturbar—
Por un lado se trataba de la fila de coches que acompañaba a Akins, y por el otro, al joven Ihsân. Rodeadas de sus guardias, Aurora y Amalie posterior a Akins bajaron. Waldo volvió a ponerse en marcha y los coches corrieron dando paso a los del joven Ihsân y su sorpresiva acompañante.
— Aurorita, dime que lo que ven mis ojos son alucinaciones —le susurró Amalie observando en dirección a los recién llegados—
Igual de sorprendida, Aurorita se llevó las manos a las mejillas. Se trataba de Ihsân aunque a simple vista no lo parecía, y había traído consigo a su novia Vasilisa.
— Ese no puede ser mi hermano. Tuvieron que haberlo cambiado.
— Ven… Vamos a saludarlos
Ambas señoritas se acercaron, y Aurora fue la primera en abrazarlos bajo la atenta mirada lejana de Akins y Waldo.
— ¿Primita, cómo estás?
— Muy bien igual que tú —contestó saludando a la reluciente Vasilisa—
— Te ves realmente preciosa.
— Спасибо, Аврора. Ты тоже прекрасна (Gracias, Aurora. Tú también estás hermosa)
— Dice que tú también estás hermosa, Reina de París —replicó el joven—
— ¿Por qué no me dijiste que la traerías a la boda? Amalie y yo la hubiésemos traído con nosotras para ponernos bellas las tres.
— No estaba premeditado. Fue una sorpresa para Vasilisa.
— Este día en verdad no me gusta para nada, Waldo. Presiento que una vez más volveremos a estar en el ojo de la tormenta —susurró Akins observando de reojos a los guardias pertenecientes a Solntzevskaya, que desde luego a la joven Vasilisa habían acompañado— Sumado a todo eso la presencia de Yasâr Hasnan.
— ¿Habla en serio, jefe? ¿Él estará presente?
— Estará oculto desde algún lugar. Te juro que como Aurora note su presencia, Acabaré con esta boda.
El guardia respiró profundo deseando en verdad que nada de eso fuera a pasar.
— ¿Tú no me dirás nada, hermanita?
— No hablo con extraños. Exijo saber que hicieron con el zarrapastroso de mi hermano.
— De ahora en adelante me verás solo de este modo.
— Definitivamente lo han cambiado por otra persona, Aurorita —dijo entre dientes saludando a la joven Vasilisa—
Posteriormente las jóvenes, a pasos lentos se dirigieron rumbo al interior de la iglesia.
— ¿Quién se ve como un muñeco de pastel ahora? —habló Akins mientras Ihsân se les acercaba— No tenemos certeza si se trata del verdadero o si el propio Anatoli Zeytzev lo reemplazó por otro. ¿Cierto, Waldo?
— ¿Hoy has amanecido con ganas de hacer chistes? Me parece bien que estés de buen humor. De caso contrario esta boda no acabaría nada bien.
— Mmm… Eso no podría negártelo.
Las señoritas ya habían ingresado, el joven Ihsân se acercó y del novio estrechó su mano.
— ¡Enhorabuena! —exclamó Akins— He oído acerca de esta boda desde que volví a Essen. Un poco más y mi hermana se marchitaba de tanto esperar.
— Pues suena irónico que esas palabras vengan de ti. Mi boda con Isabella pudo haberse concretado hace mucho tiempo, pero coincidentemente a raíz de tu llegada hemos tenido que posponerla debido a incontables situaciones extrañas.
Reaccionar de manera impulsiva era algo que Akins evitar no podía, sin embargo en aquellos instantes la voz de su ángel llamándolo evitó que cometiera una tontería.
Los guardias tanto del joven Akins como del novio, se alertaron acercándose.
— Estaré vigilándote, Tarantino.
— No le temo a tus amenazas.
— Pues deberías.
— ¿Todo bien? —irrumpió Aurorita aferrándose Akins—
— Todo bien, Aurora. ¿Por qué mejor no ingresamos todos? Acaban de avisarme que mi preciosa novia está en camino.
