Alas Negras

TRAMPA

ALFRIED KRUPP HOSPITAL RÜTTENSCHEID – ESSEN
Desde hacía años un solo anhelo en Said Majewski se albergaba. Que una mañana cualquiera ya no abriera los ojos y finalmente descansara. Fue entonces cuando percibió que había llegado una oportunidad. Salvar la vida de aquel hombre que sus hijas amaban y adoraban, a cambio de la suya que ya no valía nada.
— ¡Hijo! ¿Mi amor, cómo te sientes?
— Para mi desgracia sigo vivo, madre
— No te expreses de ese modo
— Dame al menos la buena noticia de que Michael ha podido salvarse. ¿Él está bien?
— Lo está, cariño. Gina acaba de darme la noticia de que irá despertando poco a poco de la anestesia así que ya podrán trasladarlo a una sala de cuidados intermedios.
— Esa sí qué es una buena noticia. Jamás me lo hubiera perdonado, madre. Causarle a Gina el mismo dolor que yo siento sin el único amor de mi vida.
— Lo que sucedió no fue culpa tuya, Said.
— Por supuesto que lo fue. Yo no debí haber aparecido en aquella fiesta.
— Judith ha vivido enferma del odio durante todos estos años. Y con esto que ha hecho superó todos los límites de su amargura. No dimensiono como podrá mirar a sus hijos a la cara. A sus sobrinas y por sobre todo a su mejor amiga. La madre de Michael. Pobre mujer. Dudo que hubiese podido resistir la desgracia de perder a su único hijo. Pero esta vez su familia debe tomar cartas en el asunto. Igual que tú, denunciando a esa loca.
— ¿Madre, qué tonterías dices? ¿Cuándo has oído de un muerto denunciando que ha sufrido un intento de asesinato? Además así pudiera hacerlo, no la denunciaría. Le rogaría que volviera a intentarlo y esta vez lejos de ti.
— Suficiente… —dijo molesta y con voz elevada poniéndose de pie— Si vas a continuar de este modo yo mejor me voy. No quiero seguir escuchando de que modo odias la vida y aborreces la oportunidad que Dios te ha dado de seguir aquí con nosotros.
— ¡Dios, Dios, Dios! —repitió dándole la espalda a su madre y volviéndose a acomodar sobre su cama. Dios no me ha dado ninguna oportunidad. Él solo quiere que continúe viviendo para pagar por todos mis pecados.
Elwira Majewski prefirió ya no replicar a su hijo y salir a tomar un poco de aire esperando que a su regreso ya estuviese un poco más calmado y dejara de expresar tanto odio por su propia vida.
— Iré por café y saldré un momento al jardín para respirar un poco de aire.
Said escuchó la puerta cerrarse seguido de un silencio que no tardo mucho en quebrarse tras oír de nuevo la puerta que se abría.
— ¿Por qué volviste? ¿No hallaste el aire que necesitabas, en el jardín?
El hombre no recibió respuestas, sin embargo, sintió que alguien se sentaba al borde de su cama.
— Sentí tantas veces que no podría hacerlo sin ti, padre. Y sentí mucho miedo en verdad, pero Michael estuvo ahí para mí, siempre, espantando todos mis temores. Estuvo allí para mis hermanas y para los mejores momentos de nuestras vidas, tal y como se lo pediste un día. Al final lo hemos logrado. Fue duro, pero lo hemos logrado.
— No hay cosa alguna en esta vida que mi jefa monarca no pueda lograr. Nunca dudé de ti. Mis dudas y temores fueron siempre no poder protegerlos de mí mismo como no pude proteger a tu madre, por eso preferí no aparecer. Para todos ustedes yo ya estaba muerto y habían aprendido a vivir sin mi.
— Y ahora, papito?
— Ahora nada, hija —dijo incorporándose nuevamente— Todo seguirá igual
— ¿Hablas en serio? —preguntó echándose a llorar— ¿Piensas que podemos vivir fingiendo que todo sigue igual? ¿Sabes que Ezra no ha dejado de clamar por ti? Ingresaste a la mansión de Byfang. Le dijiste que te quedarías, pero volviste a salir prometiéndole que regresarías. No lo has hecho y por lo que veo no tienes intenciones de hacerlo. Estás aquí hundiéndote en lamentos y deseando morir cuando tienes una familia que te ama y espera por ti.
— Hablaré con Ezra. Es un niño muy inteligente y sé que entenderá. Con Aurorita ni siquiera hará falta porque me detesta igual que su hermano.
— Aurorita no te detesta, padre.
