Voces y gente a su alrededor que ante sus ojos y oídos lentamente se desvanecían. Y la sirena de una ambulancia que como un lamento lejano lo envolvía.
¿Qué sucedió? No lo entendía. Atravesar campos y colinas a una sola idea lo conducía.
A lo lejos la vio vestida de florecillas, y mientras él más la perseguía, ella más huía.
Eran niños jugando a soñar y a ser felices.
— Gina, espera.
— A que no me alcanzas, Michael.
— Tengo un obsequio para ti.
La niña se detuvo en la orilla donde las aguas del Rin y del Ruhr se unían. A Oberwolfach, de la nada aquello ya no se parecía.
— Seré la reina de la primavera, Michael.
— Lo sé. Por eso he hecho una corona de florecillas del campo para ti.
La niña sonrió, y el pequeño, la corona de florecillas en su cabeza con delicadeza colocó.
— Serás siempre la rosa más hermosa de todas las primaveras.
Un par de manos se posaron sobre los hombros de la pequeña Gina, y con un impulso imperceptible la empujaron alejándola de la orilla.
Su corona de florecillas cayó en la unión de los ríos perdiéndose lentamente en las aguas que fluían
— Michael…
Al niño otras manos lo rodeaban. Gina levantó la mirada y veía el rostro de su padre reflejado como un holograma.
El pequeño Michael sonrió. Y la pequeña Gina, quien la había empujado de la orilla, buscó.
A nadie más avizoraba. Observó las aguas que a través de sus causes un mal recuerdo a gritos susurraba. Una muerte en Primavera que se llevó de este mundo a la flor más bella.
MANSIÓN DE BYFANG
Sudando frío y agitada, Gina Alicia despertó abruptamente incorporándose sobre la cama.
Aurora y Amalie quienes a su lado se encontraban, despertaron alertadas.
— ¿Hermanita, que sucedió?
— ¿Tuviste una pesadilla?
Gina Alicia, buscando recobrar un poco de aire, asentó.
— Iré por un vaso con agua —dijo su prima—
Aurora abrazó a su hermana intentando vanamente calmarla.
— Se cómo se siente tener una horrible pesadilla, pero ya pasará.
— No pasará, mi luz. Mi corazón me dice que algo no está bien.
Oprimiendo su pecho con ambas manos, Gina se puso de pie abandonando la habitación donde estaba, dirigiéndose hasta la que compartía con su esposo. Allí no se encontraba. A un lado de su cama, estaba la gata que había dejado su padre, acostada sobre una camisa de Michael.
Las piernas nuevamente le temblaron mientras sus pensamientos la llevaban de regreso a Oberwolfach no solo por la horrible pesadilla que acababa de tener.
Sintió como si volviera a ver a su gato Frufrú muerto sobre un abrigo de su padre que acababa de fallecer.
— No he despertado de esta pesadilla. Es eso…
Fue de inmediato hasta las habitaciones de sus hijos, sin embargo Michael tampoco estaba en ninguna de ellas.
— Gina, toma un poco de agua.
— No quiero agua, Amalie. Iré a ver a Michael. Quizás se encuentra abajo.
Con ambas jóvenes siguiendo sus pasos, Gina Alicia se dirigió a la sala dónde su hermano en compañía de Ihsân y Waldo se encontraba.
— ¿Michael no vino con ustedes?
Akins se puso de pie con intenciones de acercarse a su hermana, pero ella al percatarse de que su esposo allí tampoco estaba se dirigió a la cocina mientras su nombre clamaba.
— ¿Dónde está Michael? ¿Porque nadie me dice nada? Él ya debería estar aquí.
— Así es, pero no está aquí, Gina. ¿Por qué no volvemos a la sala para conversar?
— ¿Conversar? ¿De qué vamos a conversar? Solo quiero que me digas porque mi esposo no vino con ustedes.
Alertados por sus gritos, todos despertaron. Incluso el ama de llaves en el área de servicio.
Consumida por el llanto y el agobio repitió la pregunta dirigiéndose a su hermano.