Julius Tarantino, rodeado de los mismos guardias, también de parientes y amigos, se dirigió rumbo al altar.
— ¿Qué tenías pensado hacer, Karîm?
— No se de qué hablas.
— Te conozco como las palmas de mis manos. ¿Acaso te has vuelto loco?
— Estoy loco y lo sabes.
— Si te abalanzabas sobre el novio mi hermanita Isabella jamás te lo iba a perdonar. Mejor vamos a nuestro lugar.
Amalie, en su sitio ya los estaba esperando.
— Mi padre y Jenny acaban de llegar —susurró la joven—
— Yo aún no he visto a Michael y a mi hermanita Gina, pero dijo Julius que la novia está llegando.
Intentando vanamente zafarse del brazo de Aurora, el joven Gregg Akins comenzaba a inquietarse del bullicio y la muchedumbre. Posó sus ojos hacia arriba. Si centraba su atención quizás en la majestuosidad de aquel lugar, no tendría ganas de escapar.
Sintió como si alguna vez ya había estado en un lugar como ese. Por momentos sintió alivio, pero al detener la mirada en la cruz volvió a perturbarse. Sintió escalofríos. Dios parecía no solo estar observándolo, sino también recordándole cada uno de sus pecados y castigos.
Volvió a jalarse con fuerza del brazo de la joven Aurora quien percibió su estado de incomodidad. Algo en él ya habitual.
— No puedes ir a ningún lado, cielo mío, por lo tanto será mejor que te calmes. Nada malo te sucederá conmigo.
— No me gusta este lugar.
— Ah…ah… ¿A quién podría no gustarle este lugar? Mira lo hermoso que es?
— Te esperaré afuera. ¿De acuerdo?
— Karîm, no digas tonterías. Debemos estar cerca de mi hermanita Isabella.
— Ese hombre está observándome, Aurora —susurró señalando en dirección a la cruz—
— Jesús observa a todos desde el cielo.
— Sabes a que me refiero.
— Por supuesto que sé. Por no haber querido tomar tus medicinas no tardarás en decirme que Jesús ha bajado de esa cruz y está frente a ti.
Aurorita sostuvo con fuerza una de sus manos. Se sentía fría y a la vez sudorosa.
— No te me descompongas justo ahora, cielo mío. No te fijes en la gente. Yo estoy aquí contigo
Ubicados, todos los invitados por parte de ambos novios yacían parados pues la campana de la basílica anunciaba que la novia había llegado.
El coro, la marcha nupcial de Richard Wagner, Lohengrin comenzó a cantar, y acompañada del brazo de Michael Bruchhagen, Isabella Majewski ingresaba lentamente rumbo al altar. Los ojos de Aurorita más que nunca brillaban de emoción, pues no solo veía a su preciosa hermana vestida de novia. Una de sus marchas favoritas acababa de escuchar.
Por un momento la calma parecía haberle vuelto a Akins al cuerpo. ¿Pero de qué manera sostenerla? Lohengrin, aquella iglesia y esa boda le recordaban que la vida con su ángel no acabaría con el final feliz de un cuento.
Luego de que Isabella seguida de sus pequeños cortejos, Paulita y Hebâ pasaron por delante de ambos, el joven observó a Aurorita quien seguía sosteniéndolo con fuerza de una mano.
— Karîm, mi hermana se ve muy bonita.
— No tanto como mi Ohazia vestida de novia ante su marcha favorita.
Sonriente, volteó a verlo Aurorita.
— ¡Oh, mi bello príncipe de Alas Negras! ¿Lo recuerdas todo?
— Hasta el último detalle
— ¿Eso significa que te sientes mejor?
— Solo por ti.
— Estarás bien, cielo mío. Confía en mí
Isabella llegó finalmente a los pies del altar.
— Te deseo toda la felicidad de este mundo, preciosa —susurró Michael besando su mano antes de entregársela a Julius Tarantino— Te quiero.
— También te quiero




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