— Por supuesto que me detesta. Lo único que desea con todo su corazón es no llevar mi sangre, y tú y yo sabemos muy bien la razón. Ella nunca me aceptará de regreso. No solo perdí a tu madre, perdí para siempre el amor de mi pequeña Tinkerbell. Ahora sí me permites, hija, quiero descansar.
Said Majewski, deshecho de dolor y lágrimas que ya no luchaba por reprimir, volvió a recostarse sobre su cama volteándose y dando la espalda.

ESSEN – ALEMANIA
Apuntando a Julius Tarantino con un arma, Khaleb Hafez apoyado por sus propios guardias, estaba siempre dispuesto a lo que sea por proteger a su hijo.
— Si no hablas para decir a dónde están llevándose a mi hijo, aquí mismo te vuelo los sesos —habló el hombre activando el martillo del arma—
— Isabella y yo hablamos al respecto. Lo tendríamos en un centro de cuidados especiales hasta que nos dijera dónde se habían llevado a Paulita.
— ¿A una clínica psiquiátrica? ¿Es verdad eso, Isabella?
— Solo quería asustar un poco a mi hermano. Yo jamás habría hecho tal cosa. Dentro de la estación él me prometió que hablaríamos en la casa. Tu mismo lo oíste, Julius, y aún así ordenaste que se lo llevaran. Tío, yo estaba muy molesta con mi hermanito y él también lo estaba conmigo. Nos hemos dicho cosas feas y actuamos de mala manera, pero yo jamás le haría daño —decía hundida en llanto—
El teléfono móvil de Tarantino comenzó a sonar.
— Contesta y ponlo en altavoz —ordenó Hafez sin dejar de apuntarle con el arma—
Julius Tarantino no tenía intenciones de contestar, pues su temor de que pudieran descubrir alguna cosa que estropearan las operaciones, eran grandes.
— Te estoy diciendo que contestes
Julius contestó poniéndolo en altavoz, sin embargo cruzando apenas un par de palabras, prontamente colgó.
— Señor, hemos llegado.
— Está bien.
— ¿Acaso me mentiste, Julius? Dijiste que traerían de regreso a mi hermano. Que estaban retrocediendo la marcha.
— Entrégame tu teléfono. Que me des tu maldito teléfono —vociferó— Ya estoy perdiendo la paciencia contigo.
Khaleb Hafez acabó arrebatándole el teléfono a Tarantino.
— ¿Por qué no me contestas, Julius? ¿Qué lugar es ese? Habla…
— Schultenweg 1, 44867 Bochum. En una cabaña cerca de un picadero. No iba a encerrar a tu tan amado y sobreprotegido hermanito en ningún psiquiátrico, Isabella. Solo consideré que sería más efectivo y apropiado que conversaras con él lejos de sus guardias y de otras personas que pudiera entorpecer dar con el paradero de Louis Wieber. Todo lo hice pensando en recuperar a Paulita. ¿No es eso lo que más quieres?
— Sus guardias… —se dijo a sí misma Isabella—
— Nos vamos para allá y tú vendrás con nosotros.
Khaleb Hafez tomó de un brazo a Julius Tarantino sin dejar de apuntarlo con el arma, y lo subió al coche. Mientras que Isabella abordó el suyo propio guiado por su chofer y seguido tanto por sus guardias como por los de su tío.
La joven se puso a pensar lo más rápido y eficazmente posible. No tenía registrado el número de Waldo, pero sí el de su primo Ihsân que se había vuelto en una sombra inseparable de su hermano.
Un poco antes de recibir la llamada por parte de su prima, Ihsân se reencontró con Waldo y con Louis en la carretera, ya en territorio de Bochum, y acababan de confirmar por parte de los guardias que habían seguido el coche que trasladaba al joven Akins, la dirección exacta de su paradero. Am Hosiepen 2, 44869 Bochum, en las instalaciones particulares de un picadero.
Extrañado y sin poder evitar sentir desconfianza, Ihsân observó la pantalla de su móvil.
— ¿Por qué está llamándome Isabella? —se preguntó contestando finalmente con cautela—
— Ihsân, están llevándose a mi hermano hasta una cabaña en Bochum. Schultenweg 1, 44867, cerca de un picadero. Avísale a Waldo, por favor. Tienen que ir por él ahora.
Isabella colgó la llamada.
— ¿Qué demonios significa todo esto? Primero es en Gelsenkirchen y ahora cerca de dos picaderos distintos de Bochum.
Antes de hablar con Waldo, el joven corroboró la distancia de ambas direcciones.
— Queda a solo 6 minutos un picadero del otro. ¿Pero por qué razón debería confiar en Isabella luego de lo que acaba de suceder? ¿Y si se trata de una trampa orquestada por ese infeliz de Tarantino?
