Alas sobre Elm Areu ©

Capítulo 19. Sus gestos decoran

Se figuraba la perfección en la montaña más lejana a la vista, un sol resplandecedor que pronunciaba las palabras “dónde estoy” despertando siempre en un lugar distinto sin pista alguna de donde se encontraba.

Desesperado miraba las calles del vecindario que susurran al oído rocío acompañando a las almas, las que se levantan temprano y ofrecen un poco de su arte, arte de sobreponerse a la adversidad, arte de hacer que los días se pinten con el destello de su cuerpo, trazos medidos hechos con las nubes y la música de las manos.

 Bailando a escondidas con los sueños del aroma se hallaban los cruces de la brisa y la sonrisa, se miraban fijamente después de un baile lleno de vergüenza, rosando su mirada con los ojos que le robaban hasta la respiración, esos ojos cristalinos que sin mediar palabras cantaban; besaban todo aquello que miraban y el miedo huía sin rumbo, con temor. Ironía era que el miedo tuviese temor, pero era como los demonios cuando ven a Dios, huyen temblando de miedo, puesto que sus ojos transmiten amor.

Quedarse varado en su mirada contando sus pestañas era controlar el universo, el tiempo incluso, porque los suyos se dilataban al observar como bajo la dulce esencia de su alma se arropaban los días, ¡qué afortunado que le viese!

Rodando por el piso en la incertidumbre de los días oscuros de la vida, sumergido en el agotador cansancio de un alma solitaria, que de pronto, liviana se hizo la carga y no había nada más bonito que perderse en una mirada, nada más bonito que saber de su existencia.

Sus gestos decoran el solsticio y el verano, dicen que sus brazos son lo más cercano a la eternidad del cielo y queda por averiguarlo.

No pudo hacerlo porque temía, pero si era lo que más anhelaba, cómo iba a temerle a un ser excepcionalmente ligero al ser. Podía hablarle sin pausas pero su interior no soltaba las ganas de salir corriendo y al mismo tiempo abrazarle, tuvo la oportunidad de verle muy de cerca, sentir su piel en su brazo y que ese roce gritara.

Ahora una vez solamente le ha vuelto a ver, una solamente y todo está desapareciendo como las nubes después de una tormenta, a lo mejor deje sin aliento, sin palabras pero mendigará el tiempo si es necesario para encontrarle aunque haya decidido ser feliz por otro lado.

Ha visto algo, se escondió en las flores sin hacer un solo ruido, el delicado silencio se marcaba y ni siquiera la noche podía verle, ahí, tan escondido que disfrazaba su sombra con canciones mientras las olas del viento transitaban los árboles que suavemente movían su cintura. Pasaba siempre que le veía, y concurrido se hace imaginar el misterio que habita en sus latidos cada vez que sus cabellos se presentan, o que su risa se escucha, la miraba sin decir nada y a la sombra de la noche o de la tarde le acompañaba para que no estará sola como él lo solía estar aun si se escuchase la lluvia permanecía para cubrirle, hacer que el frío se esparciera y no le hiciera sentir frágil.

La lluvia se hacía escuchar advirtiendo sutilmente de algo, él la escondió entre sus costillas para que no le hiciera daño, fue difícil poder introducirla en su interior pero debía hacerlo, se vestía de rastros y sus prendas sonreían, cruzó el mar para sostener su paz en medio de tanta inmensidad, aun las olas que golpeaban con fuerza se convertían en simples deseos, y al margen de la orilla vigiló sus pasos sin que lo notara con tal de provocar tranquilidad hasta sentir su alma.

Dolerán las arterias y los huesos, pero el cielo vestirá el dolor eterno con una sola mirada, aquella mirada que siempre estuvo esperando, la que despierta la aurora, la que hace que sueñe, que vuele.

Cruzaron el grandísimo mar y la lluvia les encontró, en su rostro se podía observar la angustia al pensar todo lo que podría ocasionar, sin poder hacer nada lo único que logró hacer es ponerse frente a ella y que le atravesara a él y no ella, se acercó gota a gota y Elm solo se aferró a cubrirla. Les alcanzó y suavemente se acercó, pasó por su costado derecho y al oído le susurró, él cerró los ojos para no ver lo que pasaría y la lluvia le dijo: abrázale, te necesita no te ha dicho, pero limpió el camino para ti, había oscuridad y él te miraba brillar, no esperaba nada ni siquiera una palabra y se quedó para que cuando sientas desmayar lo uses de escudo o de bastón y mantenerte de pie no importa dónde ni cuándo esté, moverá las montañas si es necesario por ti incluso si debe morir un poco lo hará con tal de que no te rindas y sigas brillando. Quiere mantenerte al margen aunque resulte difícil y sientas que no puedes, irá por vos para protegerte, si lloras limpiará tus lágrimas con el alba, si no sabes cómo gritar tu dolor, se sentará a tu lado y en el silencio te entenderá y no solo eso, con óleo y colores pintará tu dolor hasta que desvanezca. Si caminas despacio vigilará tus pasos y de ser necesario podrá su pecho para que si son balas no te lastimen ni un rasguño. Cada vez que caes él extiende su mano y se aferra a no soltarte, quiere verte soñar y que tus sueños se cumplan. Conseguirá luciérnagas y hasta estrellas para hacer que sigas brillando.

Ofrece mucho por los demás, se enfrenta al fuego y teme que lo abandonen, que no lo lleguen a amar y aun así lucha, después de esas palabras la lluvia se marchó.

Ella observó que para ser alguien tan roto era valiente porque le protegía con su vida, sintiéndose tan mal y seguía manteniéndose firme, notó que quería lo mismo para ella, que no desistiera.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.