— ¿Le sucedió algo malo a Michael, cierto?
— Michael fue herido en el cuello y lo han llevado a un hospital. Aún no sabemos nada acerca de su estado.
Atónitos quedaron todos ante la desdichada noticia, y Gina Alicia quien apenas lograba mantenerse de pie, tendida cayó al suelo desvanecida.
Akins la socorrió de inmediato cargándola entre sus brazos mientras le ordenaba a Waldo que fuera a arrancar el auto.
— Karîm, Michael va a morir? —preguntaba Aurora mientras en llanto hundía y Akins al coche con su hermana subía—
— Contéstame
— Yo que sé, Aurora. No sé nada, pero no repitas cosas que no quieres que sucedan.
— Yo iré contigo
— De ninguna manera. Aquí te quedas
— Quiero estar con Michael y con mi hermanita Gina Alicia, por lo tanto no me lo puedes prohibir.
La joven Amalie, con fuerzas abrazó a Aurorita.
— ¿Te quedas al pendiente de los niños? ¿Lo harías por Gina y por mí?
— Por supuesto que sí
— ¿Tú me mantendrás al tanto de todo?
— Lo haré —contestó ya desde la ventanilla del coche en funcionamiento—
— ¿Karîm, eso que le dijiste a mí hermanita es verdad? ¿Hirieron a Michael en el cuello?
— ¿Por qué razón inventaría una cosa horrenda como esa, Aurora?
— ¿Cómo fue? ¿Tu estuviste allí?
— No estuve allí
— Mientes. Será mejor que no te atrevas a ocultarme nada —vociferó—
— Lo que será mejor es que bajes el tono. No grites de ese modo. Waldo, acelera. Si no llegamos pronto mi cabeza estallará dentro de este coche.
A muy poco de llegar al Alfried Krupp Hospital Rüttenscheid, Gina comenzó a reaccionar, y sin pronunciar media palabra descendió del coche ni bien Waldo lo pudo estacionar. Aurora descendió tras ella con intenciones de seguirla, pero Akins la detuvo de un brazo.
Para toda la familia lo más importante en esos momentos era el estado de salud de Michael, sin embargo Akins no podía evitar sentir que lo único importante era evitar que Aurora se topara con el fantasma de Yasâr Hasnan.
— Podemos esperar aquí. Waldo irá ahora a traer noticias —dijo haciéndole señas al guardia para que se fuera—
— ¿De qué hablas, Karim? Ya estamos aquí. Quiero entrar. Quiero estar cerca de Michael y acompañar a Gina.
— No tiene sentido. Nadie allí adentro puede entrar a ver a los pacientes.
— Estás insoportable, Karîm Hafez —vociferó logrando escapar de la mano del joven—
Sin frenar sus pasos, Aurora ingresó al sector de urgencias en busca del pasillo de la UCI donde se encontraba Michael, mientras que a Akins no le quedó de otra que respirar profundo e ir tras ella.
Temiendo el peor de los escenarios, el joven dio unos pasos en el pasillo. Observó de ambos lados, y para su alivio no vio a Yasâr Hasnan por ningún lado.
En el lugar se encontraban su abuela Elwira y su tío Alexander quien al percatarse de la presencia de Gina clamando que la dejaran ver a Michael, se acercó intentando vanamente contenerla.
— Quiero ver a Michael. Yo tengo que estar a su lado. Por favor, tío.
— Lo están interviniendo en estos momentos, Gina. Ya cuenta con un donante. Te prometo que todo estará bien.
— Michael no puede dejarme. Debo decírselo, abue…
— Él lo sabe, cariño. Michael jamás te dejaría.
— ¿Quién fue? Michael nunca se mete en problemas. ¿Quién se atrevería a hacerle daño? ¿Tío, tú lo sabes? Contéstame.
Exigiendo respuestas, Gina Alicia volvió a caer desvanecida y fue su tío Alexander quien la socorrió en aquella ocasión mientras Aurorita se hundía en desconsuelo entre los brazos de Akins.