Ihsân decidió no compartir con Waldo y mucho menos con Louis acerca de la llamada de Isabella, y dirigirse con ambos hasta el sitio indicado por los guardias quienes en esos instantes eran los únicos en encontrarse en los alrededores de la cabaña. El resto de los guardias llegarían acompañados detrás del coche de Waldo para sitiar los alrededores de la cabaña.
— No hagan nada fuera de lugar. Lo mejor será que esperen a que lleguemos.
— Si no son demasiados, mejor ordénales que los derribe y saquen a Akins de esa cabaña cuánto antes
— No podemos arriesgarnos actuando deliberadamente.
— Precisamente porque no podemos arriesgarnos ordena a los guardias que saquen a mi primo de allí lo más pronto que puedan. Hazlo, Waldo
— ¿Qué hacemos, Waldo? ¿Procedemos? —preguntó uno de los guardias a través del micrófono—
— Está bien. Háganlo. Saquen de allí al jefe de inmediato. Nosotros estamos cerca. ¿Podrán hacerlo?
— Por supuesto
Ihsân se pasó de lado de atrás del furgón tomando unos cuantos armamentos para entregarle uno a Wieber y apartar uno para Waldo y otro para él.
— Prepárense porque nos tenderán una trampa.
— ¿De que hablas?
— Tarantino tiene algo preparado para nosotros. No sé que es, pero lo averiguaremos en minutos
Los custodios que se encontraban en la cabaña donde había sido trasladado el joven Akins, fueron derribados por los guardias comandados por Waldo, sin embargo ingresar les resultó complicado. En el interior de la cabaña se encontraban tres custodios más y los tres hombres de blanco que habían procedido a dormir a Akins dentro de la oficina indagatoria de la estación de policías.
— Cúbreme… Debemos avanzar.
Ambos se toparon con dos de los custodios en uno de los pasillos, pero antes de que pudieran reaccionar, fueron abatidos.
— Pronto vendrán por él y no queremos estar aquí cuando este lugar sea un caos. Nosotros ya hemos hecho nuestra parte —habló uno de los hombres de blanco, mientras ambos guardias ocultos, todo lo escuchaban—
Los supuestos enfermeros se dispusieron a abandonar la cabaña, pero alertados por los custodios que yacían heridos de muerte en el suelo, desenfundaron sus armas dividiéndose en puntos distintos para averiguar de qué se trataba.
Los guardias de Akins luego de lo que habían escuchado, con más razón ya no tenían tiempo que perder, y con sus respectivos silenciadores derribaron a los hombres de blanco.
— Vamos por el jefe
La cabaña contaba con dos habitaciones y fue en una de ellas que encontraron al chico tendido sobre una colchoneta, aun profundamente dormido por el tranquilizante que le habían inyectado.
— ¿Oyes eso? ¿Crees que sean Waldo y los demás guardias?
— Por las dudas no nos quedaremos a averiguarlo
Los guardias tomaron a Akins disponiéndose a buscar una segunda salida por dónde escapar, pues en las afueras de la cabaña, se oyeron coches y a los pocos segundos, a personas ingresando al lugar. En la cocina de la cabaña solo había una ventana, y no quedaba de otra. Era el único lugar por el cual podrían huir.
Uno de los guardias salió primero para sujetar a Akins por debajo de los brazos y poder jalarlo desde afuera, mientras que el otro, lo impulsaba sujetándole de las piernas.
El guardia que los sostenía de los brazos cayó con él al suelo, y el otro saltaba con gran prisa cerrando las ventanas.
— El interior está invadido y habrán descubierto ya que el jefe no se encuentra adentro.
Con gran prisa, se pusieron de pie, levantaron al joven e intentaron ocultarse tras algunos arbustos, alejados lo más lejos posible. Uno de los guardias encendió su micrófono.
— Waldo, no sé de qué se trata todo esto, pero invadieron la cabaña.
— Es una trampa, Struff. ¿Pudieron sacar al jefe de la cabaña?
— Pudimos. Estamos ocultos detrás de unos arbustos, pero no tardarán en encontrarnos.
— Hemos llegado, pero no podemos avanzar.
— Quédense donde están —irrumpió el ex agente Steen— Llegaremos a pie hasta donde se encuentran.
En la distancia parecía oírse un enjambre de sirenas de la policía que se acercaba en dirección a la cabaña, que alertaron a los hombres con pasamontañas que pesquisaban por los alrededores en busca de Akins.
— Son miembros de Voronyi Klynch —susurró el guardia al micrófono—
— ¿Seguro?
— Completamente
— Iré yo por ellos y ustedes me cubrirán la espalda —dijo Steen— Por sobre todo tú, pequeño delincuente que eres el tercer experto tirador del grupo.
