Alas sobre Elm Areu ©

Capítulo 9. A través de la piel

¿Qué vemos en la piel?

serán pinturas de porcelana, cicatrices dibujadas con garras, perfume sabor a presencia, arte o solo materia, es un completo misterio, porque a través de ella se esconden demonios, pero también pureza, y conocer que hay detrás, es el problema, no podemos ver lo que queremos ver, es ese el preciso momento en el que comienza lo inesperado, momento que cruza las venas con la imaginación, las sombras cubren las ciudades y el mar, el cristal deslumbra los cielos y las letras que alumbran el portal que canta a una voz franca y dulce la verdad de muchas cosas. Y ¿qué era lo que Elm quería? será que deseaba sentir la piel, bañarse en las caricias de un abrazo, un apretón de manos o unas palmadas en la espalda, o quería ver a través de la piel, y... ¿qué quería ver en realidad?

Sensible era como los corazones deberían sentirse ante los demás y poder ayudar, pero son como rocas densas y gigantes que no se mueven a ningún lado; había algo que a Areu le resultaba atrayente, y era conocer el pensamiento más profundo y su manera de actuar, le gustaba observar a la gente sin que se diese cuenta y sin pronunciar palabras soñar por ellas, era toda una locura, porque imaginaba todo lo que podría estar pasando por la mente de las personas, y sentía tan cierto todo, empezaba a ver cosas fuera de lo común, fuera de órbita, ¿eran sus almas acaso? que querían ser escuchadas, e imploraban a la luna convirtieran la oscuridad en un color blanco puro; sus rostros eran trágicos, rugían como el león y las agitadas aguas que danzaban sueños, que peleaban por dentro intentando vencer la inseguridad, la impotencia y olvidar esos problemas que llevan atados en su frente como notas recordatorias, tantos corazones afligidos y destrozados, algunos lloran y otros ríen de las mismas tristezas. Y el océano de gente se hacía más extenso que los años luz, unos reían viviendo los momentos, otros sentían el abrazo de la soledad hablándole de amor, y otros... solo no eran nada, pronunciados y profundos eran esos temblores que revoloteaban los sentidos, el aire, la música. Y una canción alumbró los senderos, ¿qué canción era? eso se preguntaba el propio Elm que no sabía ni que pasaba, y que se perdía en la nada, soñaba sin pensar y sin cerrar los ojos, el puente llegaba a su último cauce y las notas de la armonía aconsejaban como la conciencia.

Y llegó la noche y se talló en la misma piel, el café mojaba los labios que suavemente juntaban su aroma y lo volvía recuerdo, esa taza se volvía un tesoro, y tomar de el era vivir, soñar y mil colores, tanto que una no saciaría la sed; y la tarde no alcanzaría a abrigar tanto momento que pasaba como película en esos cristales color negro pureza, y la inquietud seguía tan viva que hablaba, decía que quería sentir compañía, quería sentir a Elm; su interior escuchaba el silencio, el terror y las miradas e intentaba entender los corazones, esos que están dañados y confundidos, que necesitan creer en la esperanza, pero... ¿Cómo va a pasar eso? si el mundo es un desastre, ¿cómo vas a privatizar la vida? ¿Enriquecerse matándose lentamente?, ¿eso es ser inteligente? eso es no ser consciente y perder lo humano, cegarse eternamente y atraparse en la perdición, atraparse en el infierno. Y que difícil es decirlo, las aguas mansas desaparecen los corazones buenos también, las historias ya no son lo mismo; Elm no quiere ni pensar en el infierno, peor pensar que las almas buscan eso, es una pesadilla completa, pero cada día se va volviendo una realidad.

Elm observa los espejos que llevan al alma, muchos no dicen cosas buenas, muchos no están bien, o están solos e inseguros o están confundidos y perdidos, toda una serie de rasgos que viajan, y vuelan; otros simplemente no dicen nada, y están tan corrompidos, que no saben ni como huir de la nefasta región que arrastra partículas, cenizas, fuego y pequeñas porciones de cartones y algodón que se deshacen con la brisa y la tinta que dibuja obras de arte, y esquivar las penumbras deberíamos, pero el nostálgico sabor de un día gris invade al sol en un momento erizante.

Las páginas llegaron, abrieron sus ojos y triunfaron bajo la lluvia, conocieron todos esos inconformes pensamientos que anhelaban algo diferente, y atravesó el cristal y la carne, que parecía droga si te atabas a no creer, y como dijeron una vez, la droga solo miente, y que cierto era, porque si te creías el desastre, te hacías parte de el, y podías hundirte y morir dentro, pero no, para eso llegaron esas páginas para levantar y causar una monstruosa felicidad.

La felicidad es no odiar que te vean inferior, felicidad era que confiarán en ti, que creyeran que podías conseguir todo lo que quisieras, poder rosar el son de lo imposible, creer en el aire, y alejar toda maldad; sentir el miedo como una mutilación que viaja como el cometa, que hablaba poesía destruyendo cada pedazo, cada trozo de brillo resplandecedor, pero que su final se viviera como una café caliente en una tarde fría.




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