— No quiero que Michael se muera
—Ssshhh… Te he pedido que no lo repitas. Oíste al doctor. Michael estará bien.
El doctor Haggard solicitó la ayuda de unos enfermeros para conseguir una sala donde pudieran asistir a su sobrina. Su hijo Timothy y su hermano Najib volvieron del sector privado de la UCI donde solo los médicos podían ingresar.
— Necesito que me ayudes a que le habiliten una sala —le dijo Alexander a Najib—
— No la dejarán en este sector. Tendremos que ir del otro lado.
— Te quedas aquí, hijo y me avisas si surge alguna cosa.
Timothy asentó. Akins vio regresar a Waldo.
— Siéntate aquí.
— ¿Dónde se llevaron a mi hermanita?
— Tuvieron que sacarla de este sector, Aurorita —irrumpió Timothy acercándose a su prima— En cuanto la pongan en una sala para descansar podrás ir a verla, pero lo más probable es que le inyecten un calmante y duerma lo que quede de esta madrugada hasta el amanecer.
— Ya oíste. Aguardaremos noticias recientes y luego iremos a casa a descansar también. Te quedas aquí.
Aurora permaneció sentada y su abuela no tardó en acercarse a su lado para acompañarla.
Akins y Timothy se alejaron unos pasos. Waldo se acercó a ambos.
— Yasâr Hasnan no se encuentra ni siquiera por los alrededores, jefe —habló el guardia entre susurros—
— De hecho se encuentra aquí, pero no debes preocuparte que Aurorita no lo verá —prosiguió Timothy dirigiéndose a su primo— Mi tío insistió en ser el donante que se necesitaba con urgencia para Michael. Ambos se encuentran dentro de la UCI en estos momentos.
Dibujando una sonrisa sarcástica, Akins negó con la cabeza.
— Debido a su frágil condición de salud ninguno lo creímos conveniente, sin embargo él insistió. Era de vida o muerte.
— ¿Tú también ya lo sabías?
— Mi padre se enteró hace muy poco y él mismo me lo contó.
— Mmm… Pues no comprendo porque iban a arriesgar la vida de Michael oponiéndose a que ese fantasma fuera su donante. Todo lo ocurrido fue por culpa de Yasâr, por lo tanto le corresponde donar hasta la última gota de sangre de ser necesario.
Negando con la cabeza, Timothy respiró profundo sin replicar, y Akins volvió a su sitio cerca de Aurorita deseando una buena noticia para que se pudieran marchar.
— Consiguieron para Michael un donante. Todo estará bien, mi ángel.
— ¿Lo estará en verdad? —preguntó Aurorita con un poco de alivio— ¿Con eso será suficiente?
— Estará bien, si al pobre no le arde las venas por esa sangre —remató observando de reojos a su abuela quien también lo observaba—
— ¿Qué dices?
— Todo estará bien, mi luz —apaciguó su abuela abrazándola con fuerza— Michael es un hombre fuerte y valiente. Jamás dejaría a su familia.
En esos instantes, Isabella y su esposo Julius llegaron presurosos anunciando que han conseguido un donante.
Aurorita, quien no podría sostener la mirada en su hermana recordando sus feas palabras, simplemente la observó de reojos. Y Akins a quien su poca paciencia le colgaba de un hilo, solo deseaba tomar a su ángel y marcharse de ese sitio.
Uno de los médicos de la UCI finalmente dio una señal acercándose a la familia.
— El procedimiento ha sido ya realizado, y con gran éxito. Ahora es solo cuestión de esperar la evolución del paciente. Las próximas horas serán determinantes para su estado de salud, pero confiamos en que todo estará bien.
Palidecida ante la sospecha de quién pudo haber sido el donante, Isabella observó de reojos a su abuela. Posteriormente a su primo Timothy.
— Se trataba de un caso urgente, Isabella —le susurró su primo—
— De haber esperado al donante que usted acaba de conseguir, habríamos perdido al paciente —replicó el médico que asistió a Michael—
— ¿Cómo pudieron arriesgar la vida de mi padre de ese modo? Su estado de salud es frágil y no se encontraban condiciones se donar a nadie.