— ¿El tercero? Después de mi primo, el mejor tirador soy yo.
— Después de tu primo, el mejor tirador soy yo. Ahora harás lo que te digo
— Gastaré mis balas para cubrirte la espalda únicamente por Akins
— No es momento para discutir por tonterías. También soy un excelente tirador. Por algo me escogieron como guardia principal de la mansión.
En los alrededores de la cabaña y del picadero todo era un caos. Los policías habían rodeado absolutamente todo el perímetro, mientras que los miembros de Voronyi Klynch, alertados ante la inesperada emboscada, intentaban escapar.
— Corre, Wieber. Salva al jefe. Nosotros nos las arreglaremos —dijo Waldo—
Cuando se aseguraron de que Steen logró alejarse del caos en busca de Akins, Waldo y el joven Ihsân se centraron en proteger sus propias vidas en vista de que todos los demás guardias a su cargo que los había acompañado, tenían la orden de buscar un camino alterno por el cual pudieran escapar al momento de encontrar al jefe.
— Нарешті я їх знайшов (finalmente los he encontrado) —habló una voz—
Akins, quien aún seguía dormido y no presentaba vestigios de despertar, y los guardias que lo protegían, se vieron rodeados por cuatro miembros encapuchados de Voronyi Klynch. Todos ellos apuntándoles con sus respectivas armas.
— Cúbranse… —vociferó desde algún lugar, una voz—
Era el ex agente Einar Steen quien contra aquellos miembros de Voronyi Klynch abrió fuego con su ametralladora dejándolos abatidos como una coladora.
Tras asegurarse de que nadie se movía, Steen corrió hasta Akins y los guardias.
— ¿Están bien?
El ex agente observó a los cuervos y no pudo evitar pensar en aquel mismo escenario, pero de la mano de su propio operativo.
— Vámonos. Debemos huir lo más lejos que podamos hasta intentar comunicarnos con los guardias para que puedan rescatarnos.
Los dos guardias volvieron a levantar al joven Akins, y cubiertos por Steen se alejaron del lugar, mientras que los disparos del ex agente alertaron a los miembros de la policía que expandieron su búsqueda de manera más intensificada por toda la zona.
— Quietos… No se muevan
— Tiren sus armas ahora
Dos oficiales de la policía interceptaron tanto a Waldo como a Ihsân.
— Tiren sus armas y dense vuelta. ¿Qué no han escuchado?
A ambos no les quedó de otra que acatar aquellas órdenes y voltear.
Ihsân observó a través del pasamontañas a aquellos dos oficiales. No se trataban de policías federales. Eran agentes de la Kripo (Kriminalpolizei), y eso solo podía significar una cosa para él. Ser capturado por la Kripo era sinónimo de pasar décadas pudriéndose tras las rejas.
— Quítense los pasamontañas
En esos instantes poco o nada pensaba en la acción que pudiera tomar Waldo. Pensaba en su propio destino, y pudrirse tras las rejas, desde luego no era una opción.
— No lo volveré a repetir. Quítense Los malditos pasamontañas.
Waldo fue el primero dispuesto a obedecer, y lo hizo mientras en una invisible fracción de segundos, Ihsân desenfundó dos diminutas armas desde atrás, disparando contra los dos oficiales. Ambos, heridos en el cuello de manera mortal.
— Corre, Waldo. No podemos permanecer aquí.
Como si fuesen a perder sus piernas, corrieron sin detenerse por incontables minutos hasta llegar al borde de una carretera dónde finalmente pudieron sentirse a salvo y recargar todo el aire que habían perdido.
— Acabaste con dos agentes de la Kripo, Ihsân.
— ¿Y qué demonios querías? ¿Acaso pretendías que nos entregáramos? Esos hombres tienen cámaras instaladas en el pecho. Si me quitaba el pasamontañas y me capturaban, habría sido mi fin.
Waldo encendió el micrófono.
— ¿Están bien? —habló el guardia Struff—
— Eso creo. ¿Ustedes lo están? ¿El jefe está a salvo?
— Estamos bien. El jefe lo está también. Enciende el radar que enviaremos un coche por ustedes.
— ¿Ese maldito bello durmiente sigue inconsciente? Estuve a punto de caer en manos de la Kripo por salvarle el trasero — irrumpió un enfurecido Ihsân—
— ¿La Kripo dices? —habló el ex agente steen— ¿Estás seguro?
— Desde hace tres años tengo a la Kripo siguiendo mis pasos. Jamás podría equivocarme
— Radar encendido —confirmó Waldo— Pueden venir por nosotros.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.