Alas Olvidadas. Encantus (libro 2)

Capítulo 11: Unión

Capítulo 11:
Unión

 

Irrumpo en el salón de la reina. Las puertas golpean las paredes por la fuerza que he ejercido. Las sombras se agitan a mí alrededor opacando la brillante luz que proyectan las gemas de diamantes. El salón sumergido entre una tenebrosa oscuridad que causa temor entre las hadas. Nuestra corte todavía está de luto por la muerte de los pequeños… sin embargo, se está celebrando la unión del príncipe mañana. Mi unión con Romina. Todos se veían alegres, todos menos yo. Una boda no es la solución a los problemas, y cada uno de los presentes lo sabe, pero si les genera tranquilidad que pronto pueda ascender al trono. Definitivamente una corte se fortalece mejor con un rey y una reina.

Nunca he tenido que exponer mi habilidad a tal magnitud. Las sombras suelen ocasionar miedo, demasiada oscuridad sin ser controlada es un peligro. Hoy siento que no puedo contenerlas, estoy muy molesto por cada uno de los secretos que se guarda mi madre.

Cada uno de sus invitados gira la vista en mi dirección y los veo retroceder. Atemorizados por mi muestra de poder. Ninguno dispondría atravesarse en mi camino en estos momentos. No me sorprende ver a Raquel y Romina. Ambas como fieles custodias de mi madre. Petrificadas por la exuberancia de una oscuridad poco usual en las hadas oscuras.

Mi madre luce impasiblemente hermosa. Ataviada en un vestido tan negro como su cabello, y exudando su magia para recordarle a todos, y en especial a mí, quien dirige la corte. Me sostiene la mirada.

—Necesitamos hablar —digo lo suficiente alto como para que todos entiendan que deben irse de inmediato.

Nadie espera a que la reina los despida, salen apresurados. Las únicas que se mantienen firmes en sus lugares son Raquel y Romina. Aunque parecen estar asustadas no dan un solo paso para moverse de lugar. Qué más da si se quedan o no.

—¿A qué se debe todo el espectáculo, Gerald? —inquiere mi madre con tranquilidad. Una tranquilidad que podría desatar una tempestad en cuestión de segundos. Da igual.

—¿Cuándo ibas a decirme que tienes a una bruja encerrada en la puerta de cristal?

Raquel parece perder el equilibrio y busca sostenerse del trono de su reina. Mi madre pierde todo el color de su rostro. Ahora tengo toda tu atención madre.

—¿Cuál bruja? ¿De qué está hablando?—inquiere Romina ignorante de todo lo que sucede en el reino. Ella parece que vive en una burbuja. Su enfoque solo ha sido para el compromiso al que no asistí, y una boda que no se realizara. Pero ella prefiere pensar que sí.

—Nunca —responde mi madre altiva—. ¿Cómo lo supiste?

—Acabo de hablar con ella.

—¡¿Qué?! No es posible —expresa Raquel a viva voz. Ella se ha llevado las manos a la cabeza horrorizada.

El secreto mejor guardado de la corte oscura ha salido a la luz. Ambas saben que no hay marcha atrás después de esto.

—No entiendo de que…

—Silencio, Romina —la hace callar mi madre.

Romina se sobresalta ante la llamada de atención. Se aleja de la reina con la mirada gacha. Nunca la había visto tan asustada. Aunque mi madre crea que ella será una buena reina para la corte, no es así. Solo hay que verla como tiembla ante el rugido de su reina para saber que no sería capaz de sostenerle la mirada ni un solo instante.

Romina es débil, su magia no es tan fuerte y ella por si mi misma tampoco lo es.

—Creí haberte dicho…

—Basta, madre —interrumpo sus palabras. Sé exactamente que iba a decir, y estoy cansado de escuchar lo mismo, una y otra vez—. ¿Por qué te cuesta tanto decir la verdad?

—Eres joven e imprudente, Gerald. No has vivido lo suficiente como para entender lo peligroso que es escarbar en el pasado —ruge la reina resignada. —Retira tus sombras. Ya has causado suficiente temor entre mis hadas.

Las hago regresar a mí, y la estancia vuelve a estar iluminada.

—Tú lo has provocado, madre —replico convencido de que así fue.

—No puedo creer que permitas que te hable de esa manera, Zulay —replica Raquel indignada. —Eres la reina, pero Gerald no parece conocer su…

—Es suficiente, Raquel —la calla la reina. —Mi hijo obtendrá las respuestas que desea.

No me alegro de escuchar eso. Zulay no es alguien que suelte información tan fácil, además estando muy calmada como si esta situación de alguna manera le ayudara.

—Me disculpo, mi reina —Raquel inclina un poco la cabeza en señal de respeto.

—¿Cuándo? —en el momento en que formulo la pregunta siento que ya sé la respuesta.

—Mañana. Después de la boda tendrás todas las respuestas que has estado buscando —dice la reina complacida con mi cara de incredulidad. La reina oscura se basa de artimañas para hacerme cumplir con el compromiso. —Te diré todo lo que sé sobre la hermandad. La bruja que está atrapada en la puerta de cristal, y diré dónde está tu padre. Solo si te casas con Romina.

Me obligo a contener las sombras que se han agitado ante mi furia. Replegarlas en este momento no sería lo más sensato. Haber venido tampoco lo fue, no estaba pensando con claridad cuando salí de la puerta de cristal, cuando ni siquiera le di una respuesta a Maritza. Tanto la bruja como mi madre me acorralan con la promesa de saber dónde está mi padre.




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