— ¿No oíste lo que dijo el doctor, Isabella? Era un caso de vida o muerte para salvar a Michael, y fue decisión de tu padre.
Akins no toleró aquello un segundo más. Tomó la mano de Aurora y jalándola, con raudos pasos abandonaron el lugar.
— No tan rápido.
— Sube
— ¿Karîm, de que estaban hablando Isabella y la abue?
— Estoy pidiéndote que subas. Nos vamos a casa ahora.
A Aurora no le quedó de otra que obedecer. Abordó el coche, sin embargo no se detendría hasta que Akins le pudiera responder.
— Arranca, Waldo —ordenó abordando también—
— Quiero que contestes mi pregunta. Dime de que estaba hablando Isabella.
— No tengo idea. No le presté atención.
— Igual que yo, oíste perfectamente lo que dijo.
— Esa chica dice tonterías todo el tiempo.
— Estás ocultándome algo. Lo sé. Por una vez en la vida deja de tratarme como si fuese una tonta que no entiende lo que sucede a su alrededor.
— Nunca te he tratado de tal manera.
— Lo hiciste y lo sigues haciendo.
Akins sentía que se le cerraban los pasadizos para escapar. Se acercaba el momento de contarle a Aurorita toda la verdad, pero no aquella noche en la que su alma no podía más.
— Fue Judith. Ella hirió a Michael.
— ¿De qué hablas? Eso es absurdo e imposible.
— Me revientas la cabeza insistiéndome que te cuente lo que ha sucedido. Lo hago y no me crees.
— Me resulta absolutamente imposible creer que la tía Judith haya herido a Michael. No creeré tal cosa jamás.
— Cómo quieras.
— Tu no dimensionas lo que acabas de decirme.
— Acabo de decirte lo que sucedió. Es todo
— Michael es ahijado de la tía Judith. Ella y el tío Norbert han sido amigos de sus padres desde siempre, y ambas familias han sido muy unidas.
— Todo esto fue por culpa de Isabella.
— ¿De Isabella por qué?
— Nada de esto hubiese sucedido si se comportaba con cordura en su propia fiesta de bodas.
— ¿Qué fue lo que hizo?
— La única cosa que no debía, Aurora. Me encontraba del otro lado del jardín y oí toda tu conversación con Gina. No solo es una arpía venenosa. Es también muy envidiosa, pero me encargué de devolverle cada una de las lágrimas que te causó esta noche.
— ¿Qué fue lo que hiciste, Karîm?
— Llamé a Louis Wieber. Lo ayudé a ingresar a la fiesta y se llevó a Paulita.
— ¿Qué atrocidades estás contándome?
Por haber discutido durante todo el trayecto, no se percataron de que habían llegado a la mansión, y fue entonces que Waldo se los anunció.
— ¿Cómo fuiste capaz de hacer tal cosa? —vociferó descendiendo del coche—
— Isabella se lo merecía. Ella iba a llevarse lejos a Paulita, entonces pensé en hacerle un favor a Wieber que más adelante de algún modo me lo tendrá que agradecer.
— Cuánta frivolidad es capaz de salir de tu boca en cuestión de segundos. Ya no tengo ganas de escucharte. Y nunca más te atrevas a repetir que toda esta maldad la has hecho por mí.
— Todo lo hago por ti
— Cierra la boca. Separaste a Paulita de su madre y permitiste que ese ex policía demente se la lleve sabrá Dios a dónde.
— No perdí de vista a Paulita. Está aquí en la mansión. Ella, Louis y Mi-suk vivirán momentáneamente en el chalet hasta que las cosas se acomoden como corresponde.
— Hablas como si no dimensionaras que acabas de hacer lo mismo que mi padre hizo contigo.
— Eso no es así.
