Desde hacía tiempo había sufrido de estrepitosos despertares debido a sus pesadillas, con el aire perdido, sudando frío, y una confusión en su cabeza que prefería dejarlo en el olvido, pero nada, absolutamente nada comparado con aquel ruido que parecía haber dejado a su alma colgando de un hilo.
Incorporado sobre su cama yacía confundido. Lo que veían sus ojos era una cruda recreación de su miedo más hiriente y tenebroso.
Una reina blanca durmiendo en la eternidad de su tumba rodeada de flores. El eco lejano de una voz proveniente de una gruta que la despierta de las profundidades de la muerte, cubierta en lágrimas de cristal que quiebran su esencia para convertirla en la oscuridad de aquel alma perdida que la busca clamándola que se quede.
Alas negras, flores marchitas, la luz de sus ojos cayendo en una profundidad infinita.
— Es suficiente… —vociferó tomando la enorme pantalla y lanzándole al suelo— ¿Qué demonios significa esto?
Enfurecido, abandonó su habitación exigiendo la presencia de la única persona que estaba a punto de hacerle perder por completo la razón
— Aurora Cyrine Majewski
El grito del joven resonó por toda la mansión
— ¿Dónde está?
— La niña acaba de salir, joven —contestó Vivian, el ama de llaves—
— ¿Niña? ¿Cuál niña? Ni siquiera es un ángel. Me engañé a mí mismo todo este tiempo. ¿Cómo podría ser un ángel alguien que lleva la sangre Hasnan corriendo por sus venas? Es una pequeña diabla disfrazada de ángel
Él ama de llaves quedó sin palabras, pues definitivamente no sabía qué decir. Akins se dirigió hasta el comedor donde marcó al segundo guardia de La mansión.
— Dígame, señor…
— ¿A dónde fue Aurora?
— Al Aalto Teather, jefe, acompañada de sus respectivos escoltas como siempre. ¿Usted va a salir? ¿Le preparo el coche?
— Iré a buscar a esa pequeña diabla al Aalto Teather en media hora.
Akins colgó la llamada.
— ¿Joven, le sirvo su desayuno?
— Por favor
Durante su desayuno, recibió una llamada de Waldo.
— ¿Pudiste hacer todo lo que te he pedido?
— Tal como lo ordenó, jefe. Todo está en orden.
— Gut!!!
Uno de sus guardias irrumpió quedándose en la puerta del comedor.
— Disculpe, señor. Su hermana Isabella está aquí. Viene acompañada de su esposo y de guardias de la policía. Traen consigo una orden de cateo a la mansión.
— Ya están aquí, Waldo, y vienen con una orden de cateo. Te lo dije. Necesito que estés atento porque Julius Tarantino ha encontrado ya la manera de intentar desquitarse conmigo.
— Voy para allá ahora mismo.
— No —dijo poniéndose de pie— enciende el rastreador con micrófono y procederás de acuerdo a lo que oigas. Confío en ti, Waldo
Akins colgó y activó el sistema de micrófono que compartía con el guardia no solo a través del móvil sino también a través de un anillo que solía utilizar en ocasiones turbulentas.
— Hazlos pasar al recibidor —ordenaba mientras para ir por su anillo, el comedor abandonaba—
No tardó en bajar, y ni bien ingresó al recibidor, se acercó al agente de policía encargado del cateo quien le enseñó la orden judicial.
— Tenemos la orden de realizar una pesquisa por toda la mansión. Recibimos la denuncia de que ha encubierto el secuestro de una menor y que muy probablemente los tiene ocultos en este lugar, señor Gregg Akins.
— Adelante, señores. Pueden buscar incluso por debajo de la tierra —dijo observando de reojos a su hermana Isabella—
Todos los oficiales encargados de la pesquisa fueron esparciéndose en distintos puntos de la mansión. Y Julius Tarantino quien tenía intenciones de unirse a la búsqueda fue retenido por los guardias del joven Akins.
— Será mejor que deje a los oficiales realizar su labor, señor —habló el segundo guardia que cubría de manera impecable la ausencia de Waldo—
— Akins, por el bien de todos es mejor que me digas dónde está ocultándose Louis con mi hija, porque si no lo haces, estarás metido en serios problemas.
Akins, sentado sobre el sofá se puso a observar su celular.
— ¿Estás oyendo lo que te digo?
— No me interesa prestarle atención a tus tonterías, Isabella
— ¿Piensas que son tonterías? —irrumpió Julius Tarantino acercándose al joven— Tú no tienes idea de lo que sucederá contigo si los oficiales no encuentran aquí a ese imbécil que se llevó a Paulita.
— Haré de cuenta que no oí esa amenaza de tu parte —replicó poniéndose de pie para dirigirse a un rincón y continuar prendido a la pantalla de su móvil.
El chico se había metido a la cuenta de Instagram de Aurorita quien había publicado un par de fotos recientes, previo a sus ensayos, al igual que unas cuantas historias en compañía de su prima Amalie.
— Iré por ti en breve, pequeña diabla —escribió comentándole una de sus historias—
Al ser consiente de que los oficiales no hallarían a quienes buscaba, se dispuso a salir rumbo al Aalto Teather y que sus guardias se encargaran de vigilar el procedimiento, sin embargo la voz del jefe de oficiales, lo detuvo.
— Me termos señor Gregg Akins que solo abandonará este lugar rumbo a la estación de policías. Está usted detenido.
— ¿Detenido, dice?
— Tal y como lo ha oído. Tenemos una denuncia formal en su contra, por lo tanto tendrá que acompañarnos. Podrá contactar a su abogado ni bien lleguemos a la estación de policías.
Uno de los oficiales se le acercó con intenciones de esposarlo.
— No se atreva a ponerme una mano encima. Subiré yo solo a su mugrosa patrulla —advirtió observando la cara de regocijo de Julius Tarantino—
— Hermanito, no es necesario que subas a ninguna patrulla. Solo tienes que decirme dónde está Louis. Si lo has ayudado a ocultar a mi hija, dímelo.
Una vez más, Isabella cayó fulminada ante una mirada poseída por el odio. En qué momento su hermano comenzó a sentir tanto desprecio hacia ella. No lo sabía. Solo era consiente de cuánto el corazón le dolía.
Sin objeciones, Akins abordó una de las patrullas que fueron saliendo una tras otra fuera de la mansión mientras que Julius e Isabella abordaron su propio coche para seguirlos hasta la estación.