— Lo es
— No lo es —vociferó— Paulita estará siempre con su verdadera familia. Crecerá con su padre y no se separará de su madre. Compartirá los mejores momentos de su vida con los hermanos que llegue a tener. Yasâr Hasnan no solo me apartó de mi madre. Me alejó de mi verdadera familia y crecí con personas extrañas viviendo durante años una gran mentira.
Preso de su incontenible ira que no deseaba seguir arremetiendo contra Aurora, ingresó a la casa subiendo de inmediato hasta su habitación. Dándose incesantes golpes en la cabeza con las manos, acurrucado en un rincón, no deseaba en esos instantes otra cosa que escapar.
Se puso de pie y despojándose de toda su ropa se metió al baño. Rebozó de agua la bañera con la única intención de hundirse en ella. Dio una bocanada de aire y metió bajo el agua la cabeza.
Una vez más tenía a la muerte en sus manos. Era esa su oportunidad. De las tantas que había tenido, esta vez ya no había razón para fallar.
La voz del sendero su nombre clamaba donde las hojas muertas habían desaparecido. El camino olía a pétalos de rosas y la oscuridad se había consumido.
— Es para ti, mi bello príncipe —dijo su madre Paula colocándole con delicadeza una corona de florecillas sobre la cabeza— La tomé del cause de ambos ríos
— ¿Cuáles ríos?
Sin contestar la mujer solo le sonrió a su hijo.
— Madre, por favor déjame ir contigo
Akins vanamente tendía las manos. Su madre dio media vuelta y se alejaba, mientras en cada paso los pétalos del sendero se marchitaban volviendo en su sitio las hojas muertas y putrefactas.
— Madre, no te vayas. No me dejes aquí
Una extraña fuerza parecía jalarle de un puñado de cabello que acabó trayéndolo de regreso a su realidad.
— ¿Dime qué demonios pretendías, Karîm Hafez? —vociferó aterrada mientras Akins con la cabeza ya fuera del agua, abruptamente el aire buscaba— Por supuesto… El príncipe del mal ocasiona a su alrededor un caos infernal y luego se quiere matar. Tú no amas a nadie. Tú solo deseas morir y dejarme.
Aurora abandonó el baño y la habitación de su hermano. Volvió a la suya y se metió a la cama envuelta en su manto y en su llanto.
Los minutos pasaban, y del dolor y la angustia conciliar el sueño no lograba. Alguien a su puerta llamaba. Y sabía que ese alguien de una sola persona se trataba.
Al no recibir respuesta, Akins ingresó sentándose al borde de la cama.
— Vi a mi madre. Ella puso en mi cabeza una corona de florecillas.
Pese a estar demasiado molesta, Aurora deseaba oír más, entonces se incorporó sobre la cama levantando la cobija para invitarlo a pasar.
Agotado, Akins se acostó a su lado, envuelto en su misma cobija y su cálido abrazo.
— Cuéntame más.
No había mucho para contar. Aquel sueño lo percibió como a una muerte en primavera que en realidad deseaba olvidar. Donde la presencia de su madre, el aroma a pétalos de rosa expedía, y cuando se alejaba, toda la miseria y oscuridad volvían.
— Tengo muy pocos recuerdos de mi madre. ¿Cómo estaba ella?
— Hermosa igual que tú. Ella es un ángel. Lleva siempre un vestido blanco que apenas deja ver sus pies. Un chal de seda cubre sus hombros y un tocado de perlas decora su larga cabellera que brilla como el sol.
— Deseo tanto poder verla también. ¿Qué sucedió con tu corona de florecillas? —proseguía mientras sonreía—
— No lo sé, Aurora. Me jalaste de los pelos y desperté
A Aurora prontamente se le borró la alegría.
— No estabas durmiendo, Karîm. Estabas muriendo. ¿Eso quieres en verdad? ¿No te importa dejarme sola?
— Nunca te dejaré sola. Estaré siempre cerca de ti.
— No quiero que estés cerca de mí. Quiero que estés a mi lado siempre.
— Lamento todo lo sucedido en la fiesta. Mi único deseo es protegerte, pero todo lo convierto en caos y en muerte.